Expresiones de la Aldea, San Luis

Llanto al viento

Por Sebastián Reynoso

Por los rincones de un barrio muy humilde se puede oír aquel triste lamento, el mismo que se desparrama con los fuertes vientos del mes de agosto, entre los altos pajonales de aquel sitio baldío, florece ese grito desgarrador que lastima, como si fuese el cuento o el mito de alguna leyenda urbana, pero simplemente lo de aquel hombre que llora en soledad es real, al parecer perdió a la que tanto amaba, y que con el pasar de los días siente que más falta le hace.

En las empinadas sierras puntanas y lejos de todos los demás, muchas veces de rodillas les reza a los santos de su devoción pidiendo consuelo. Su rostro y sus gestos dan cuenta de un hombre sin paz. Con su voz partida y ya sin ánimo de seguir vibrando, sus pocas palabras solo mencionan, en ese lamento tortuoso, el nombre de aquella que hoy descansa en la eternidad.

Cuentan algunos vecinos que fueron varias las veces que lo vieron descender y vagar con su pena al hombro, con la mirada perdida y los ojos empañados, nunca responde al llamado de alguno que quiere ayudarlo, terco, testarudo y silencioso, siempre huye de la sociedad hacia su soledad.

Su paso por el barrio no lo hace indiferente ante los demás, algunos lo ven con recelo, el temor nunca está ausente, es morrudo y robusto, pero a su vez se lo ve indefenso, incapaz de lastimar a nadie. Ya no se quiere, como si eso fuera parte del castigo, otros lo miran con pena, y algunos hasta con dolor al sentirse identificados. Así va, penando su amor por aquella mujer que le arrebataron sin piedad en un accidente de tránsito, una noche fría del mes de julio. Muchos corren la cara, nadie quiere mirar a los ojos al dolor que podría ser propio.

Así transita los días, Pepillo Albornoz, con su llanto al viento que se mete por los poros y estremece.

Ese hombre se convirtió en sombra y no entiende de frases como: “la vida sigue y el tiempo todo lo cura”, solo quiere que lo dejen tranquilo, derramando su dolor cada día, porque teme que si la olvida, ella también se olvide de él.

El barrio Las Miranda algunas veces amaneció con Pepillo durmiendo en el suelo, borracho y sin consuelo, como parte del paisaje. A veces, acostumbrase al dolor de otros, no es una buena anestesia para estos tiempos.

“La pintura del dolor”, por Saatchi Mohamed Khalil.