La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

Mundo posible y sustentable

Elisa Belfiori, economista e investigadora especializada, analiza el rol del precio a las emisiones de carbono y mecanismos para aumentar la producción en sintonía con el entorno

Por Matías Gómez

Belfiori se especializa en macroeconomía, cambio climático y diseño de políticas públicas. Además, es profesora en la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) donde dirige las carreras de Licenciatura en Administración de Empresas y de Economía Empresarial.

-¿Qué opina de la ley Yolanda?

Cualquier paso en pos de formar e informar a la población sobre el cuidado del planeta es positivo. Que el gobierno tome la iniciativa hacia adentro formando a empleados y funcionarios públicos es positivo. Es igualmente importante la calidad, responsabilidad y profundidad con que se implementan estos programas y, más importante aún, que esta formación el gobierno la plasme en políticas climáticas concretas y consecuentes.

-En mayo, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde propuso crear una unión de mercados de capital verde que permita canalizar inversiones privadas, ¿cree que se podría avanzar en esa dirección o suena como una meta simbólica?

Las inversiones en adaptación climática, innovación y tecnología para migrar hacia formas menos contaminantes exceden lo que cualquier gobierno puede hacer con fondos públicos. Es necesario sumar capitales privados. En ese sentido, facilitar estos canales es positivo. Sin embargo, los incentivos de mercados hacen que los fondos privados busquen la oportunidad y la encuentren por sí mismos cuando la oportunidad existe.

La esencia del problema es que los países (gobiernos) se comprometan seriamente con políticas que recreen un sendero de crecimiento sustentable. Esto solo sucede con políticas concretas que pongan un precio a las emisiones de carbono. Cuando este precio exista, todo lo demás va a fluir naturalmente con poco o ninguna intervención adicional del Estado.

-Algunas economías europeas aumentan los servicios a expensas del sector manufacturero que contamina más, ¿sería posible implementar una iniciativa similar en Argentina?

La participación creciente del sector servicios en la matriz productiva de los países es una característica compartida por la mayoría de las economías del mundo. No me queda claro que el sector servicios por ser tal contamine poco. El turismo puede ser altamente contaminante, en especial si se consideran los viajes y residuos. Como dije antes, la esencia es que se alcance consenso internacional con políticas que penalicen la contaminación.

Cuando esto avance y se concrete, los modos de producción, los negocios y las matrices productivas de las distintas economías van a reflejar naturalmente estos cambios sin necesidad de que los gobiernos intervengan para facilitar tal o cual actividad. Las actividades menos contaminantes estarán naturalmente favorecidas lo cual fomentará su desarrollo.

-Si los precios pudieran inducir un cambio en los comportamientos de los consumidores orientándolos hacia la economía verde, ¿de qué factores dependería este cambio?

Estos cambios responden a la ley de demanda de modo bien básico: la demanda de un bien cae cuando su precio aumenta. Si los bienes que se producen con insumos contaminantes o que son contaminantes en sí mismos (como agua envasada en botella de plástico, por ejemplo) son más caros, la gente comprará menos de ellos. El impuesto a las emisiones de carbono es el instrumento que da esta señal de precios en materia de política climática.

Un impuesto a las emisiones de carbono es un gravamen a las emisiones asociadas al bien en cuestión. En teoría, el impuesto es el mismo no importa el país donde se produzca el bien porque las emisiones de carbono se acumulan en la atmósfera contribuyendo al calentamiento global, independientemente de dónde se haya producido el bien.

Pensar en inducir un cambio de comportamiento en las personas por altruismo hacia las futuras generaciones es simplificar demasiado el problema. Los cambios en comportamiento pueden, en cierta medida, ser aprendidos pero el cambio fundamental y radical que es necesario para dar una solución al problema del cambio climático sólo puede venir inducido por el sistema de precios de la economía.

Las áreas de investigación de Belfiori abarcan el diseño óptimo de políticas, impuestos a las emisiones de carbono, problemas de equidad intergeneracional asociados al cambio climático, y la promoción de energías renovables, captura y almacenamiento de carbono.

Previo a su incorporación a UTDT, Elisa fue economista investigadora en la Pontificia Universidad Católica Argentina y profesora en tenure-track en Colorado State University en Estados Unidos. Asimismo, se desempeñó durante dos años como ayudante de investigación en el Banco de la Reserva Federal de Minneapolis en Estados Unidos, y cuatro años como analista monetaria senior en el Banco Central de la República Argentina.

-¿Son competitivas las energías renovables?

Se ha avanzado mucho en el desarrollo de energías renovables. Son competitivas o están muy cerca de serlo. El problema pasa más por integrarlas a la matriz energética de los países, construyendo la infraestructura para que la energía que me llega a la entrada de mi casa sea de fuente renovable y no una boca de gas.

Estas energías tienen también el problema de la intermitencia que en muchos casos no ha sido resuelto todavía. Generar electricidad con viento, sol, o agua es un problema cuando viene una secuencia de semanas de poco viento, o sol. Las tecnologías para almacenar la energía cuando hay abundancia todavía son caras y necesitan desarrollo.

-¿Qué pasaría si se eliminaran, al menos gradualmente, los subsidios a los combustibles fósiles?

Se consumirían menos combustibles fósiles porque son más caros. Dicho de otro modo, hoy contaminamos en exceso no solo porque no tenemos en cuenta que nuestro consumo de combustibles tiene un efecto sobre el calentamiento global, sino porque el precio que pagamos por ese consumo es artificialmente bajo.

Argentina tiene una larga historia de subsidios a la energía que se ha convertido en una pesada carga fiscal (los subsidios representan aproximadamente el 1,4% del PIB). Esta historia contradice la promoción de la energía renovable que el gobierno también fomenta. Esta contradicción no es particular de Argentina y está presente en muchos países del mundo. Sin embargo, es particular para Argentina cuán problemática es la carga fiscal de los subsidios a la energía considerando la alta inflación del país y el significativo déficit fiscal.

Por otro lado, además de mejorar el panorama fiscal, eliminar los subsidios a la energía. promoverá la innovación y el progreso tecnológico necesarios para acceder a un mercado energético eficiente.

El problema para un país como el nuestro es el impacto regresivo de hacerlo. En este punto es fundamental desligar el problema de la eficiencia energética, del problema de la equidad social.

La política económica debe buscar la eficiencia en la economía, entendiendo que ésta garantiza el máximo bienestar social. Cuando la solución eficiente trae efectos redistributivos no deseados, los gobiernos deben encontrar el sistema de transferencias de ingresos que permitan deshacer estos impactos redistributivos no deseados.

Por lo tanto, así como la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles es un paso obvio e inevitable que hay que dar, es igualmente vital encontrar mecanismos para compensar a los hogares más afectados por la eliminación de los subsidios energéticos.

-Algunos especialistas proponen también reducir a la mitad la pérdida de los arrecifes de coral y bajar la contaminación del aire interior (hogares que cocinan a leña, por ejemplo) en un 20%, ¿qué otras ideas le parecen aplicables?

Trabajar con el sector de agricultura y ganadería para bajar las emisiones generadas por la actividad agropecuaria me parece factible y fundamental en el país. El sector contribuye al cambio climático debido a sus emisiones, pero también es altamente vulnerable. Un aspecto no trivial es la creciente demanda de productos agrícolas y carne que proviene del crecimiento en la población mundial. Atender este crecimiento no puede hacerse sobre la base de expandir la tierra cultivada porque esto implicaría mayor pérdida de biodiversidad, emisiones de gases de efecto invernadero y degradación de la tierra, lo que agravaría el problema climático. El desafío es diseñar políticas que restrinjan las emisiones simultáneamente que permitan un aumento de la producción. Los candidatos naturales son políticas que se enfocan en la intensidad de las emisiones (producen lo mismo mientras liberan menos emisiones) y aumentan la productividad.

También, mejoras en la alimentación de los animales ayuda a reducir las emisiones, así como también trabajar sobre las tasas de reproducción, la salud general de los animales y las buenas prácticas en el manejo de las crías. Estas son medidas de costo relativamente bajo que también mejoran la productividad. Por lo tanto, son buenas candidatas para convertirse en prácticas sostenibles para los productores.

Aprovechar el pasto y el suelo subyacentes para capturar carbono es un excelente complemento para estas prácticas.

La agricultura sin labranza, una técnica ampliamente adoptada por los agricultores argentinos, es un ejemplo de esto. Este tipo de agricultura evita la labranza y cubre el suelo con residuos de cultivos, preservando la calidad de la tierra y minimizando la erosión del suelo.

El sistema mejora el rendimiento de los cultivos, al mismo tiempo que maximiza la captura de carbono del suelo. Es otra recomendación de política en la que todos ganan.

Un mecanismo que permita a los agricultores contabilizar la captura de carbono en el uso del suelo es vital y falta mucho en este sentido a nivel local pero principalmente global. Esto es crucial porque permitiría a los agricultores medir su huella de carbono con precisión.