La Aldea Antigua

EL NIÑO Y EL HOGAR POR EL DR. LIBER

Nota publicada en el Diario La Opinión el martes 7 de septiembre de 1920

Todo el mundo en los días que corren hoy oye y lee mucho acerca de la importancia del aire libre para la salud del cuerpo, pero muy poca gente tiene el valor de admitir que la mayor parte de su tiempo lo pasan dentro de casa, aunque esta es la realidad, la costumbre de la mayoría de los hombres civilizados de las ciudades y de muchos de los que habitan en el campo.

La vida puertas afuera no es sólo saludable para el bienestar y el debido funcionamiento de los órganos del cuerpo, es también necesaria para el desarrollo de la mente, para la comprensión de sus relaciones entre nosotros y el mundo, para la ampliación de nuestras ideas.

Vestido suelto

No espere que el niño permanezca limpio después de algunas horas de juego,pues lo mismo podría usted esperar de un albañil que estuviese limpio después de un día de trabajo. Y del mismo modo que un carpintero no se va con su traje de domingo durante su trabajo,su niño tampoco debe estar vestido de modo que al ensuciar su ropa sea un sacrilegio.

Obligarlo a estar vestido de modo que no pueda moverse libremente es un crimen. Él no es un muñeco y le es indiferente que su estúpida madre se avergüence de que su aún más estúpido vecino confunda los hábitos de trabajador del niño con una indignación a la suciedad.

En cuanto a los peligros que rodean toda clase de experimentos y aventuras, incluso el trabajoso juego del niño, no hay por qué negarlos. Pero mirando bien las cosas hay mayor peligro en eliminar toda posibilidad de daño, y el niño debe pagar el precio sin el cual no podría aprender nada.

No debe usted nunca tratar de que su manera de jugar se ajuste a sus ideas sobre lo que debe ser el juego de un niño

Él debe llevar golpes. La misión de los padres es impedir toda seria ocasión de grave daño personal, lo que después de todo es poco frecuente como saben bien los expertos, la única manera de que el niño aprenda a librarse de accidentes es lidiando con ellos por sí mismo.

Todo niño sano es alborotador, no porque guste de molestar a los adultos sino porque tiene que ser así. Esos no pueden evitar el ruido. Antes de aplicarle algún castigo a un niño o de regañarle severamente deténgase un momento y medite. Esos son niños, no son tan viejos como usted, no puede ser grave y mesurado, tienen que estar alegres y en movimiento.

Y luego calcule usted cuánto gana con su alegría, cuánto levanta esa su propio espíritu en circunstancias normales.

Que invente su juegos

Retrato de un niño con su juguete preferido en brazos, en una vivienda humilde del interior de San Luis, hacia 1920. Foto José La Vía.

Nunca le enseñe usted al niño juegos que él no le haya pedido que le enseñe o en los cuales usted no pueda volverse para él un verdadero y cordial compañero.

Déjelo que invente los juegos, déjelo jugar irregularmente, deje que los otros niños le enseñen, dejele ser original como sea  posible. Si usted le ve a improvisar un juego que le parece a usted extraño o absurdo o que no tiene sentido para usted, no intervenga.

No debe usted nunca tratar de que su manera de jugar se ajuste a sus ideas sobre lo que debe ser el juego de un niño.

Pero en todo caso, lo principal es que se sientan felices. Las reglas suyas no son buenas para el niño.

Si él las observa, ya no se siente como si estuviera jugando, son reglas de cabezas viejas con opiniones viejas.