La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

UNA POLÍTICA DE ESTADO

El gobierno chino anunció que había eliminado por completo la pobreza extrema en el país. Pero, aunque 800 millones salieron de la situación, aún quedan personas pobres y retos pendientes

Agustina Bordigoni

“La palabra pobreza (pingqiong) en el idioma chino está formada por dos caracteres: 贫 y 穷. Ambos significan pobre o pobreza. El primero es representado por un fen (分) en la parte de arriba, que significa distribución o puede significar parte pequeña, y en la parte de abajo por un bei (贝), que significa concha marina (…) La concha marina fue la moneda de cambio durante largos periodos de la antigua China.

Es por eso que algunos caracteres como riqueza (cai 财) o caro (gui 贵), entre otros, poseen también el ideograma bei (贝), ya que tiene relación con dinero o riqueza. Partiendo de esto se puede llegar a una primera definición de pobreza como ‘una pequeña parte de la riqueza’.

El segundo está representado por xue (穴), que signifi ca cueva y li (力), que significa fuerza. Se puede entender como el hombre viviendo en las cuevas, asociando la pobreza al pasado o a la falta de vivienda adecuada. Así tenemos que la combinación de caracteres en la palabra pobreza (pingqiong 贫穷) se puede interpretar como la situación humana en la cual se posee sólo una pequeña parte de la riqueza en condiciones de vivienda inapropiadas. Es decir, un concepto medido en dos aspectos: en ingreso y en calidad de vida (China: 30 años de reformas y disminución de la pobreza. Políticas especiales y base ideológica, Esteban Zottele de Vega).

El idioma chino, a través de sus símbolos, tiene una forma de transmitir que es poética, metafórica, pero a la vez muy real y exacta acerca de lo que intenta decir. El significado de pobreza tiene un fuerte componente cultural en un país que desde hace muchos años ha tomado la decisión de ocuparse de la pobreza como política de Estado.

Hace poco tiempo, el presidente chino Xi Jinping anunció al mundo que su país erradicó la pobreza extrema, que el gobierno considera que es aquella que padecen familias con un ingreso inferior a 2,30 dólares diarios por persona.

Según los datos oficiales, 93 millones de personas salieron de la pobreza extrema desde 2013 y, desde las reformas de 1970, 800 millones de personas dejaron de pertenecer a este grupo, según los parámetros antes mencionados.

Previo a entrar en esa discusión podemos decir que esto es muy relevante: se trata de 17 veces la población total de Argentina, 4 veces la de Brasil, 150 millones de habitantes más que los de toda América Latina y el 10% de la población mundial.

Además, con esa cifra, el país contribuyó al 70% de la reducción de la pobreza global durante ese periodo. Sin embargo este último dato es engañoso: si bien es bueno como número total,  sólo es bueno para China,  que pasó de tener más de un 80% de pobreza en 1980 a 0,7% en la actualidad.

En tanto, en el resto del mundo, es un problema cada vez más acuciante. Según los últimos datos de Naciones Unidas, más de 20 millones de personas han caído en la pobreza extrema durante la pandemia de la COVID-19 solamente en la región de América Latina y El Caribe.

Pero…

¿Cómo se mide y qué es la pobreza extrema?

Según Naciones Unidas, la pobreza extrema es el tipo de pobreza más grave, y se refiere a personas que no pueden satisfacer sus necesidades más básicas como alimentarse, acceder a agua potable, dormir en una casa, y acceder a servicios de educación y sanidad.

Por otro lado, hay quienes definen la pobreza extrema como aquella en la que se tienen 3 más o más de estas carencias, y que por ende no llegan a cumplir con las condiciones de un mínimo bienestar con el que debe contar una persona.

Para el Banco Mundial, las personas que entran dentro de esta calificación son las que viven con menos de USD 1,90 al día (y por ende se supone que no pueden satisfacer esas necesidades básicas). Pero existen excepciones a esta regla general basada únicamente en los ingresos: varía según el grado de desarrollo del país que se trate y también en relación al valor del dólar en esa nación.

Así, la pobreza extrema se debería medir también en relación a la economía del país: mientras más avanzada, mayores las exigencias de equidad y de ingresos mínimos. A esto se suman además otras variables como el costo de vida, e incluido en esto también factores como la existencia de gratuidad en la salud o la educación.

Independientemente de esto o de la definición que decida tomarse como cierta, queda claro que aún eliminando la pobreza extrema pueden existir personas pobres. Sobre todo si el concepto es concebido como una combinación entre los ingresos y la calidad de vida.

La lucha contra la pobreza

Desde 1949 la recién constituida República Popular China desarrolló su propio modelo de socialismo de mercado, cuyo punto inflexión puede ubicarse a partir de 1978, cuando tomó un renovado posicionamiento económico y político a nivel internacional.

Entre las políticas destacadas del modelo, y en los primeros años de su implantación, China nacionalizó industrias, emprendió una reforma agraria e incluso implementó avances en aspectos que a otros países –como el nuestro– llegaron mucho después, como la legalización del divorcio (que a partir de ese momento podían solicitar también las mujeres, y no solamente, como hasta entonces, los hombres).

Fue sin embargo a partir del liderazgo de Deng Xiaoping, en 1978, que China comenzó a convertirse en el “milagro económico” que es hoy, dando inicio a un período de reforma y apertura al mundo.

La mayor apertura no significó, por otro lado, un papel muy activo en los asuntos internacionales: más bien la diplomacia de bajo perfil y el carácter no belicoso del país siguieron primando hasta hoy.

Ya más abocado a la tarea de reducir las desigualdades que había encontrado el gobierno anterior de Mao Zedong, y bajo el lema “el socialismo no puede aceptar la pobreza”, se desarrolló un nuevo modelo que, a pesar de más abierto y de la vuelta a la propiedad privada, estaba caracterizado por un férreo control estatal.

Con respecto específicamente a la reducción de la pobreza, el gobierno comenzó a aplicar cambios en la actividad agrícola, preocupado fundamentalmente por el abastecimiento interno. Así, sustituyó el sistema de gestión planificada por un modelo tendiente a incrementar la productividad, realizó una fuerte inversión en infraestructura y generó las condiciones para que cada vez más personas pudieran migrar hacia las ciudades, mejorando por tanto el acceso a los servicios básicos y las condiciones de vida.

Estas medidas contribuyeron a que de 250 millones de personas pobres en 1978, la cifra se redujera a la mitad.

Sin embargo, y dentro de esos grandes logros económicos, también se encontraban decisiones controvertidas como “la política de un solo hijo” por familia, que se extendió de 1979 a 2015.

En los años subsiguientes la política se profundizó con planes como el “8-7” de mitigación de pobreza, por el cual la estrategia se centró en la asistencia en la ganadería y la siembra, una táctica implementada específicamente en las zonas más pobres del país.

La estrategia actual

“Ningún otro país puede sacar cientos de millones de personas de la pobreza en tan poco tiempo. Es un milagro humano que quedará en la historia”, dijo hace poco el presidente chino durante una ceremonia en el Palacio del Pueblo en Pekín.

La estrategia contra la pobreza, que el gobierno de Xi Jinping prometió erradicar, fue determinada con un exhaustivo examen “casa por casa”, mediante visitas durante las que funcionarios de gobierno relevaron la situación de vivienda y de recursos financieros en las regiones más pobres del país.

  La definición china de pobreza, que incluye tanto recursos como calidad de vida, fue una vez más determinante para diagramar esas políticas.

 Las medidas incluyeron desde ayudas estatales en el caso de recursos que no eran los suficientes hasta asistencia en la producción agrícola y la inversión en infraestructura; todas recetas aplicadas por los gobiernos anteriores pero adaptadas a la nueva realidad e intentando atender uno de los problemas que aún persisten en el país: la desigualdad en la distribución de los ingresos entre los sectores rural y urbano.

A pesar de los avances en este sentido y de lo innegable de la decisión política de terminar con la pobreza extrema (el gobierno invirtió 246 mil millones de dólares en los últimos años), los datos pueden ser puestos y analizados bajo la lupa.

Si bien el umbral de 1,90 dólares establecido por el Banco Mundial se puede aplicar a varios países, en otros como China, con altos niveles de crecimiento y desarrollo, pueden quedar obsoletos.

El reto será igualar entre quienes ahora apenas acceden a lo mínimo indispensable y garantizar que la calidad de vida sea equitativa.

Por lo pronto, China y el gobierno celebran el logro.

Mientras tanto (y en tanto exista pobreza), resta mucho por hacer.