La Aldea Antigua

La equivocación de la mujer al elegir amistades

La Opinión. Noviembre de 1921

Entre las mujeres proclamamos millones de veces que somos iguales a los hombres. ¡Error grandísimo! Quisiera encontrar en mi pluma colores bastantes para describir la verdadera igualdad que existe. Podemos hacer lo que ellos material e intelectualmente, pero jamás podemos ser iguales en la parte moral.

Así mismo proclama la mujer que encuentra más amistad en el hombre que en la mujer misma, error también.

Hablemos de ambas cosas. El hombre goza, triunfa y encuentra que está en la plenitud de su hombría cuando bebe y juega. Por eso siempre se reúnen donde hay algunos de estos atractivos. La mujer, al contrario, busca la sociedad de amigas para hacer labor, música, leer o llevar a cabo algunas obras de caridad.

El hombre siempre está dispuesto a mostrarse amigo de una mujer, siempre que esta sea bella, joven, dúctil y además que le halague lo que ella le diga.

Cuando acuda a él una desgraciada que sea fea vieja o enferma, o una virtud irreducible si es joven, pronto veremos cómo ese hombre se muestra frío, brusco y hasta es grosero a veces. Cuando menos le dirá: estoy muy ocupado. Cuando protege, el hombre es siempre con mira interesada, pero la mujer, al contrario. Ella acude al campo de batalla donde mueren los hombres que van a la guerra por ansias de mando, venda miembros, y reza sobre el cadáver. Que enferme una mujer, que llame al amigo de más confianza, cuando la vea sin peinar, que su “boudoir” no está como solía estar y que en cambio hay medicinas por todas partes… Cuando vea la bata arrugada y la cofia caída en un espasmo de dolor, llamen al hombre para ver qué hace.

Esto es prueba de que el hombre no es un verdadero amigo de la mujer, sino que necesita la idealidad, la juventud, en una palabra, la falsedad.

Natural es que no todos son así, pero es la regla. La mujer siempre se sacrifica por otra mujer, el hombre jamás. Una mujer es amada, pero el esposo no está tan enamorado de ella como para que deje de mirar a otra mujer, es natural que sienta afán por lo que no tiene, aunque sea solamente un capricho.

La palabra hombre la califico como sinónimo de egoísmo, él todo lo toma sin dar nada, la mujer se da por entero, da la vida por él.

María Rosario Dick

Mujeres en 1920.