La Aldea Antigua

VARIEDADES

Jueves 22 de julio de 1920

El rey que debió su vida a un miriñaque

El rey IV de Francia, cuando todavía no era más que rey de Navarra, estuvo a punto de morir en la matanza de hugonotes que su cariñoso cuñado ordenó el día de San Bartolomé.

Mientras los esbirros de Carlos IX y su madre, Catalina de Médicis, buscaban al bearnés por las habitaciones del Palacio de Louvre, Enrique se metió debajo del miriñaque, guardianfante, que los franceses llamaban vertugadin, de su esposa la joven Margarita de Valois, quién cuando llegaron los asesinos les dijo tranquilamente señalándoles la ventana: el pájaro que buscáis acaba de volar por esa ventana.

El rey IV de Francia, cuando todavía no era más que rey de Navarra, estuvo a punto de morir en la matanza de hugonotes que su cariñoso cuñado ordenó el día de San Bartolomé.

Los furiosos perseguidores se retiraron desconcertados y mohinos, mientras el bearnés se reía bajo…capa.

A pesar del beneficio tan grande que le prestó el miriñaque, Enrique V cometió la ingratitud de lanzar contra su uso un edicto, que como la mayoría de las leyes suntuarias, fue desobedecido.

Margarita de Valois se convirtió en reina de Navarra. Y pudo haberlo sido de Francia.

Cadáveres pasados por agua

Entre las cosas en que difieren más unos pueblos de otros, está la manera de enterrar a los muertos, o más bien, de destruir sus restos, ya que en muchos casos no hay verdadero enterramiento.

Apenas se encuentran dos naciones ni dos tribus que sigan, en tan triste circunstancias, las mismas costumbres, y hay que reconocer que las adoptadas por algunos pueblos son realmente originales.

Sirva de ejemplo lo que se hace en las Islas Andamán. Así cuando muere alguien, su pariente más próximo arroja el cadáver al mar pero atando de una cuerda al cuello para sacarlo cuando convenga. En efecto, transcurrido algún tiempo cuando entre las olas, los peces, y los crustáceos no han dejado más que los huesos, se saca el esqueleto a tierra, se hace con él un paquete, se le seca bien a fuego y se le guarda en la choza como recuerdo de familia.