La Aldea y el Mundo, Notas Centrales, San Luis

SAN MARTÍN Y SUS ESTRATEGIAS SANITARIAS

Por Guillermo Genini

La vida del General José de San Martín presenta una multitud de facetas que los estudios históricos no dejan de revelar y relacionar con la actualidad. Tal vez una de las menos conocidas sea su vinculación con los problemas sanitarios y las epidemias.

La frágil salud de San Martín en su paso por América ha concitado un gran interés del público en general, pero ese interés disminuye al abordar los problemas de salud y sanitarios que debió enfrentar a lo largo de su carrera. Frente a ellos se revela nuevamente su capacidad para afrontar las dificultades sanitarias que no desentonan con su capacidad política y militar.

Cuando regresó a América en 1812, San Martín ya tenía experiencia en el tratamiento de epidemias. Dentro de una larga serie de servicios militares en distintos regimientos españoles, en 1802 un joven Teniente San Martín fue destacado al puerto de Cádiz. Allí sirvió en la unidad de Campo-mayor en el cuartel de Santa Elena. En esta ciudad, siendo Ayudante del Gobernador de Cádiz, el general Francisco María Solano, debió enfrentar una gran epidemia de fiebre amarilla.

San Martín formó parte del operativo que consistió en colocar estacas, cuerdas y “puntos de barraca”, es decir, puestos de control donde cada individuo que entraba o salía de la ciudad debía mostrar las llamadas “boletas de sanidad”

La fiebre amarilla ya había atacado Cádiz en 1800 provocando una gran mortandad. Su origen estaba relacionado con el tráfico negrero, ruta que integraba el puerto andaluz. Entre septiembre y diciembre de 1804, la fiebre amarilla volvió a asolar Cádiz y se propagó por gran parte de España.

El Gobernador Solano tomó una serie de medidas para evitar los contagios y las muertes siguiendo los procedimientos característicos de la época establecidos por la Junta Suprema de Sanidad. Estas incluían el aislamiento de los lugares contagiados. Para ello se valió de los soldados de la guarnición que establecieron un cordón sanitario alrededor de la ciudad. San Martín formó parte del operativo que consistió en colocar estacas, cuerdas y “puntos de barraca”, es decir, puestos de control donde cada individuo que entraba o salía de la ciudad debía mostrar las llamadas “boletas de sanidad” que garantizaban su estado de salud.

Ya sea por su destacada labor en la lucha contra la epidemia o por una simple coincidencia, San Martín, quien no sufrió contagio, fue ascendido a Capitán el 2 de noviembre de 1804. En su Foja de Servicios emitida por el Ejército Español en 1809, puede leerse junto con otras acciones de combate y en igualdad de ponderación, su actuación “en el contagio que sufrió la plaza de Cádiz en 1804”.

Epidemia en tiempos de revolución

Con el inicio de la guerra por la emancipación en América en 1810, las epidemias hicieron estragos en las tropas revolucionarias. Así lo vivió el Ejército Auxiliar del Alto Perú en 1811 y 1812, que fue afectado en gran parte por el paludismo y otras enfermedades tropicales. Manuel Belgrano debió solicitar desesperadamente el auxilio de médicos y medicinas para lograr salvar la vida de sus oficiales y soldados. San Martín conoció esta realidad personalmente cuando se hizo cargo de ese Ejército por poco tiempo en 1813.

Cuando San Martín comenzó a formar el Ejército de los Andes en Cuyo en 1814, una de sus preocupaciones principales fue dotarlo de los mecanismos y recursos sanitarios para evitar la aparición de enfermedades y epidemias entre sus soldados y entre la población civil…

Siendo un militar profesional, formado en la academia española en tiempos napoleónicos, San Martín sabía que cualquier regimiento o ejército debía contar con un cuerpo de médicos apropiado y con las medicinas indispensables para asegurar la salud de las tropas. Él mismo había sufrido las consecuencias de comandar una fuerza militar sin contar con auxilio médico tras sufrir heridas y luxaciones en el Combate de San Lorenzo en febrero de 1813.

Es por ello que cuando comenzó a formar el Ejército de los Andes en Cuyo en 1814, una de sus preocupaciones principales fue dotarlo de los mecanismos y recursos sanitarios para evitar la aparición de enfermedades y epidemias entre sus soldados y entre la población civil. Sin embargo, frente a la carencia de recursos y materiales médicos existentes en Cuyo, cabe preguntarse entonces cómo logró San Martín este objetivo. En primer lugar habría que recordar que ejercía la autoridad civil y política como Gobernador Intendente de Cuyo y pudo movilizar los escasos recursos médicos y sanitarios de las jurisdicciones de Mendoza, San Juan y San Luis brindándoles una extraordinaria eficiencia. Además, logró incorporar personal médico proveniente de Buenos Aires y Chile y aumentar el volumen y variedad de medicinas.

Medidas precursoras

San Martín ejerció con mano férrea su autoridad y dictó una serie de medidas que la población civil cuyana y las crecientes fuerzas militares debían cumplir en forma estricta: reglamentó la presencia de perros en las ciudades para evitar la propagación de la hidrofobia (la rabia no tenía vacuna en esa época) haciendo responsable al dueño de cada animal que debía estar atado o de lo contrario sería sacrificado; desecó algunos pantanos y ciénagas para evitar contagios a través de los insectos previniendo la malaria y otras enfermedades; estableció Hospitales Antivenéreos en el Cuartel de Artillería y el Cuartel de Granaderos a Caballo, que funcionaban también como dispensarios; aisló a las tropas de la población civil creando campamentos como en El Plumerillo en Mendoza o Las Chacras en San Luis; mejoró el abastecimiento de agua a las poblaciones y postas como en La Dupuyana en San Luis; hizo obligatoria la vacunación contra la viruela en todo Cuyo, entre otras.

El 17 de diciembre de 1814 San Martín emitió un bando donde volvía obligatoria la vacunación contra la viruela…Los vacunados quedaban registrados y aquellos que se negaban o resistían, eran forzados a vacunarse…

Sobre la vacuna contra la viruela, San Martín se plegó a una novedosa tendencia mundial. Desde su aparición en Inglaterra en 1796, el uso de esta vacuna se había difundido por gran parte Europa y América. En el Río de la Plata comenzó a aplicarse hacia 1805 por medio de campañas donde se inoculaba a la población en forma directa desde otro paciente vacunado. El 17 de diciembre de 1814 San Martín emitió un bando donde volvía obligatoria la vacunación contra la viruela, enfermedad que aparecía con frecuencia en Cuyo. Para ello se valió inicialmente del auxilio de ocho religiosos betlemitas que aprendieron a cultivar y colocar la vacuna. El objetivo era proteger gratuitamente a toda la población. Los vacunados quedaban registrados y aquellos que se negaban o resistían, eran forzados a vacunarse a través del poder de policía.

Desembarco de José de San Martín, Libertador del Perú, en la Bahía de Paracas en 1820.

Con respecto al personal médico el panorama era complejo. Al comienzo de la Revolución había algunos médicos en San Juan y Mendoza, pero no en San Luis. También se sumaba un problema de profunda significación política, pues la mayoría de estos médicos se mostraron poco propensos a abrazar la causa revolucionaria. San Martín desconfiaba de éstos, por lo que procuró su auxilio, que juzgaba indispensable, pero manteniendo vigilancia sobre su conducta.

Un cuerpo de médicos a caballo

Para aumentar la capacidad médica y sanitaria disponible en Cuyo, San Martín logró la incorporación de nuevos médicos. Así, su médico personal, el pardo chileno Juan Isidro Zapata, asumió responsabilidades sanitarias de la Intendencia, junto a un reducido grupo de barchilones (prácticos o estudiantes de medicina) y enfermeros. A este grupo se le sumó Anacleto García Castellano y el médico inglés Diego Paroissien, quien ya contaba con experiencia como médico de campaña por haber servido en el Ejército Auxiliar del Alto Perú y al que se le otorgó grado militar como Teniente Coronel. 

A falta de médico en San Luis, San Martín solicitó al gobierno central de Buenos Aires el envío de uno. Así, en 1816 arribó Valerio Arditi, médico y cirujano italiano formado en la Universidad de Pavia, quien ya había participado como médico de campaña en las fuerzas de José Gregorio de Artigas y del sitio de Montevideo. Al parecer su permanencia en San Luis fue breve pues hacia 1817 ya no se encontraba en la ciudad.

Cuando la Expedición Libertadora del Perú partió del puerto de Valparaíso, el 20 de agosto de 1820, se extremaron los cuidados sanitarios pues el ambiente de hacinamiento que se vivía dentro de los barcos era propicio para la aparición de enfermedades y epidemias.

El Cruce de los Andes y la Campaña de Chile demostraron que el dispositivo médico y sanitario de campaña (Cuerpo Sanitario Militar, hospitales y dispensario de campaña, sistema de evacuación de heridos, acopio de alimento y abrigo para las tropas), impulsado por San Martín pudo dar respuesta a gran parte de los requerimientos de la medicina de guerra según los parámetros de la época.

Sin embargo, la preparación de la Expedición Libertadora al Perú presentaba nuevos desafíos, pues una campaña marítima era desconocida para tropas acostumbradas al combate en tierra. Cuando la Expedición partió del puerto de Valparaíso, el 20 de agosto de 1820, se extremaron los cuidados sanitarios pues el ambiente de hacinamiento que se vivía dentro de los barcos era propicio para la aparición de enfermedades y epidemias. Esta posibilidad aumentaba si se tiene en cuenta que las tropas en muchos casos viajaban junto con los valiosos caballos que se llevaban para el desembarco y el ganado que se faenaba para alimentar a los soldados.

Salud para la independencia

Tras el desembarco en Paracas y acampando la mayor parte del Ejército Unido en Huaura al norte de Lima, en enero de 1821 comenzó una grave epidemia de la llamada “fiebre terciana” que algunos historiadores de la medicina relacionan con el paludismo o malaria, aunque otros sostienen era fiebre amarilla. Esta epidemia llegó a alcanzar a la mitad del Ejército favorecido por la posición defensiva que había adoptado San Martín en su estrategia de derrotar al poder realista de Lima sin combatir.

Gracias al aporte de medicinas, la ayuda de algunos médicos y religiosos peruanos, y la baja de las temperaturas, hacia mayo la epidemia comenzó a menguar y San Martín pudo completar su misión proclamando la Independencia del Perú

Si bien el Valle de Huaura era fértil y ofrecía pasturas para los animales y comida para las tropas, la humedad y el calor de la costa peruana en verano, sumado a las malas condiciones de habitabilidad del campamento y la falta de aclimatamiento de las tropas a esas condiciones de vida, generaron un ambiente propicio para la expansión de la epidemia. En estas condiciones las tropas no podían marchar ni combatir, lo que comprometía en alto grado la estrategia sanmartiniana. El doctor Paroissien y su cuerpo médico no pudieron evitar una alta mortandad entre soldados y oficiales, incluso el propio San Martín enfermó gravemente. En marzo de 1821 escribió a O’Higgins: “Mi salud está sumamente abatida. Antes de ayer me levanté después de siete días de cama”.

Sin embargo, gracias al aporte de medicinas, la ayuda de algunos médicos y religiosos peruanos, y la baja de las temperaturas, hacia mayo la epidemia comenzó a menguar y San Martín pudo completar su misión proclamando la Independencia del Perú en la ciudad de Lima, el 28 de julio de 1821.