Expresiones de la Aldea, San Luis

LEVO TRISTÁN

Por Jorge Sallenave

LA CANOA COMIENZA A TOMAR FORMA

Yo me encargo de la comida, así buscás las cosas que te quedan en la choza –dijo Gumersindo.

—Las pocas cosas que tengo las guardaron los niños esperando que el sol pegue fuerte así se secan.

—De acuerdo, pero aun así te conviene echar una mirada a la cocina para que sepás dónde guardo las cosas.

—Antes te tengo que decir algo. Yo tengo un cliente que me pide lo atienda al mediodía. Supongo que lo sabés, porque de otra manera mis hijos no se hubieran escapado para venir a verte. Por supuesto que nos los dejo sin comer, es cuando regreso. Mi vida no es la tuya que ni bien aparecen les prestás toda la atención, incluido hacerles de comer.

—Es conveniente que los niños no sufran necesidades —dijo Gumersindo.

—No estoy de acuerdo. Ni siquiera pude terminar la primaria. Mi madre era dura, hasta me pegaba. ¿Por qué suponés que me dediqué a la prostitución cuando tenía muy pocos años? Necesitaba liberarme del grupo familiar y antes de ser mayor de edad me dediqué a este trabajo. Es una manera de defensa. Tener valor cuando sos atacado. Saber luchar. De alguna forma yo actúo con mis hijos como lo hacía mi madre conmigo. Pude formar pareja, pero tampoco lo hice porque no me gusta depender de los demás.

—Mirá Silvia, sos una mujer linda, pero tendrías que aflojar con tu mal carácter —dijo Gumersindo.

—Tampoco dependeré de vos. En el momento que tengás una avivada me iré con mis hijos, por más que deba cubrirme con los árboles.

Comieron. Apenas terminaron Gumersindo pensó que los próximos días era buen momento para ir a ver la canoa.

Tres días más tarde recorrió la selva hasta llegar a la casa de Toby. Una canoa terminada se encontraba frente al gran tronco.

El árbol usado había perdido su corteza y se mostraba con un pulido excelente desde afuera. El mismo tipo de pulido cubría el interior, los dos asientos y los remos. Toby salió de la casa.

—¡No lo puedo creer!, me has hecho una canoa muy bella.

—No solo es trabajo mío. Los monos han trabajado día y noche, también el extranjero —respondió Toby—. Ahora viene la parte más difícil. Tenés que aprender a remar.

—¿En qué tiempo calculás que estaré en condiciones de cruzar el río?

—Si empezás mañana, en un mes y medio o dos podrás hacerlo. Siempre y cuando reforcés los músculos.

A la mañana siguiente Gumersindo se presentó temprano en la casa de Toby. La canoa no estaba.

—¿Y la canoa? ¡No me digás que la desarmaste!

—La canoa se encuentra en un riacho que se desprende del gran río hasta una laguna. Ese lugar tiene ventajas, ningún policía intentará ingresar a él. En primer lugar, porque el riacho tiene muchas curvas y es de poca profundidad para los barcos que ellos usan. En segundo lugar, es tan frondoso que es fácil perderse. Mejor lo ves y tomás la primera lección —comentó Toby.

“El sueño” de Henri Rousseau, 1910.

Caminaron por la selva hasta el lugar que tan bien había descripto Toby. Subieron a la canoa y Toby comenzó a remar. A Gumersindo no le pareció difícil y le pidió a su compañero que lo dejara remar.

—Te llevarás puesto parte del túnel.

Como lo dijera Toby, no bien Gumersindo empezó a remar fue a incrustarse con un grupo de árboles que hacían más dificultoso el camino.

—No quiero saber a dónde irás a parar apenas llegués al río grande. Tenés que remar en contra de la corriente para salir en línea recta a la ribera del frente.

—Tengo dos meses para aprender. Me tengo fe.

—Yo no te la tengo —respondió Toby.

Tuvo razón. En especial cuando ingresaban al gran río donde Gumersindo debía remar contra la corriente. La canoa se le cruzaba y tomaba a favor de la corriente, en dirección a la policía que custodiaba la frontera con el vecino país.

Ante las dificultades, Gumersindo le propuso a Toby si podría contratarlo para que atravesara el río dos o tres veces por semana.

—Plata no tengo —aclaró.

—Será divertido —se limitó a responder Toby—. Siempre y cuando no me metás en negocios turbios.

—¡Ni se me ocurre! De alguna forma, te sentirás haciendo una acción que te llenará de orgullo.

VISITA AL PELA Y PEDIDO DE AYUDA

Apenas ingresó al negocio, el Pela, que escuchaba radio, le comentó sobre la peste.

—Cada día que pasa la enfermedad se vuelve más agresiva. Temo que el país se divida. Cada provincia solo tiene en cuenta librarse de ella y se separa del resto.

—No tengo duda que eso pasará. Quizás nunca fuimos una nación. Te aconsejo que no escuchés las noticias de la peste. No podés hacer nada y te mortificás al pedo.

—¿Qué te trae? Supongo que por una compra no venís. Tal vez solo te interesa conversar o pedirme un consejo. A lo mejor te interesa comer pescado de río.

—No adivinarás. Te ahorro el trabajo. Vengo a pedirte dinero.

—Depende del interés que pensás pagar, querido Gumer.

—No fui claro. Necesito dinero y no está en mis planes devolverlo.

—¡Yo no soy millonario! Perdonarte el alquiler es suficiente.

—Apenas sepás para qué lo necesito te ablandarás.

—Te escucho.

—Planeo que los niños de Silvia vayan a la escuela.

—La más cercana está a muchos kilómetros de aquí.

—En nuestro país sí, pero en el vecino no bien cruzás el río.

—La conozco. También conozco al único empleado que tiene: es maestro, director, personal de limpieza y el resto de las tareas. Se llama Cecil. Algunas veces compra en este negocio. ¿En qué forma pensás llevarlos?

—Ya tengo una canoa y Toby me ayudará, él se encargará de remar y cruzar el río.

—La verdad que no te veo a vos haciéndolo.

“La Rivera” de Henri Rousseau.

—No es la primera vez que escucho algo semejante, algún día me daré maña —respondió Gumer.

—Has pensado que esos niños no tendrán título.

—Mi intención es hacerlos concurrir dos o tres veces por semana, según pueda. Los títulos no me interesan, pero si Cecil les presta atención, ellos aprenderán a leer, escribir y matemáticas. Quién sabe si algún día no se les ocurre ir a una ciudad y dedicarse al estudio.

—¿Lo hablaste con Silvia?

—Aún no. Tengo que estar preparado para poder hacerlos cruzar el río. Ahí es donde entrás vos con el dinero.

—Esperá un segundo, que unos pesos te voy a dar. Ni para vos ni para Toby. A Cecil le interesará recibir unos pesos para dedicarse lo mejor que pueda a los hijos de Silvia.

—Daba por sentado que en el vecino país se actúa igual que en el nuestro, pero yo necesito que me regalés algo más.

—Lo dicho, me ves cara de millonario.

—Para mí es indispensable que esos niños lleven salvavidas, por si la canoa se da vuelta. También yo lo necesito porque ese río me tragará sin remedio, si se tiene en cuenta que nunca nadé.

—Dalo por hecho.

(Sexta entrega)


Levo Tristán es el último cuento del escritor sanluiseño y referente de las letras puntanas, Jorge Sallenave. Será publicado, en exclusiva, en La Opinión y La Voz del Sud durante 9 entregas todos los domingos en el semanario papel desde el 13 de septiembre. La historia esta vez no transcurre en San Luis y Jorge prefiere que sea cada lector quien imagine el lugar.  
Como tantas veces en la vida, las personas necesitan que alguien los salve y salvar a otros, en estos vaivenes, ni la “mala suerte” derrumba la esperanza.
En tiempos de pandemia Sallenave continúa escribiendo y es algo para celebrar.

Dejamos aquí los accesos a otras entregas por si te lo perdiste o querés releer.

1era entrega: https://laopinionsl.com.ar/2020/09/13/levo-tristan/

2da entrega: https://laopinionsl.com.ar/2020/09/21/levo-tristan-2/

3era entrega: https://laopinionsl.com.ar/2020/09/29/levo-tristan-3/

4ta entrega: https://laopinionsl.com.ar/2020/10/05/levo-tristan-4/

5ta Entrega: https://laopinionsl.com.ar/2020/10/12/levo-tristan-5/