Expresiones de la Aldea, San Luis

Las Rosas

Por Ángela Domínguez (*)


Un lugar silencioso, aireado, tranquilo.
La mujer que tira las cartas se da una ducha con aceites esenciales para
relajarse y limpiarse de toxinas. Sentada detrás de su escritorio está la primera clienta del día. A simple vista se le presenta como una mujer de mediana edad, de buena apariencia y con una larga vida por delante. Le pregunta la edad, la fecha de nacimiento.
A continuación, le mira las manos, le da una serie de explicaciones sobre
su futuro más próximo; la posibilidad de conseguir vivienda, terminar la carrera, independizarse. Observa sus labios, finos, generalmente las personas que los poseen son de temperamento nervioso.
Salen a un gran parque que desemboca en un abismo. Hay un rosedal que supera toda ponderación. La vidente le pide que corte varias rosas, de los colores que desee y que los vaya colocando en un jarrón de cristal que le acerca.
En el salón le indica que desarme las flores, que separe los pétalos, los tire al aire, los sople. Algunos caen sobre la mesa, otros al suelo. Por las figuras que forman o cómo se agrupan y mezclan los colores la adivina ya empieza a saber.
Los pétalos rojo-noche que se unen con los rosa-té, anuncian problemas de infidelidad, de tristeza y depresión por desacuerdos. Los pétalos rosas con los azules señalan la aparición de un amor más duradero, más comprensivo. Los de rosa blanca auguran una larga vida. La rosa de los vientos, con sus treinta y dos rumbos en que divide el horizonte, también pronostica el futuro, según la dirección que elija la interesada.
La consultante se levanta de la silla, se despide y se va sin estar convencida de lo que escuchó.
La mujer abre la ventana, corre la cortina, los pétalos vuelven a reunirse en los pimpollos que formaban.
 

Artista desconocido.

(*) Mi nombre es Ángela Domínguez, soy maestra, tengo cuatro hijos y doce nietos. A ellos, a mi familia, a mis amigos; me gusta contarles historias. Creo que la vida alimenta la ficción y la ficción nutre los momentos alrededor de una mesa con mate o con chocolates. Tengo dando vueltas por la sangre el gusto de narrar, me tomo el permiso de magnificar escenas, así como de minimizar las que son para el olvido. Algunos de mis textos fueron publicados en la Revista del Taller Literario Silenciosos Incurables, al que asistí varios años.