La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

HUMANO SE NACE


El 30 de septiembre, a los 88 años, moría el humorista gráfico Joaquín Salvador Lavado, conocido como “Quino”. El día anterior Mafalda, su creación más famosa, cumplía 56 años. Ella y su legado siguen vivos

Agustina Bordigoni

“Al son de esta nana nace, en 1932, en Mendoza (Argentina) un bebé llamado Joaquín Salvador Lavado Tejón, ‘Quino’, de padres andaluces.

Como papá y mamá son españoles, ‘todos los españoles son personas estupendas’.

Pero a los cuatro años (1936) el pequeño Quino descubre que andan por ahí unos españoles malísimos, que están matando a los españoles buenos.

Alemanes, italianos, curas y monjas son personas malísimas porque están de parte de los españoles malos.

En cambio hay catalanes que han dejado de ser malos y ayudan a los españoles buenos.

1939: ¡Sálvese quien pueda! Han ganado los malos.

Pero el pequeño Quino ya va a la escuela y allí aprende que los que son buenos de verdad son los argentinos.

Para intentar deshacer el embrollo, el pequeño Quino se pone a dibujar, en silencio.

Hablando se arriesga uno a decir cosas equivocadas sobre el bien y el mal.

Hacia finales de 1939 el panorama se complica: los ingleses, que eran malísimos porque habían robado las Malvinas y Gibraltar, ahora son buenos porque defienden al mundo de la agresión alemana, italiana y nipona (1941).

También los norteamericanos son buenos.

En 1945 Quino empieza a estudiar dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Mendoza.

En 1954, tras enterarse de que los italianos, los alemanes y los japoneses no son al fin y al cabo tan malos, y que los ingleses, los norteamericanos y los franceses tampoco son tan buenos, se traslada a Buenos Aires, donde empieza a publicar sus viñetas.

En 1960, Quino se casa con Alicia, de origen italiano, y descubre la bondad de ese pueblo estupendo.

Su carrera como dibujante humorístico se afirma con Mundo Quino (1963), su primer libro, y en 1964 nace Mafalda, una niña que intenta resolver el dilema de quiénes son los buenos y quiénes los malos en este mundo”.

No hay mejor manera de contar la vida de Quino que tomar su propia versión de los hechos. Así sintetizaba su paso por el mundo quien se convirtió en el lenguaje universal del humor. En el humor universal que el lenguaje no es capaz de transmitir. En la crítica y la visión más real de lo que significa el bien y el mal: eso sobre lo que creó en silencio, pero que tomó voz propia en el mundo.

Joaquín Salvador Lavado Tejón (Quino).

Sin caer en la injusticia, podríamos decir que su obra ya no le pertenece. Porque es y será patrimonio de la humanidad y de los argentinos, sobre todo de los verdaderamente buenos.

De 1954 a 2020

El primer dibujo de Quino fue publicado en el semanario “Esto es”, de Buenos Aires. A esa provincia había decidido emprender viaje cuando tenía 18 años, para empezar a hacer carrera. Fue en el año 1954, un momento que él mismo definió como “el más feliz de mi vida”.

Desde entonces sus dibujos no dejaron de publicarse. En 1963 llegaría por fin el primer libro, “Mundo Quino”.

Quino no solo es Mafalda: la crítica social a través del humor no es propiedad de ese personaje que, aunque tan querido, le debe su mérito a un autor que le dio vida también a otras historias. Unas historias que no aceptan doble moral, algo tan común de todos los tiempos.

Un año después, en 1964, crearía a un personaje que tomaría vida propia haciéndolo universal: Mafalda, la niña destinada, según él, a dirimir el asunto entre el bien y el mal.

Ella cuestionaría desde los preceptos y mandatos sociales, hasta la política nacional e internacional, pasando por temas como la economía, las constantes crisis del país y las cuestiones que se asumían como verdades absolutas. Y, si bien fue publicada en la década del 60, sus reflexiones son tan actuales que nos hacen reír hoy, pero también pensar sobre lo poco que evolucionamos: sus chistes son la demostración de lo cíclico de la historia, del sentido crítico que, aunque cada vez resuene más fuerte, todavía es necesario.

Las reflexiones de Mafalda pudieron leerse por primera vez el 29 de septiembre de 1964 en el semanario Primera Plana, para luego pasar a El Mundo y conquistar así a gran parte del planeta.

La tira dejó de publicarse en 1973 por decisión del propio autor, un poco cansado de tener que pensar todos los días un tema diferente. Pero, claro, el personaje no murió. Sus libros se siguieron reimprimiendo y siendo una novedad para las generaciones que vendrían después. Las que vendrán, seguramente, aprenderán tanto como aprendimos los adultos.

Pero, para ser justos, debemos decir que Quino no solo es Mafalda: la crítica social a través del humor no es propiedad de ese personaje que, aunque tan querido, le debe su mérito a un autor que le dio vida también a otras historias. Unas historias que no aceptan doble moral, algo tan común de todos los tiempos.

Más que un personaje

“Boris guarda dentro de sí un secreto. Un secreto que le roía el alma y atormentaba su espíritu. Un secreto que no podía revelar a su esposa porque, horrorizada, dejaría de ser su esposa. Ni a su mejor amigo, porque allí terminaría su amistad. Ni tampoco al cielo, por temor a una eterna punición divina…

A punto de enloquecer, una noche Boris decidió poner fin a tan insoportable situación. Buscó el árbol más alto del pueblo, y durante horas le contó en un incesante murmullo todo su secreto. Regresó a casa y durmió muy larga y desahogadamente con desconocida placidez.

Desde entonces la brisa que pasa por aquel árbol lleva a oídos de todos el secreto de Boris. Pero Boris pasea tranquilo porque sabe que, en su soberbia, al género humano no le interesa comprender nada de lo que cuentan las demás especies”. El texto corresponde a una de las viñetas recopiladas en el libro “¡Cuánta bondad!” (2014), un título sugerente que sigue hablando de aquello de lo que Quino hablaba en su autobiografía: la cuestión del bien y del mal. Así también algunos títulos que se centrarían en el otro lado de la cuestión, como por ejemplo “¡Qué mala es la gente!” (2005).

Podríamos decir que en eso se resume su humor, y el humor en general: señalar lo que está mal y lo que está bien, ser capaz de reírse de ambos y reflexionar acerca de eso. Una sonrisa no siempre viene acompañada de una carcajada. A veces –lo cual es mucho más valioso– puede seguir con un pensamiento profundo.

Legados

Así como humano se nace, humano también se hace. Tal reza el nombre de un libro de los tantos de Quino, y tal es también el dicho popular.

Quino se hizo Quino porque no tiene igual en el mundo, y su pérdida significa mucho para la historia del humor en general, sobre todo del argentino. Pero, como sucede con los grandes, su partida significa el fin de la vida del artista, no así de su arte. Alberto Bordigoni, humorista gráfico, cuenta que el principal legado de Quino ya puede verse en las nuevas generaciones.


“Mi nieta mayor lee una y otra vez el libro ‘Todo Mafalda’ cada vez que viene a casa. Fomentar la lectura y generar un espíritu crítico en los más chicos es posible gracias a un humor que es tan simple como complejo a la vez, al alcance de todos”.
Alberto recuerda dos ejemplos de esa simplicidad y complejidad: un chiste en el que una mano blanca sale de un auto lujoso y entrega una moneda a un niño negro. “El auto se llama Lincoln”, señala, en clara alusión a Abraham, el presidente que abolió la esclavitud. “Lo bueno (y lo malo) de todo esto, es que el chiste tiene tanta validez como en 1963, cuando fue publicado”.
La otra viñeta, de la misma temática, muestra a un niño negro pintando la estatua de la libertad como un payaso. Una crítica social profunda que lo caracterizó a lo largo de su carrera.
“La complejidad de la crítica y la simplicidad del dibujo (muchas veces los chistes de Quino eran mudos) hace que tanto un niño como un grande puedan comprenderlo, aunque comprendan cosas muy distintas. Por lo tanto, el legado ya está presente mucho antes de su partida”.

 

Gracias a Alberto (mi padre), yo también pude conocer y entrar desde pequeña en el maravilloso mundo de Quino. Disfrutar de cada viñeta, reír y seguir entendiéndolo cada vez más.
Así como la mía, es muy probable que la mayoría de las familias del país tengan algún Quino dando vueltas por su casa. Y, como cada uno de sus chistes, eso tendrá un significado particular para cada persona: una tarde, una conversación, una anécdota o una risa compartida. También, por qué no, un aprendizaje de la historia y una lección para el futuro.
Pero hay algo que es seguro: nunca será una simple vuelta de página.