Reportajes

Guillermo Mazzola-16/05/2021

Soy Guillermo Mazzola, tengo 33 años, nací en la ciudad de San Luis. Mi papá Carlos es docente. Mi mamá nació en Junín, Buenos Aires, vino a San Luis a estudiar psicología, y se quedó. Tengo dos hermanos por parte de mamá, Gabriel y Martín, los amo con todo mi corazón. Comparto mis días con Sabrina Vera y su hija Azul. Amo, admiro y respeto mucho a Sabrina, y nos unen tantas cosas…

En mi retina mental recuerdo el jardín Lucio Lucero, la directora Beba, recuerdo escaparme de clases para ir a jugar al patio, recuerdo a un amigo, Ariel Marelli, con quien años más tarde nos reencontramos y formamos  junto a Federico Alía nuestra primera banda llamada Necrosis, teníamos trece años. Uno de los recuerdos que más atesoro de mi primera infancia es a mi papá cantándome con la guitarra la canción “yo quiero a mi bandera”, de Sumo, con esa guitarra aprendí los primeros acordes.

Tuve una infancia maravillosa, ojalá el día que tenga uno o más hijos o hijas pueda brindarles tanto amor y bellos momentos. 

Empecé yendo al colegio Lucio Lucero, después pasé a la escuela San Agustín y en el secundario volví al Lucio. Allí aprendí a ver la educación experimental y autodidacta como un tesoro, me escapaba y soñaba que era alguno de mis cantantes favoritos, soñé ser Charly García, Riky Espinosa, Sabina, Fito Páez y Andrés Calamaro.

Después trabajé de mozo y en una panadería. A los dieciséis conocí a Nahuel Palma y a Javier Olguín que estaban formando la banda La Estanciera, recién arrancaban, cuando escuché las canciones del Javi tuve la impresión de encontrarme con uno de esos ídolos que admiraba, me abrieron la puerta al alma de la banda y ahí nació una aventura inolvidable que aún continua después de casi veinte años. 

Con dieciocho años recién cumplidos me fui a vivir a Rosario, a estudiar música y gastronomía, trabajé en una sala de ensayo. Viví muchas experiencias que fueron realizaciones en lo artístico musical, en la literatura, en el dibujo.

El mensaje es: el arte está en todo y si te gustan las actividades que conocemos como artísticas, por favor, no te detengas, aunque seas grande y tengas que empezar de cero, cada segundo que dediques al arte estás haciendo mejor al mundo.

Seguramente deseé ser cantante desde tiempos que no recuerdo, pero sí recuerdo empezando la adolescencia, a los doce años no poder parar de fantasear con ser cantante y compositor, tocar el teclado y la acústica. A esa edad, sentí la necesidad de gastar cuadernos con palabras y quemar mil horas con canciones.

Integré cinco o seis bandas antes de La Estanciera, una experiencia punk, con Necrosis y Tutu Pack y otras bandas. Con La Estanciera fue un punto seguido a lo anterior, tocar para trecientas personas, sin banda soporte, y un disco tipo demo de puras canciones nuestras, fue algo similar a un cachetazo de realidad positiva.

Sobre La Estanciera queremos editar un libro contando la experiencia, porque es realmente larga y parece sacada de un cuento de ficción. 

Creo que este ciclo de entrevistas, como podría serlo ese libro de anécdotas puede llegar, o tengo la esperanza de que llegue a manos de algún chico o chica con la edad que teníamos nosotros en el 2003, o quizás a alguien más grande, realmente no importa la edad, digo.

Si pudiera llegar a una mente soñadora y darle fuerzas para hacer realidad su vocación artística estaría de mi parte saldada un poco la deuda que tengo con quienes apoyaron a La Estanciera, desde los barrios, los dormitorios tapizados con posters de rock, sus dueños y dueñas, hasta los medios de comunicación que nos alentaban a seguir creciendo.

Momentos bisagras hay muchos: el día que le gané una apuesta a mi primo y me dio una guitarra acústica, los días en que empecé a escuchar detenidamente a Los Rodríguez, los años tocando con La Estanciera, cuando conocí a Sabrina, cuando falleció mi mamá, cuando con Sabrina abrimos un comercio propio y rompimos la dependencia. Por ejemplo, la amistad con Marcos Freites me marcó mucho, él es un gran poeta y escritor joven de San Luis, lo respeto y admiro, a Javier Olguín también, con él estamos volviendo a armar La Estanciera.

Por momentos me defino como un tonto, por momentos un soñador, un luchador, un amante de la vida, no sé, un chico común de barrio, enamorado del arte y la cultura vanguardista. 

Me enojan las injusticias, las oportunidades perdidas, la desigualdad, la ética superficial, las verdades absolutas, el machismo, la falta de humanismo, básicamente. Me emociona desde una flor, el río, una piedra, un mineral, la luna, las estrellas en el Valle de Pancanta, hasta toda expresión artística. Las ciencias, la fe, las personas. Me apasiona la psicología, la naturaleza, la filosofía, la historia argentina, la política, la música, la poesía, la literatura en general, la pintura de Dalí y la de Picasso, el cine, la familia, la pareja, el amor.

Disfruto mucho leyendo a César Aira, a García Lorca, a García Márquez, a Roberto Bolaño, a Cortázar, a Dylan Thomas, a Borges, a Allen Ginsberg, a Rafael Alberti, a Walt Whitman, a Alejandra Pizarnik… Últimamente estoy escuchando Elvis, Leiva, Julio Franchi, siempre vuelvo a Calamaro, Ariel Roth, Sabina, Bob Dylan, Coki and The Killer Burritos, el Cuarteto de Nos y varios clásicos más del rock. 

De chico preguntaba a mis padres por la muerte por esa experiencia y no entendía las respuestas, ahora si entiendo, entiendo el amor paterno, lo que significa madurar, amar, ser responsable sin dejar de disfrutar de la vida, no perder el niño interior.

La amistad ocupa un gran lugar, un mundo aparte donde entiendo a mis amigos y me entienden fácilmente.