Reportajes

Rosendo Ahumada-20/06/2021

Mi nombre es Rosendo Ahumada, tengo 68 años, nací en la ciudad de Villa Mercedes, mi padre se llamaba Rosendo Ahumada, oriundo de Huinca Renancó, trabajó toda su vida como ferroviario; mi madre se llamaba Isidora Magallanes y era mercedina, ella trabajaba en el correo, ambos ya fallecidos. Tengo dos hermanos: Martina Edith y José Luis. Estoy felizmente casado hace 47 años con María Imelda Ferreyra, tengo 8 hijos: Verónica, Jésica, Fabiana, Rocío, Glenda, Samuel, Gastón y Javier. La mitad de ellos son músicos.

Tengo felices recuerdos de mi niñez, lo nuestro fue tan simple, sencillo, real y tan auténtico que se me pone la piel de gallina al recordar, porque fueron juegos sanos e inocentes: las bolitas, el trompo, el barrilete, el hoyo pelota, la capacidad de inventar juguetes con lo que teníamos, una infancia maravillosa.

Estudié en la Quinta Brigada Aérea, en la escuela de aprendices, como mecánico motorista de avión, siempre tuve buenas notas.

Con mis hermanos y algunos primos cantábamos en las reuniones familiares, teníamos una inclinación muy prematura hacia la música. A mí me gustaba mucho el dúo con mi hermano, interpretábamos folklore y rock.

Cuando me casé, a mi señora le gustaba el tango, teníamos un tocadiscos, para un cumpleaños ella me regaló un disco de tangos, lo escuché y me caló hondo. En una cena de fin de año de Crafmsa mis compañeros de trabajo me hicieron cantar, allí debuté en público con Isidoro Bazán, un tremendo guitarrista. Después en una tanguearía un bailarín amigo, Lito Godoy, me dijo: “te voy a hacer cantar con el Moroso”, y así fue, desde allí comencé con Américo, mi gran ídolo, lo admiraba mucho, tuve un paso corto en su orquesta pero lo disfruté. Después con Pocho Mercao en bandoneón y el Naldito Ávila en guitarra nos presentamos en el Boliche Don Miranda en varias oportunidades.

Carlos Gardel es como el padre de todos, pero también hay otros referentes, pecaría de injusto al nombrar solo a algunos, pero Goyeneche era otro grande, el tata Floreal Ruiz, Julio Sosa, voces femeninas como María Graña, Virginia Luque, la negra Garay, tremendas cantantes, todos tocados por el fuego sagrado.

Esta pandemia nos frenó a todos, no solo a mí, salvo alguna actuación esporádica, pero muy poco, y con pistas, no se puede mantener un conjunto en los tiempos actuales. He actuado acá y en otras provincias del país, si bien yo nunca viví de la música, hace 3 años que me jubilé y siempre en paralelo, nunca mezclé el trabajo con la música, siempre respeté eso, aunque nunca podría vivir sin ella.

En el tiempo de la promoción industrial, ingresé a trabajar al frigorífico “La Morocha”, eso fue un antes y un después en lo personal. En la música, ese momento fue cuando gané un “Pre Cosquín”, y fui a cantar a la Plaza Próspero Molina, fue en los años 90, en el rubro solista masculino de tango, en el 97 fui finalista en un concurso en Baradero, dos momentos que me marcaron, donde descubrí otro público, otras exigencias, y medirte con otros.

En lo personal me defino como una persona cabal, muy frontal, muy exigente conmigo, amigo de los amigos, muy sano y sencillo.

Me emocionan mis hijos, ver crecer a mis nietos, mi matrimonio, haber hecho las cosas bien en la vida que llevo, eso me conmueve y me gusta, es bueno descubrir cuando corregís algo para no cometer los mismos errores.

Escucho mucha música, claro, en primer lugar el tango pero también música clásica, las grandes óperas, me gusta escuchar los coros, con mi señora y mi hija participamos en muchos coros. Para la lectura me encantan Benedetti, García Márquez, Ernesto Sábato, los admiro tremendamente.

Mi padre fue un hombre muy recto, muy derecho, con mi hermano sobre todo fue muy duro, a su vez que era muy calavera, los fines de semana eran propios, y me llevaba a todas esas trasnoches donde yo amanecía durmiendo en una silla en casas distintas, mientras él y sus amigos cantaban tomaban y timbeaban, yo fui partícipe involuntario de todo eso, lo bueno y lo malo, y eso se lo reproché mucho, mis padres se separaron cuando yo tenía solo 9 años, estuvimos peleados, pero después de 12 años lo perdoné y nos hicimos muy amigos.

La amistad es sagrada, es necesaria, una persona puede prescindir de muchas cosas, menos de la amistad, pero de la sincera, de la sana, el confiar en el otro es hermoso.

Yo amo San Luis, amo Villa Mercedes, he tenido la suerte de cantar en el Festival de Calle Angosta y es una sensación tan hermosa y distinta a cualquier otra, pero no he tenido mucha convocatoria a otros eventos locales y provinciales, he actuado bastante dentro de la provincia pero siento que podría haber sido algo más. Esta ciudad y esta provincia son mi lugar en el mundo.