PESADILLAS
Por Jorge Sallenave (*)
…Ensueño angustioso y tenaz… pesado… duro, áspero e insufrible, fuerte, violento o dañoso. (Diccionario del Real Academia Española)
Algunos mueren más temprano
Dos de sus amigos fallecieron antes de poder jubilarse, con pocos meses de diferencia y ambos por enfermedades terminales.
Néstor Ruiz comenzó a soñar con ellos, no así con los que aún vivían.
A los fallecidos les daba clase de gimnasia, salían a cenar o iban a determinado lugar.
En el sueño, Néstor Ruiz sabía que habían muerto, pero no se animaba a preguntarles cuando aparecían en los sueños. Al final, se animó.
—Tenemos algo que hacer. Te enterarás cuando suceda —respondieron al unísono.
Néstor Ruiz se preguntaba también por qué nunca aparecían los vivos.
La respuesta llegaría cuando los sueños se hicieron más profundos.
Fue en una madrugada, cuando soñó que iban caminando por una calle desierta.
Ellos le dijeron que debían llevarlo para que les hiciera compañía.
—No pienso dar fin a mi vida.
—No depende de vos. Somos nosotros lo que decidiremos. Te sorprenderá.
De esta manera se inició una nueva pesadilla, que cada noche se hacía más profunda. Los examigos que lo acompañaban, esa noche desaparecieron con un leve humo, a medida que se transformaban en aire.
En ese momento, un automóvil dio vuelta a la esquina.
Quienes habían desaparecido de su lado, ahora se ubicaban en el asiento delantero, sin volante a la vista.
Conducían en dirección a Néstor Ruiz, con toda la intención de atropellarlo, reían muy fuerte.
Néstor Ruiz trepó a una pared que servía de medianera entre dos edificios de departamentos, dejándose caer en uno de ellos.
La pesadilla se repetía, noche tras noche, y por más que Néstor Ruiz gritara, no lograba despertarse.
Tiempo después la pesadilla tomó otras características, era similar al sueño que tenía de niño.
Sus examigos muertos conducían un avión a baja altura, a corta distancia tanto de las calles, como de los árboles o casas.
No tenía dudas que querían atraparlo. En algunas oportunidades lograba salvarse, pero en otras las hélices le cortaban el cuello.
El reloj lo despertaba. No sucedía lo mismo con otros ruidos.
Con esfuerzo se bañaba y concurría al trabajo.
Pese al distanciamiento que pusiera con los examigos sobrevivientes, se animó a preguntarles si ellos tenían pesadillas similares.
—Eran buenos tipos, yo pienso en ellos, pero de ninguna forma me producen pesadillas —contestaba uno.
—Sueño con ellos, les tengo gran cariño. ¿Cómo te imaginás que me asustarían? —aducía otro.
Néstor Ruiz se dormía acompañado por un revólver. Pensó que armado las pesadillas terminarían. No pasó nada.
Buscó la colaboración de un religioso que la gente decía que lograba hacer un buen trabajo.
Lo analizó e hizo una sesión de espiritismo intentando que ese hombre volviera a la normalidad. El resultado fue negativo.
(*) La Opinión y La Voz del Sud tienen el honor de presentar estos cuentos inéditos de Sallenave. Escritor consagrado que es pluma y esencia de las letras puntanas. La pandemia no pudo con su inspiración, todo lo contrario. Publicarlo es siempre una celebración.