Reportajes

Gustavo Adolfo Placenti- 25/04/2021

Mi nombre es Gustavo Adolfo Placenti, tengo 64 años nací en la General Pico, La Pampa. Hoy vivo en San Luis Capital. Mi padre era oriundo de La Pampa y mi madre de San Luis. Somos tres hermanos, una hermana fallecida hace poco, y mi hermano menor vive.

Actualmente vivo con tres hijos: Martín (29), Lucia (17) y Alma (15). Estoy separado, la mamá de mis hijos vive en Buenos Aires.

Recuerdo de mi niñez cuando jugaba al regresar de la escuela por la tarde. Mis amigos vivían dentro de la manzana de mi casa. Hacíamos recorridos a la hora de la siesta en verano con la bicicleta y en la escuela los campeonatos de bolitas,  payanas y de figuritas. Recuerdo llenar el álbum de figuritas de futbolistas y buscar la última para completarlo con mis amigos.

Las carreras con karting con la ruedas de rulemanes, las carreras de catangas hechas con suncho, los domingos, la matiné en la parroquia casi dos horas de películas y el sábado ir al cine con mis amigos y mi hermano.

El primer día de clase con el cuaderno nuevo, el ir a comer moras a la plaza al lado de la gobernación  y que el placero nos corriera, comprar las galletitas que se vendían sueltas y la almacenera las sacaba de un tacho. Jugar con los soldaditos que mi abuelo me compraba y el disfrute de los cuentos que él me contaba. Las clases de dibujo particular y el olor a las témperas, la temporada del barrilete…

Hice la primaria en General Pico y el secundario en Buenos Aires porque a mi papá lo trasladó el Ferrocarril.

Entré en 1976 a la facultad de Lomas de Zamora a estudiar Técnico Agrónomo pero estaba complicado, los militares la tenían tomada. Había empezado a estudiar piano y me anoté en el Conservatorio Julián Aguirre de Banfield y la situación era mejor.

También me sumé a un coro y estudiaba violín que luego cambié por el clarinete. En el conservatorio me hice de nuevos amigos.

Empecé a trabajar como Maestro Mayor de Obras- como dibujante- en la municipalidad de Monte Grande donde vivíamos con la familia mis abuelos maternos.

Luego entré a la banda del Servicio Penitenciario en 1981 como clarinetista ayudado por mis amigos que ya trabajaban hasta 1986 que me fui  España a probar suerte. Luego de unos meses estuve me volví. Cuando vi una obra de títeres, “La Bella y La Bestia”, realizada por Ariel Bufano en el Teatro General San Martín,  quedé fascinado y me dije: “quiero ser titiritero” y  lo hice. Luego estudié en la escuela de titiritero con él y entré al elenco por cuatro años y después cuando hubo un ajuste nos rescindieron el contrato. Seguí haciendo proyectos por mi cuneta de obras de títeres con otros titiriteros.

Cuando fui desplazado del elenco me decidí a estudiar profesorado de Danzas Tradicionales Argentinas al recibirme comencé a trabajar como docente y luego me jubilé. Todo el trayecto del estudio lo pasé bien y encontré nuevos amigos.

La internación de mi hijo mayor cuando tuvo un brote psicótico cuando era niño fue un momento bisagra de mi vida.

Sobre mí puedo decir: si me caigo me levanto con más fuerza. 

Mueven mi envión y pasiones las obras de arte, y las actitudes del ser humano sensible al otro.  Y por otra parte me enoja que hay gente que hace un culto a la ignorancia y otros la fomentan, también me molesta mucho la codicia.

Con la música, me gusta la clásica, folclore, tango y música de otros países.  Leo de todo, me gustan las poesías y los libros de misterio, el comic. Aprendí a vincularme con la lectura con los comics. La introducción en la literatura fue con Crónicas Marcianas de Ray Bradbury  

Me gusta mucho ver series de ciencia ficción, de terror, de aventura.

Yo recibí más cuestiones de mi abuelo materno ya que mi papá estaba trabajando y veía como mi abuelo arreglaba todo. Mi papá me apoyó cuando quise tocar el clarinete, él fue y me lo compró, en ese momento era caro, también tuve apoyo dado que mi mamá era pianista y se recibió conmigo en su vientre, el piano que ahora toco es el que tenía ella.

La amistad es fundamental es mi vida, un cable a tierra. 

Nosotros siempre veníamos a San Luis de vacaciones porque mis parientes viven acá. Me acuerdo de ir a bañarnos al canal que pasaba por el fondo de la casa de mi tía, comer ciruelas, damascos, higos con mis primos. Íbamos al río y paseábamos en burro. Los olores, eso extraño de San Luis, no huele como antes, es como si hubiera perdido identidad. La casa de mi bisabuela, echa con la habitaciones que daban hacia un patio, recuerdo que tenía muchas, era un cuarto de manzana, con plantas frutales, parras y jazmines, y dos grandes tortugas. La oscuridad en la hora de la siesta dentro de las habitaciones, las reuniones de todos mis parientes para fin de año alrededor de la mesa, eso ya no está, queda como un hermoso recuerdo.