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No soy yo, sos vos

Por Gabriela Pereyra

Nacho ha llegado sobre la hora al trabajo, una vez más decidió no manejar para no estresarse. Se acerca al sensor de tarjetas para fichar, se limpia los pies en el trapo agujerado que simula tener lavandina.

Una especie de chiflete se le cuela en el estómago a tiempo que las dos recepcionistas lo miran aguantando la risa. Una afirma: -eh Nacho, parece que encaramos la depilación definitiva, pero cambiamos de opinión, ¿no? Él no ha comentado con nadie esa intimidad, y piensa: ¿cómo pueden saber algo así?, pero al instante los cuatro ojos de las mujeres guían la respuesta, baja la cabeza y allí está. Tiene la camisa completamente abierta, y, por supuesto, su pecho mitad peludo, mitad depilado, en completa exhibición.

Con su mano derecha se apresura a prenderse con dificultad los 7 botones que lo separan de otra vergüenza. Otra vez, y otra vez, la traidora, la extraña, decide sola, decide por izquierda, alienada, alienígena. Insoportable.

Cuando llega a sentarse a la oficina concluye que el rumor ya corrió, y aunque tal vez no haya murmullo de risa, para él da igual, es como si lo hubiera. Así que se coloca auriculares rogando que las horas pasen rápido.

Un mail de la empresa avisa a sus empleados con orgullo y emoción que en un esfuerzo notable todos cuentan en sus escritorios con nuevos mouses para un desarrollo más confortable de las tareas. Lo busca y no lo encuentra, pero claro, es plateado, brillante, llamativo, un infierno. Ya está en su mano izquierda golpeándose repetidamente contra el escritorio. La mano derecha logra quitárselo y lo guarda en el escritorio.

Saca su viejo mouse, opaco, negro, desapercibido. Por el monitor alcanza a ver que sus cabellos están arremolinados y parados, en un segundo, su peinado de oficinista desapareció, mañana va a pelarse. Simple y práctico, a ver cómo se las ingenia para despeinarlo. Pasó la hora del almuerzo luchando con los cubiertos para poder comer en el cotidiano ritmo de cortar, pinchar y llevar a la boca, para todos tan sencillo, para él un Guinness.

La jornada termina, esa noche tal vez dormirá sin ser ahorcado, cacheteado, pellizcado. Tal vez, simplemente dormirá.

Peter Sellers obtuvo una nominación al Oscar por su versión cómica del “síndrome de la mano alienígena” en el film Dr. Strangelove (1964).


El “síndrome de la mano extraña”, “síndrome de la mano alienígena” o “síndrome del dr. Strangelove”, es un extraño trastorno de origen neurológico.

Ocasiona que la persona que lo sufre tenga todo tipo de movimientos involuntarios e incontrolados en una de las extremidades superiores.
La persona siente extrañeza sobre esa mano, como si no fuera suya. Llega a percibir que la mano tiene vida propia.

La primera vez que se describió este síndrome fue en el año 1908. El médico de origen alemán Kurt Goldstein descubrió estos extraños síntomas en pacientes que habían sido sometidos a una comisurotomía.

Esta intervención consiste en realizar un corte en el cuerpo calloso y era propio de los tratamientos para epilepsias, con el objetivo de evitar que dichos ataques se extiendan de un hemisferio cerebral a otro.

Esta región es la que afecta las tareas coordinadas entre hemisferios.
La variante aguda se caracteriza por movimientos más intensos y exagerados, pero de corta duración.

En la variante crónica, la causa se debe a una lesión en el cuerpo calloso, así como lesiones en el área motora suplementaria, la cual se encuentra situada en el lóbulo frontal medial.

Los pacientes sufren de disociación, aunque sí conservan las sensaciones táctiles, y también pierden el control de los movimientos.
La persona generalmente no es consciente de lo que la mano afectada está realizando, incluso esta extremidad suele interferir en las tareas de la mano san
a.

Esta extremidad ajena reacciona ante estímulos cercanos, brillantes, llamativos, por lo que es mejor evitar esos contextos u objetos. Las situaciones estresantes aumentan los síntomas de la mano.

La vida del paciente puede experimentar otros trastornos por el hecho de sobrellevar esta condición a diario.
Estos daños cerebrales pueden deberse a masas tumorales, aneurismas cerebrales, traumatismos craneoencefálicos o por cirugías cerebrales.

Por el momento no se ha elaborado ningún tipo de protocolo de tratamiento eficaz para el síndrome de la mano ajena. Hay entrenamientos para mantener ocupada la mano ajena.

Despierta y en el celular tiene un croquis de un amigo que lo banca mucho. El pobre, como buen ingeniero, ha diseñado un recorrido alternativo para que Nacho pueda llegar con el auto al trabajo en caso que su mano izquierda aceptara sólo doblar a la izquierda. No sabe si eso funcionará, pero el gesto de su amigo lo predispone a empezar mejor el día. Se ríe, desconoce en qué momento sus dientes se llenaron de crema dental, parece un perro rabioso frente al espejo del baño, ríe. Se enoja, llora. Y vuelve a reír.