La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

Los 100 años de “Nosotros”

Por Gastón Machado

Nosotros es una obra maestra de Yevgueni Ivanonovich Zamiatin. En ella se reflexiona sobre el totalitarismo, la hiperracionalización y  los usos  de la arquitectura para el control social. Esta primer distopía es la predecesora al “Gran Hermano” con la figura del “Protector”.

El ser humano a lo largo de su historia ha buscado reformular los modelos sobre cómo llevar adelante una vida feliz, una vida mejor. En occidente podemos retrotraernos hasta el año 360 a. C. cuándo Platón da a conocer “La República”, su tratado político y, también, su tratado sobre el alma. En “La República”, en forma de diálogos, Platón presentará sus categorías éticas sobre la justicia, lo comunitario, diferenciará entre aquello que nos es “propio” y aquello que nos es “común”, la religión, el arte, etc. Él imaginó una sociedad de base comunal, dividida en tres extractos y en dónde quienes gobernaban eran los que habían llegado a estar más cerca de una verdad pura, los filósofos. 

Durante el siglo XX la construcción de una utopía de masas era el sueño de cualquier facción política y color económico del mundo. En la Unión Soviética, no en la stalinista, sino en la etapa experimental, al comenzar los años veinte del siglo pasado, arquitectos, dramaturgos, pintores y directores de cine, seducidos por la posibilidad de hacer de aquel sueño una realidad política y social, se abocaron a la “construcción” de una sociedad nueva.

Esta nueva sociedad a la que aspiraban habría superado las imperfecciones del humano gracias a la máquina. La máquina poseía una estética que estaba al servicio de la revolución, y el arte es visto como una herramienta y como tal, debía estar al servicio de la revolución y por lo tanto del pueblo.

En este contexto, donde se enaltece la ciencia y la técnica, entre 1920 y 1922, Yevgueni Ivanonovich Zamiatin, Ingeniero naval e intelectual ruso, escribe “Nosotros”, una novela que contiene una mirada crítica hacia el humano-máquina. Adjudicándole a la ciencia, como herramienta de penetración en la vida cotidiana, una carga de pesimismo. 


“Cada mañana, nosotros, una legión de millones, nos levantamos como un solo hombre, todos a una misma hora, a un mismo minuto. Y al mismo tiempo, todos, como un ejército de millones, comenzamos nuestro trabajo y al mismo instante lo acabamos. 
Y así, fusionados, en un solo cuerpo de millones de manos, llevamos todos al unísono, en un segundo determinado por la Tabla de las Leyes, la cuchara a los labios, y al mismo segundo paseamos, nos reunimos en torno a los ejercicios de Taylor en los auditorios y nos acostamos...”

Nota 3 del diario de D-503
Detalle de una ilustración de Eda Akaltun.

D-503 es la identificación alfanumérica con la que se conoce al personaje principal, imagen con la que el autor, nos dimensiona sobre la hiperracionalización de esta sociedad futura. Este personaje, un matemático e ingeniero aeronáutico, nos presenta en primera persona, a través de 30 notas y en tono de diario íntimo, las reflexiones sobre su propia existencia, con una pregunta fundamental en medio de una masa matemáticamente perfecta: ¿quién soy? Nos contará sobre las “Tablas de las Leyes”, ley máxima en donde se regula con un método taylorista las horas de trabajo y las “horas personales”. Enaltecerá los beneficios del Estado Único, describió su emoción mansa para con el “Bienhechor”, garantizador de la felicidad. Nos hará notar su beneplácito ante la aguda mirada del “Protector”, policía secreta, símil a aquellos “Guardianes” protectores del orden político propuesto por Platón, y marcará los pasos que, 11 años más tarde el “Gran Hermano” Orwelliano, recorrerá. Exaltado por la razón, venerando las virtudes de la máquina y gracias a una masa en sincronía perfecta, D-503, nos remarca que la enfermedad de la libertad ha sido erradicada.

“Esta mañana, por ejemplo, estuve en la factoría donde se construye el Integral. De pronto mi mirada se fijó en las máquinas. Con los ojos cerrados, como abstraídas, giraban las bolas de los reguladores. Las  relucientes palancas se inclinaban a derecha e izquierda, el balanceo era soberbio en los ejes, el puntero de la máquina taladradora crujía al son de una música imperceptible. Entonces se me reveló la hermosura de aquella danza en las máquinas inundadas de la azulada luz solar.
Luego me pregunté casi involuntariamente: «¿Por qué es hermoso todo esto? ¿Por qué es bella la danza?»
La respuesta fue: «Es un movimiento regulado, no libre, porque su sentido más profundo es la sumisión
estética perfecta, la idealizada falta de libertad. Si es cierto que nuestros antepasados, en los instantes de
mayor entusiasmo, se abandonaban a la danza (en los misterios religiosos, en los desfiles militares), este
hecho puede significar tan sólo: el instinto de no ser libre es innato en el hombre, y nosotros, en nuestra
existencia actual, lo hacemos conscientemente.”

Nota 2 del diario de D-503

El Estado Único, tras la “Guerra de los Doscientos Años” gobierna con mano dura sobre una ciudad de vidrio irrompible. Esta ciudad de vidrio a su vez se encuentra aislada por el “Muro Verde”, generador de dos espacios antagónicos que entrarán en tensión en las reflexiones del personaje principal. Dentro del muro la transparencia, lo racional, lo artificial, la ciudad. Por fuera del muro lo fantástico, la naturaleza, el caos, lo irracional, los “mephis”. 

“¡Oh, sabiduría inmensa, divinamente constructora de barreras! Creo que el Muro es la invención más importante de la humanidad: el hombre solamente ha podido ser una criatura civilizada al levantarse el primer Muro, únicamente se convirtió en hombre culto cuando construimos el Muro Verde, aislando de este modo nuestro mundo automático y perfecto de ese otro irracional y feo con árboles, pájaros y animales...”

Nota 17 del diario de D-503

El panóptico” (1780), de Jeremy Bentham consistía en un concepto arquitectónico para una prisión. Esta cárcel fue diseñada con determinada forma geométrica para que todas las personas privadas de su libertad pudieran ser vigiladas por un solo guardia cárcel. El sistema impedía a los recluidos tener la certeza de cuando estaban siendo vigilados y cuando no, con la propuesta de que, al saberse controlados, se comportarían dentro de las reglas preestablecidas. De esta manera, se genera un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder, sin que el poder sea ejercido.

En la tesis del filósofo francés Michel Foucault, presentada en su libro “Vigilar y castigar” (1975), retoma el concepto de control en el Panóptico y lo lleva al plano de lo simbólico, cuando formula que una “Sociedad Disciplinadora” tiene como objetivo uniformar los comportamientos, ya que esto generará un pensamiento uniforme y por lo tanto, se facilitara la dominación. También, analiza cómo el castigo, la docilidad, la disciplina, el control del tiempo y los espacios son prácticas invisibles de control. 

Entre el concepto de Jeremy Bentham y la tesis de Michel Faucoult se encuentra la experiencia del comunismo soviético, en donde la vivienda comunal, era el método de urbanización de los desarraigados rurales recién llegados a la ciudad, proceso de desestructuración que rompía con las condiciones de vida burguesa, el espacio individual dedicado a la esfera privada no puede sobrevivir en la formación de esta sociedad posrevolucionaria.

Ya no se podía estar solo entre cuatro paredes. Todos estos conceptos y la experiencia en el proceso revolucionario soviético de Yevgueni Zamiatin, están exagerados en su ciudad. Los edificios son totalmente transparentes anulando de esta manera toda posibilidad de intimidad, solamente se cierran las cortinas para tener sexo, último resabio de intimidad. La arquitectura se convierte en una modeladora del individuo quien automatiza e interioriza los mecanismos de control. La transparencia, con su juego de ver y ser visto, es quien interpreta el rol policial, convirtiéndose en el componente elemental del aparato de control.

“Habitamos siempre en nuestras casas transparentes que parecen tejidas de aire, eternamente circundadas de luz. Nada tenemos que ocultar el uno al otro y, además, esta forma de vivir facilita la labor fatigosa e importante del Protector.”  

Nota 4 del diario de D-503

Más allá del exitoso, por momentos, movimiento constructivista ruso y del proceso histórico de la Unión Soviética, Yevgueni Ivanonovich Zamiatin, en “Nosotros”, guía las miradas hacia aquellos problemas de la sociedad que Aldous Huxley o George Orwell retomarán, como la deshumanización, la represión de los sentimientos, el control totalitario de la vida de las personas o las tendencias mundiales que se producían en  la sociedad industrial de su época y nos deja, hasta la actualidad, ideas muy profundas sobre el origen del poder y sus implementaciones.

ref: La ciudad transparente de Zamiatin: distopía y control urbano.Daniele Porretta. Utopías y distopías. XIV Coloquio Internacional de Geocrítica. LAS UTOPÍAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD DEL FUTURO. Universidad de Barcelona  2 al 7 de mayo de 2016 

Detalle de una ilustración de Eda Akaltun.