Reportajes

María del Sol Uría-11/04/2021

Soy María del Sol Uría, nací en el Sanatorio Rivadavia de San Luis, el 29 de agosto de 1977. Mi mamá se llamaba Susana Inés Cacace, contadora pública de profesión, trabajaba en el Tribunal de Cuentas, estoy segura de que siempre se mostró tal cual era, mi recuerdo de su esencia coincide con el de todas las personas que la conocieron bien, siempre generosa y empática con todos. Papá se llama Omar Esteban Uría, desarrolló su profesión en el  derecho penal y fue parte del Superior Tribunal de Justicia, gran pelotari y futbolista, hábil con todos los deportes, estudioso y buena gente.

De mi niñez tengo recuerdos de varios colores y sabores, pero al cerrar los ojos me invaden las calles de San Luis sin autos, el club GEPU a una cuadra de casa, aprendí a jugar al tenis, lo que me permitió viajar a campeonatos regionales y nacionales, pequeños representantes de San Luis, y me sentía orgullosa de eso, nos hospedábamos en las casas de los que íbamos a competir y recibíamos a los que venían a jugar, mostrábamos nuestro nivel en la cancha y nuestra puntanidad en casa.

Viví, por trabajo y estudio, un tiempo en Buenos Aires, otro tanto en Tucumán, en cuya universidad nacional me recibí de Intérprete Dramático, además soy profesora de Yoga del método Iyengar, certificada por el Ramamani Institute de Pune, India. Doy clases en mi propio estudio hace nueve años. Mientras tanto me casé, me divorcié y soy muy feliz con mi hija Jaz y Tatom, el más pequeño. Vivimos en nuestra casa en Merlo, donde me instalé hace once años.

Mi actividad en la función pública comenzó hace tres años con la dirección de la Casa del Poeta y también la coordinación del Plan de Inclusión y merenderos de Merlo y la costa. Son actividades totalmente diferentes que he ido aprendiendo a equilibrar con la conformación y el apoyo de un gran equipo de trabajadores y militantes de la justicia social, por la pasión por desarrollar políticas para el progreso. Estamos en la vereda correcta, hacemos arte y felicidad y eso, créanme, no es poca cosa.

Quiero compartirles algo muy emotivo, cuando me fue a visitar  la hija de Agüero, Teresita me abrió los brazos maternalmente y me dijo: “qué feliz debe estar mi padre de que su sobrina nieta esté aquí. ¿Vos sabías que tu abuela era como hermana de mi madre?”.

Recordé a quien yo llamaba tía Casera, y hablamos de mi tía Gusi, el tío Jorge y el poeta en los quince años de mi mamá, luego de eso me envió fotos donde Agüero estaba en casa de mi abuela materna. Recordé algunas anécdotas que contaba mi madre del poeta, luego de recitarme de memoria el Romance del niño y el agua. Agradezco ser parte de algo un poco más profundo y místico.

En los momentos que no trabajo, prefiero quedarme en casa con mis hijos, ordenar lo que se pueda y practicar arquería tradicional (con arco y flechas de madera). Los rompecabezas de más de mil piezas son mi hobbie preferido. Me gusta leer a los grandes revolucionarios de la humanidad: Gandhi, el Dalai Lama, la Madre Teresa, BKS Iyengar, Krishnamurti, Lao Tse, orientales en su mayoría. Amo la palabra primo, tengo diez, pero después están los primos de mis primos con los que también nos decimos primos, me encanta andar por ahí descubriendo primos, primas, tíos postizos. ¡Prima!, me grita un Barbeito por ahí, ¡tío! le digo a algún Cacace (medio lejano por árbol), pero pariente al fin.

Dicen que la familia no se elige, yo creo que sí y mucho antes de nacer. Si lo que creo es cierto, elegí San Luis, a mi madre, a mi padre y los cuatrocientos mil primos que ostento. Siento agradecimiento, El Centro de Formación Artística de los noventa me devolvió la fe en la vida, la autoestima, el sentido de pertenencia, me dio un oficio y una identidad.

¿Cómo podría no trabajar por San Luis? Mi objetivo es que todo aquel que viva en mi tierra siga teniendo las posibilidades que yo tuve o más. Cuando me dicen que San Luis es otro país no me gusta, creo que es una manera que encontraron los antifederalismos, para no pensar.

Cuando los puntanos que viven en Merlo dicen: Voy a San Luis (refiriéndose a la ciudad capital), o ¡hay que llamar a San Luis!, como si San Luis (capital) fuera Australia, tampoco me gusta.

¿Cómo podría aportar para que cada intendencia de la provincia se sienta parte y todo de San Luis?, creo que va por el lado de la inclusión real y sostenida, por la autonomía de cada localidad pero unidas una con otras, como las cuenta de un collar atravesadas por un hilo que sostiene pero no aprieta.

Mi mamá me compraba ropa pero la que a ella le gustaba, no la que quería yo. Me decía: “Cuando seas grande, trabajes y tengas tu plata, te compras esa remera negra con tachas”, y ahí quedaba yo cara larga, hermosa, de amarillo. Gran lección de gestión me daba la vieja. Creo en la autonomía de los pueblos mientras no sea una excusa para dividirnos como sociedad. Siempre que estuve fuera de la provincia me presenté como puntana,  ¿sanluiseña?, (me preguntaban), ¡no!, ¡puntana!,  contestaba.