La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

UNA RELACIÓN DIFÍCIL

La historia de las diferencias entre la Unión Europea y Gran Bretaña es muy anterior a las negociaciones actuales e, incluso, al Brexit. Las claves de una crisis anunciada

Por Guillermo Genini

La relación entre Gran Bretaña (unión de varias naciones en las Islas Británicas: Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte) y Europa han sido difícil y errática a lo largo de los siglos.

Existen profundas razones históricas que sustentan la construcción de una fuerte singularidad, que tiene por base la condición insular de la sociedad británica, donde los ingleses se mostraron como el poder dominante. No es casual que, en muchas calificaciones mutuas entre ambas partes, se refieran los británicos al resto de los europeos como “continentales”.

Tal vez la más importante de estas diferencias haya surgido con la ruptura con la cristiandad romana producida durante el siglo XVI bajo el reinado de Enrique VIII (1509-1547).

Esta ruptura originó no solo el alejamiento de los ingleses del Papa de Roma, sino también el establecimiento de una Iglesia propia, la Iglesia Anglicana, a cuya cabeza se encuentra el propio monarca inglés.

De la PaxBritannica a la caída del Imperio

Esta tendencia hacia el distanciamiento con la Europa continental se profundizó en los siglos siguientes a causa del desarrollo del poderío naval inglés, lo que les permitió derrotar sucesivamente a sus rivales europeos y constituir un extenso imperio colonial. Por ello es que ya hacia el siglo XVIII, la sociedad, el sistema político y la economía de Gran Bretaña se mostraban diferentes a las demás naciones europeas.

La victoria contra el Imperio Napoleónico (1804-1815) consolidó a los británicos como la primera potencia mundial, llegando a denominarse al siglo XIX como el siglo de la “PaxBritannica”.

Durante este período los ingleses señorearon su supremacía por todo el mundo, imponiendo su dominio imperialista sobre vastos territorios africanos, asiáticos, oceánicos y americanos, además liderar los procedimientos industriales y el avance en la ciencia.

La inclinación política y cultural hacia la construcción de un país singular, creó progresivamente un sentimiento colectivo reacio a la idea de una Europa unida. Este sentido no decayó durante el siglo XX pese a que Gran Bretaña se alió con diversos países europeos para luchar en la Primera Guerra Mundial (1914-1918)y en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

De ambas contiendas mundiales los británicos salieron victoriosos, pero pagando un alto costo. Su predominio a escala planetaria decayó y nuevas potencias como Estados Unidos primero y la Unión Soviética después, la superaron en el desarrollo industrial y militar.

Es por ello que no fue extraño que frente a los primeros intentos por parte de algunos países europeos que comenzaron a superar las profundas diferencias que los enfrentaron en el pasado, Gran Bretaña se mantuviera lejana.

En la década de 1950, Francia y Alemania iniciaron un camino de cooperación mutua al cual se sumaron otros gobiernos europeos, deseosos de curar las dolorosas heridas dejadas por la guerra.

Retrato del rey Enrique VIII, impulsor del anglicanismo. Pintura al óleo del artista alemán Hans Holbein, el Joven.

Así, en 1957 se firmó el Tratado de Roma por el cual se formó la Comunidad Económica Europa (CEE) cuyos seis miembros fundadores fueron Francia, Alemania Occidental, Italia, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo. Los británicos insistieron en un camino propio y se centraron en mantener su decadente imperio colonial.

Diferentes visiones de la unión

A diferencia de la Europa continental, el sentimiento predominante en Gran Bretaña era que la Segunda Guerra Mundial fue un periodo glorioso del cual volvieron a surgir como vencedores en términos militares, políticos y morales.

En estrecha relación con Estados Unidos, nueva potencia hegemónica del Occidente capitalista, los británicos reforzaron su creencia que seguían teniendo una función de primer orden a nivel mundial, por lo que su responsabilidad en el juego internacional debía ser más amplia,y se mostraron distantes a una unión más estrecha con Europa.

Los extraordinarios resultados demostrados por la CEE en pocos años no sólo en términos comerciales, industriales, financieros y de empleo, sino además en la construcción de una identidad europea común, llevaron a Gran Bretaña a variar su posición inicial frente a sus vecinos europeos.

No se trataba de un giro de su histórica posición distante, sino un cambio pragmático: los socios europeos estaban superando a los británicos en riqueza, seguridad y nivel de vida. Para que esta tendencia no continuara, solicitó su incorporación a la CEE en 1961. Sin embargo, Francia, presidida por el General Charles De Gaulle, se mostró contraria al ingreso de los británicos al nuevo bloque, pues desconfiaba del rol que podría jugar los Estados Unidos dentro de la política europea.

A fin de limitar la influencia de la alianza angloestadounidense en Europa, De Gaulle vetó los intentos de Gran Bretaña de unirse a la CEE. Sólo tras la renuncia de De Gaulle al gobierno francés en 1969, se pudo avanzar con la incorporación de Gran Bretaña al bloque europeo.

Adhesión sin adherentes

El 1 de enero de 1973, el Reino Unido de Gran Bretaña (junto a Irlanda y Dinamarca) se sumó oficialmente a CEE tras diez años de complejas negociaciones. Pese a los pomposos festejos del acontecimiento, la opinión pública británica se mostraba reticente yprofundamente dividida frente a los cambios.

Esta actitud dubitativa era producto de la forma en que se produjo la incorporación de Gran Bretaña al bloque europeo, pues la adhesión se había decidido en 1972 por medio del voto del Parlamento Británico.

Los ciudadanos no habían sido consultados directamente, por lo que se decidió realizar un referéndum. Así, el gobierno conservador convocó el 5 de junio de 1975 a un referéndum para determinar si la población quería mantenerse dentro o no a la CEE. El resultado implicó un gran respaldo al gobierno pro-europeo del Primer Ministro Harold Wilson, pues el 62 % votó por la afirmativa.

Desde 1973 Gran Bretaña era miembro pleno de la CEE, pero mantuvo una actitud crítica y reticente frente a los avances en la constitución de una política común y una creciente intervención delas autoridades comuneseuropeas en asuntos monetarios, de inmigración y libre circulación.

De arriba hacia abajo: 1) El 25 de marzo de 1957, Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo firmaban los Tratados de Roma, donde se estableció la Comunidad Económica Europea (CEE). 2) Margaret Thatcher haciendo campaña a favor del “sí” a la Comunidad Económica Europea en Londres, el día antes del referéndum de 1975. 3) En el segundo aniversario del plebiscito en el que los británicos votaron a favor
del Brexit, miles de manifestantes reclaman una repetición de la consulta.

Un claro ejemplo de ello fue la negativa británica en la adopción del sistema métrico decimal que debía entrar en vigencia en todo el bloque europeo,ya convertido en Unión Europea, en 1995. Los británicos debían adoptar ese sistema, primero en forma voluntaria y luego obligatoriamente para lograr uniformidad en los productos europeos, favoreciendo la competitividad y la penetración global.

Sin embargo, la población se resistía a ello considerando que era un “atropello” de Europa. En la fecha límite, el gobierno de Gran Bretaña debió imponer el nuevo sistema de pesas y medidas bajo amenaza de grandes multas. Así, las medidas del sistema tradicional o “imperial” quedaron relegadas al uso doméstico.

En igual sentido, Gran Bretaña se resistió a adoptar la moneda común, el euro, y una política exterior conjunta, según lo propuesto por el Tratado de Maastrichtde 1992. Tampoco adhirió plenamente al Acuerdo de Schengen que permitió la libre circulación de personas entre los países firmantes, creando una zona de circulación común, conocida como el espacio de Schengen, vigente desde 1995.

Este proceso de desconfianza hacia las autoridades y políticas europeas culminó hace pocos años en una iniciativa política que cuestionaba la permanencia de Gran Bretaña dentro de la Unión Europea.

Este movimiento, en principio minoritario y marginal, fue ganando fuerza en el Parlamento Británico hasta forzar un nuevo referéndum. Aquellos que cuestionaban la relación con la Unión Europea, resaltaban el estancamiento económico, la llegada de más migrantes desde Europa y la falta de control de la política europea común. Nuevamente se ponía en juego la tendencia singular que había caracterizado la trayectoria histórica británica.

Incapaz de condicionar la marcha de la integración europea, el Reino Unido de Gran Bretaña decidió en el referéndum llevado a cabo el 23 de junio de 2016, conocido comúnmente como Brexit, abandonar la Unión Europea. Así lo decidió el 52 % de su población. A partir de ese día hasta el 31 de enero de 2020, e incluso hasta el presente, se sucedieron una multitud de reuniones y acuerdos para concretar una separación que representa, en realidad, un capítulo más de una relación cambiante y difícil.