Reportajes

LUISA ANA CERUTTI-28/02/2021

Mi nombre es Luisa Ana Cerutti, tengo 68 años, soy nacida en Villa Mercedes. Mis padres son Miguel Arcángel Cerutti, nacido en Fraga, desde niño se vino a vivir a Villa Mercedes, fue ciclista profesional y fundador de la bicicletería Cerutti que aún existe en el barrio Estación desde hace más de 80 años. Mi madre es Juana Salinas, nacida en Villa Mercedes. Estoy casada hace 42 años con Abel Celestino Bailone, y con dos hijos.

Mis recuerdos de la infancia me remiten al Barrio Estación, el club San Martín, la pileta y el lugar donde jugaba al tenis y al básquet. La Plaza Pringles, los corsos del barrio, la estación de trenes, el Boliche de don Calixto, y la familia del “Coco” Felix Máximo María, los bares de la Avenida Mitre, la heladería Bonino, las librerías de Saibene, Escudero y Zavala. La sociabilidad que después aparece en mi hija es de mis padres, que tuvieron una intensa vida barrial y comunitaria, de ayuda a los necesitados, de participación en proyectos del barrio. Mis estudios los cursé en la Escuela Vicente Dupuy y luego en el Colegio Sagrado Corazón.

La docencia es mi vocación. Apenas me recibí, con 17 años fui maestra de un 6to grado en el Sagrado Corazón, y luego en la escuela pública hasta jubilarme. Además de ser responsable durante 23 años de la Obra Social para la Actividad Docente (OSPLAD). Creo que mi influencia ha sido siempre mi hija (Verónica Bailone), ahora entiendo que mi dedicación durante tantos años a los niños más pobres del Barrio San José es una influencia de lo que mi hija representó con esplendor y tanto amor. Muchos años después, Verónica va a organizar un comedor barrial en ese mismo sector de nuestra ciudad, que todavía continuamos.

Hice toda mi carrera docente durante 25 años en la Escuela Asistencial “Carlos Alric” del barrio San José. Fui concejal de mi ciudad por la UCR en la ALIANZA 1997-2001. Mi marido fue concejal del radicalismo con el alfonsinismo de 1983. Ambos formamos parte del cuerpo legislativo local que después Verónica presidiría como viceintendenta. Como dije, creo que en nuestro caso es una especie de influencia al revés, ella nos influenció aún antes de haber hecho todo lo que hizo. Ahora lo veo muy claro.

En el 2019 cuando le diagnosticaron cáncer a mi hija, mi vida fue otra, atravesada por el dolor, la impotencia, y la soledad que nos dejó su partida. Ahora sólo se pude seguir adelante por el hijo de ella, mi adorado nieto Lisandro, por mi otro hijo Matías y mi esposo Abel. La familia y amigas y amigos de Vero siempre siguen acompañándome y esa sociabilidad de amor y militancia es uno de los legados más potentes de ella.

Siempre me definí como una mujer luchadora, que podía hacer frente a todo, que trató siempre de ser una buena madre, una mejor abuela, buena ciudadana, solidaria y con empatía con el otro. Ahora pienso que fui la progenitora de ese modelo de mujer. De mi hija sigo aprendiendo día a día a ser mejor.

Hoy todo pasa por mantener vivo su legado, lo que ella creó, lo que defendía con pasión y heroísmo. Lo que implica necesariamente ser la mejor abuela posible para Lisandro y una ciudadana activa y solidaria. Me mueve profundamente solucionar las injusticias en las que vivimos y tratar de ayudar a la gente que lo necesita.

También fui profesora de folklore. Esa música es la que me transporta a los días felices, y es la que disfrutábamos mucho con Verónica. Por ejemplo, la sonoridad de Algarrobo.com, que son para mí los mejores exponentes de una nueva canción en Cuyo, en la tradición del gran Sapo Ávila, el Trébol Mercedino y en los grandes próceres de la tonada.

Mi tiempo libre lo paso con la compañía de mi nieto Lisandro y concretando algunos proyectos en los que Verónica estaba comprometida, colaborando socialmente en algunos barrios de la ciudad.

Mis padres me inculcaron la pasión por la familia, el valor de los recuerdos y el compromiso con el trabajo. El amor por el terruño, por esta Villa Mercedes que cada día tiene que ser mejor y más inclusiva.

La amistad siempre ocupó un lugar importante en mi vida, pero mi hija Verónica me dejó cientos de amigos y amigas, que hacen más llevaderos los días que nos tocan vivir sin ella. Ella me sigue enseñando el valor inagotable de la mano tendida y el abrazo ofrecido.

Ser maestra, militar la solidaridad y el compromiso social, son los valores inalterables de toda mi vida. Perder a un hijo es el infierno más grande que nos puede tocar en vida, pero trato de no definirme en ese dolor supremo, sino en poner en acción los valores sociales y sus proyectos pendientes. Ella quiere vernos luchar y no con los brazos caídos. Ella quiere vernos fuertes, y aunque cuesta más de lo que se imagina, la fuerza viene de ella. Por ella tengo la obligación de estar de pie y de ser una mejor persona y ciudadana. Y no tengo más que agradecimientos de cómo esta ciudad la acompañó y la cuidó en esos fatídicos catorce meses, y de cómo hoy la recuerdan con amor y tanto dolor.