La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

UNA RUPTURA CON FUERZA DE LEY

El 3 de enero de 1961 los Estados Unidos rompían formalmente sus relaciones diplomáticas con Cuba. Avances y retrocesos de una relación estancada

Agustina Bordigoni

Con su triunfo, el 8 de enero de 1959, comenzaba en Cuba la más persistente de las revoluciones y el más duradero de los bloqueos. Para el país la salida de Fulgencio Batista, aliado de los Estados Unidos, significó un nuevo comienzo, propio de la definición de lo que implica una verdadera revolución. Para el país norteamericano, esa misma huida (y sobre todo lo que vendría después) tomaba una dimensión especial en un contexto de Guerra Fría.

El mundo, dividido en bloques de poder o en esferas de influencia, se convirtió en un tablero de ajedrez. Cada movimiento, cada cambio de posición de alguna pieza, era observado con atención por quienes se disputaban la supremacía mundial.

La revolución cubana, que además sería tomada de ejemplo por otros países, no podía quedar por fuera de esa visión. Mucho menos después de que declarara su carácter socialista, en abril de 1961.  

La Guerra Fría terminó, los Estados Unidos se erigieron como la potencia hegemónica única e indiscutible, pero las relaciones diplomáticas con Cuba continuaron rotas y el bloqueo impuesto en 1962 se convirtió en ley en 1992 (Ley para la Democracia en Cuba), aún después de la caída del Muro de Berlín y la posterior disolución de la Unión Soviética.

Entonces, y a pesar de quedarse sin su aliado estratégico, la más perseverante de las revoluciones siguió en pie. Inició en ese momento un período denominado “especial”, que fue especialmente duro en lo económico.

Podríamos afirmar que la tenacidad revolucionaria se convirtió  luego en obsesión para los diferentes gobiernos de los Estados Unidos que, acostumbrados a tratar con líderes mucho más manejables que Fidel, pudieron hacer lo que en Cuba no: propiciar golpes de Estado, revueltas populares y, en definitiva, la salida de mandatarios poco convenientes con diferentes métodos mucho más violentos.

Las revoluciones de Bolivia (anterior a la cubana, en 1952) y la de Nicaragua (de 1979) llegaron a su fin incluso antes de la caída del bloque soviético.

Es probable que en el caso cubano, tanto la tenacidad como la obsesión fueran incomprensibles la una sin la otra. Como retroalimentación, como acción o reacción, la historia bilateral está plagada de ejemplos.

El eterno mientras tanto

Entre la 1 y las 2 de esta madrugada, el Gobierno de Cuba entregó al Encargado de Negocios interino de la Embajada de Estados Unidos en La Habana una nota indicando que el Gobierno cubano había decidido limitar a once personas el personal de nuestra Embajada y Consulado en La Habana. Se concedieron cuarenta y ocho horas para la salida del país de todo nuestro personal, con excepción de los once.

Esta acción inusual por parte del Gobierno de Castro no puede tener otro propósito que el de hacer imposible la conducción de las relaciones diplomáticas normales con ese Gobierno.

Por consiguiente, he dado instrucciones al Secretario de Estado para que entregue una nota al Encargado de Negocios interino de Cuba en Washington, que se refiere a la demanda de su Gobierno, y afirma que el Gobierno de los Estados Unidos por este medio rompe formalmente las relaciones diplomáticas y consulares con el Gobierno de Cuba (…) Esta acción calculada por parte del Gobierno de Castro es sólo la última de una larga serie de hostigamientos, acusaciones sin fundamento, e injurias.

Hay un límite a lo que Estados Unidos, con respeto a sí mismo, puede soportar. Ya se ha llegado a ese límite. Nuestra amistad con el pueblo cubano no se verá afectada. Es mi esperanza y mi convicción que en un futuro no muy lejano será posible que la amistad histórica entre nosotros encuentre una vez más su reflejo en relaciones normales, de todo tipo. Mientras tanto, nuestra simpatía está con el pueblo de Cuba”.

El fragmento corresponde al texto en el que Dwight D. Eisenhower, presidente de los Estados Unidos, anunciaba la ruptura de las relaciones diplomáticas con Cuba, el 3 de enero de 1961. Pero el “mientras tanto” del restablecimiento del vínculo tuvo que esperar más de 50 años: fue recién en 2015, cuando la tenacidad revolucionaria de Fidel fue reemplazada por una visión más moderada y aperturista de su hermano Raúl; y la obsesión de Estados Unidos parecía terminar con la aparición de Obama.

Durante ese “mientras tanto” Cuba inició un proceso de alfabetización y universalización de la educación y la salud, y sobre todo la reforma agraria y la nacionalización de empresas extranjeras; sin dudas el punto más conflictivo de la relación bilateral por entonces.

Además del componente interno, que afectaba directamente intereses estadounidenses, la estrecha relación con la URSS llevó a otros sucesos como la invasión de Bahía de Cochinos (un intento por derrocar a Castro), a la expulsión de Cuba de la OEA y al bloqueo total de la isla, ordenado por el presidente John F. Kennedy en 1962.

Ese mismo año, EE.UU. descubre armamento soviético en Cuba, y el dilema, conocido como “crisis de los misiles”, pudo incluso desatar una guerra nuclear, aunque fue resuelto por la vía pacífica: la URSS decidió retirar los 42 misiles nucleares instalados en Cuba.

Caída de la URSS, crisis económica y crisis migratorias de por medio (“Camarioca” en 1965, “éxodo de Mariel” en 1980, “crisis de los balseros”, en 1994 y el caso de la custodia legal del niño balsero Elián Gozález, que finalmente regresa a Cuba desde Miami en el año 2000), el vínculo entre ambos países pasó también por diferentes etapas sin abandonar la tensión.

El período de “distensión”

En términos diplomáticos “distensión” significa un período de tregua en un conflicto que aún no ha terminado. Es probable que el de Cuba y Estados Unidos, aún con los avances y los retrocesos, e incluso el fin del contexto que le dio inicio, pueda ubicarse dentro de esa categoría.

La salida de Fidel Castro del poder –primero provisional, en 2006 y luego definitiva, en 2008– y la llegada de Barack Obama a la presidencia en los Estados Unidos propiciaron el inicio de un período de distención en las relaciones.

Raúl Castro, más moderado y pragmático que su hermano, comenzó con una serie de reformas económicas en la isla: autorizó y legalizó más de 200 actividades privadas, redujo la intervención del Estado (por ejemplo, en cuanto a la fijación de tarifas de quienes brindan un producto o servicio), amplió la libertad para viajar, el acceso a internet y a bienes que los cubanos no podían adquirir hasta ese momento.

Esa adaptación de la revolución a las nuevas necesidades y tiempos tuvo su modificación más importante en 2019, con la elección de Miguel Díaz-Canel como nuevo presidente del país. Por primera vez, desde 1959, ningún líder histórico de la revolución, y tampoco ningún Castro, estaría al frente del Estado. Claro que el carácter socialista de la revolución se mantuvo, a pesar de los diferentes cambios que se dieron en el país.

En 2009 Obama y Raúl Castro iniciaron un proceso de apertura, acercamiento y reconciliación. Ese año el presidente estadounidense levantó restricciones de viajes y envíos de remesas a Cuba. Cinco años después se iniciaron las conversaciones para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, que se normalizaron el 1 de julio de 2015. En 2016 y por primera vez en más de medio siglo, las líneas aéreas comerciales empezaron a ofrecer vuelos entre los dos países.

El fin del deshielo

La llegada de Donald Trump al poder dio marcha atrás con el proceso de distensión iniciado con Obama. Podríamos resumir lo sucedido durante su gobierno como el fin de esa relación simbiótica entre ambos países. Ya no se trata de acción y reacción, sino de acción unilateral.

Fue Trump y solo Trump el que cambió las reglas del juego. Nada había cambiado en Cuba, excepto ahora la postura estadounidense hacia la isla.

El final del período de distensión estuvo marcado por supuestos ataques sónicos hacia funcionarios estadounidenses en Cuba, algo que justificó, a la vieja usanza, la reducción a la mitad de su personal diplomático en la isla, y la prohibición de la celebración de contratos con empresas administradas por entidades militares y órganos de seguridad cubanos.

Como medidas más recientes –y a pocos días de abandonar la Casa Blanca– el actual gobierno republicano impuso nuevas restricciones respecto a la importación de tabaco y alcohol, así como respecto a los alojamientos de turistas estadounidenses en Cuba, que ahora no podrán hospedarse en hoteles que sean propiedad del gobierno.

La llegada de Joe Biden al poder, quien además de haber sido vicepresidente de Obama durante el período de distención con Cuba afirmó que planea retomar esta postura durante su gobierno, da esperanza acerca de la tan esperada y verdadera recomposición.

Después de todo, la antigua ley de 1992 sigue en vigencia y poniendo en tela de juicio cualquier avance duradero. Por lo demás, y hasta el momento, las relaciones bilaterales siguen estancadas en la zona gris del “mientras tanto”.