Expresiones de la Aldea, San Luis

LA GRAN SOMBRA

Por Jorge Sallenave (*)

LA CIMA, LA NOCHE

La oscuridad los fue cubriendo. La sombra recién llegada no veía a su guía, pero decidió no hacer más preguntas. La guía la escuchaba y entendía, la recién llegada también la escuchaba y entendía.

En la subida a la cima, si quien era conducido se equivocaba, la otra sombra le indicaba el camino correcto.

Llegaron a la cima con noche cerrada. El cielo oscuro no mostraba nubes o tormenta. Sin embargo, apenas pusieron el pie en la cumbre, el cielo se cubrió de rayos.

—La Gran Sombra nos da la bienvenida.

— ¿A mí?

—A miles de sombras que han cortado su relación con las personas. Te nacerán ojos y podrás verme.

—Yo lo veía al hombre que reflejaba. Si ese hombre está muerto es lógico que yo muera.

—Estás en un error que suelen cometer muchas sombras. Con el fallecimiento de una persona no todo deja de existir, el alma se mantiene en algún lugar, los sentimientos siguen viviendo en los amigos que recuerdan. Los espíritus se mantienen por más vida que se les saque. Por supuesto que el muerto deja de respirar, la sangre se coagula, el deterioro físico avanza, pero las sombras dejan de reflejar y nos encaminamos hacia la Gran Sombra. Las sombras somos inmortales. Algún día volveremos a tener color oscuro. Cuando eso ocurra regresaremos.

—Tu imaginación no tiene límites.

—Las almas y los espíritus siguen sin fin como nosotros. Creo que para resucitar debemos alcanzar la cima más alta del mundo.

—Por lo tanto, la Gran Sombra sería algo semejante a Dios.

—Lo ignoro. Tal vez se trate de varios dioses, no lo sé. Supongo que cuando recuperes tu color negro tendrás a alguien para reflejar.

—Vuelven los rayos —dijo la sombra recién llegada.

—Son centellas que eligen entre las sombras aquí reunidas. Ignoro la razón, pero si prestás atención a los ojos que la Gran Sombra te ha dado, verás desaparecer algunas sombras.

LA SOMBRA GUÍA DESAPARECE

Las centellas se multiplicaron. No bien elegían una sombra perdían su fulgor y desaparecían. Como desapareció la guía que la había conducido. La buscó por todas partes sin encontrarla. Tal vez alguna centella la hubiera tomado.

Iba a comenzar una nueva búsqueda, pero descendió al pie de la montaña. Supo que debía encontrar una sombra para guiarla esa noche a la cima.

—La persona que reflejabas murió,

—No reflejé a nadie. Ni siquiera nací. El parto acabó conmigo. Además, debo decirte que yo ya estuve aquí. La Gran Sombra me llevó al máximo de las alturas. Es posible que el parto fallido también sea obra de ella. Yo deseo resucitar y reflejar a seres humanos.

No fue difícil conducirla a la cima. 

Los días siguientes encontró sombras de ancianos, de jóvenes, de niños recién nacidos.

(*) 2da Entrega