Expresiones de la Aldea, San Luis

VUELTA Y MEDIA


De escritor a escritor

Jorge Sallenave es un personaje literario que acecha en las calles de San Luis.
Es un personaje, porque trasciende las épocas.
Es literario porque escribe mientras respira.
Es de San Luis, y en cada párrafo honra a su tierra con historias memorables.
 
Generalmente, la ejecución del cuento implica que la trama triture al personaje. Allí reside la maestría del narrador. Tres ejemplos sensibles son; El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, Encender una hoguera, de Jack London y, Los regalos perfectos, de O. Henry.
 
En la novela, los personajes desenredan la trama. Hasta adquirir un nombre: Don Quijote, Jean Valjean, Rodion Raskólnikov, Ignatius Reilly.  
 
Vuelta y media no es un cuento. Es una novela breve repleta de voces polifónicas. La trama continúa mucho tiempo después de haber concluido la lectura. Es intensa, cínica, provocadora. Siempre tensa.
Al acecho.
Posee la maestría de haber sido ejecutada en cuarenta páginas. Por un personaje literario de San Luis, llamado Jorge Sallenave.

Pedro Bazán
 

Vuelta y media

DEDICADO a mi pueblo de San Luis

Por Jorge Sallenave

Rolando Espiña decidió pasar por la casa de Gregorio Ángel. Como todas las siestas después de almorzar, él practicaba tirando la taba. Antes de comer ponía en condiciones la cancha con dos pedazos de soga a unos diez metros aproximadamente. Luego humedecía el barro para formar los quesos donde debía caer la taba, después de dar vuelta y media para obtener un tiro perfecto. Tomaba el astrágalo de la parte de la suerte para evitar que cayera de tal forma como se denominaba el anverso: culo.

Los jugadores menos experimentados preferían arrojar con dos vueltas sin obtener resultados visibles.

—¿Qué te trae por acá?  —preguntó Ángel.

—Te hago una propuesta, he comprado diez números de lotería, un entero, como le dicen, y quiero compartirlo con vos y Eli.

—Un montón de años atrás, un ministro dijo que el juego es para los tontos. Mejor aprendés a tirar la taba para ganarte unos pesos, sin tener en cuenta adivinar los números de tu lotería. Pasarás la vida apostando sin ganar nada, como le sucede a la mayoría.

—Te prometo dividir el premio con vos y tu esposa Eli. Son millones de pesos.

Eli apareció por la puerta de la cocina.

—¡Hola Rolando! —saludó la esposa de Ángel.

—Nuestro amigo está a punto de ganar la lotería.

—Todo es posible. Alguien la gana ¿por qué no puede ser nuestro amigo?

—Yo le tengo fe a la taba —contestó Ángel.

—Monedas… Tal vez la suerte nos cambie con la lotería.

—La taba no es un juego de azar —afirmó Ángel.

—He escuchado que repartirá el premio. No dejaré que cambie su promesa. Si gana, la mitad es de nosotros y comenzaremos a viajar.

—¡Felicitaciones Eli por tenerme confianza! Lo prometido será cumplido —dijo Rolando.

—Así lo espero, si no cumplís me conocerás cuán mala soy si alguien me engaña.

—Dejame que imagine… Con premio o sin premio vamos a comer, tomar buen vino y el café batido que hace Eli —ironizó Ángel.

—Prefiero ganar un gran premio que seguir observándote tirar la taba —respondió Eli.

—A la taba no la olvidaré nunca, ni se te ocurra princesa.

Se querían mucho, los años vividos les daban más fuerza.

Rolando no había tenido esa suerte, su esposa murió antes de cumplirse un año de casados. Ángel y Eli decidieron casarse meses más tarde sin advertir que Rocío, la esposa de Rolando, cargaba una enfermedad terminal.

Una sólida amistad nació entre ellos. Trabajaban en una misma central telefónica donde atendían las quejas de los usuarios, hacían de telefonistas y hasta de cadetes si al gerente de la sucursal se le ocurría.

Los grandes emporios suelen cambiar empleados sin dar muchas explicaciones. El gerente de la sucursal dejó de concurrir a la oficina. Fue a cobrar su indemnización y desapareció. Le tocó a otro hacerse cargo. Rolando Espiña se hizo conocer con agentes intermediarios. Para su sorpresa ocupó el lugar de gerente.

Quien no había hecho carrera fue Ángel. A él solo le interesaba ser profesional de taba. Rolando, con la escasa autoridad que tenía, solicitó que Ángel fuera nombrado su secretario. La autorización llegó desde lejos con una simple nota donde se le advertía que en caso de incompetencia, él y Ángel serían despedidos.

Ángel le agradeció el trabajo que se tomaba, pero se negó a aceptar el puesto.

—Eli te lo agradecerá, ganarás varias veces más que con la taba. Trabajarás por la mañana y si necesitás concurrir a un campeonato de taba te daré franco o asueto.

Ángel aceptó después de ver la alegría que demostraba Eli. Curiosamente cuando despidieron a Rolando, también hicieron lo propio con Ángel. A ambos les pagaron la indemnización.

—Tu intención de ganar la lotería no me convence –comentó Ángel.

—Más tarde o más temprano acertaré. Me siento preparado para ser un hombre muy rico.

Ese día Rolando llegó por la mañana, cuando Ángel todavía hacía los quesos para tirar la taba.

—Supuse que no te encontraría. Mi intención era ver a Eli. ¿Por qué no la llamás?

Ilustración de Stefano Vítale.

Eli salió por la puerta de la cocina.

—¿Qué necesitás? —preguntó.

—Rolando quiere verte.

—En realidad los necesito ver a ambos, miren lo que traigo acá.

—El diario – respondió Eli.

—El diario de esta mañana. ¿Pueden prestarle atención al sorteo de anoche?

—La esposa de Ángel tomó el diario.

—Me gustaría que comparen con este entero de lotería —comentó Rolando, buscando en sus bolsillos el billete.

Eli hizo la comparación y lo confirmó dos veces.

—¿Te fijaste que no fuera una copia? —preguntó Ángel—. Justo él, que hace unos meses me dijo que ganaría la lotería.

Eli no le prestó atención. Se limitó a agradecer a Santa Mónica, una mujer que fue santificada porque luchaba por todas las mujeres que sufrían un matrimonio desdichado.

Ángel no entendía la devoción de su esposa, en especial porque durante los años que llevaban casados jamás la había dañado.

—Dejame ver —dijo Ángel.

El primer premio coincidía con el número entero que mostraba el diario.

—¿No es una broma?

—¡Ganamos! ¡Es imposible contar tantos billetes juntos! —dijo Rolando.

—¿Dónde cobrarás esa fortuna? —preguntó la esposa de Ángel, mientras colocaba vasos y cubiertos.

—Tendremos que ir a la provincia que dicta la lotería.

—¿Cómo que tendremos? —quiso saber Ángel.

—Olvidate de buscar trabajo ¡ahora sos millonario! —aclaró Rolando.

—Si es por la promesa que me hiciste, olvidalo porque es algo tuyo.

—Querida Eli, somos socios y nos obliga a trabajar juntos.

—¿El Estado mete mano? —preguntó Ángel.

—Un porcentaje alto, ignoro el monto.

—¿Qué haré con mi canchita de taba?

—Te sobrará capital para elegir un lugar. En especial en la misma capital nacional. En esta ciudad pequeña deberás soportar a los pedigüeños y hasta es posible que te roben.

—En la capital nacional la inseguridad es mayor —retrucó Ángel

—Solo pasaremos unos días en la gran ciudad. A partir de allí trataremos de encontrar un paraíso fiscal donde, por supuesto, debemos viajar.

—Yo no tengo idea de abandonar mi ciudad por pequeña que sea, te acompañaremos a cobrar, nos tirás unos pesos y asunto concluido —dijo enfáticamente Ángel.

—Mi esposo tiene razón, lo tuyo es tuyo. Reitero que tu promesa de repartir carece de valor —comentó Eli.

—Si no me acompañan tal vez cambie de opinión.

(Primera entrega)