Reportajes

Irma Ortiz- 05-12-2021

Soy Irma Ortiz. Nací en un pequeño puerto de la Costa Atlántica de Colombia. Localidad de Urabá, Antioquia. Hoy resido en San Luis capital. Mi padre se llama Alfonso, mi madre Aurora, ambos viven en Medellín, Colombia.Tengo dos hermanos vivos,Eliuk y Cristian.

Mi hermana falleció este año y vivía en una ciudad que se llama Ibagué-Colombia.Mis días los comparto con mi compañero Ariel, mi hija Alejandra, mis compañeras de militancia y mis compañerxs de trabajo.

Mis primeros cuatro años, los viví en Urabá-Antioquia y luego en Medellín.Mi niñez transcurrió en un barrio donde nos encontrábamos con lxs demás niñxs de la cuadra, por la tarde jugábamos a las “escondidas”, al “capix” y a la “estatua”. Los últimos dos juegos lo hacíamos entre las niñas, los varones sólo jugaban con nosotras a las “escondidas”.Una anécdota bonita, era que sobre las 17horas nos encontrábamos todxs para ir a la casa de quien tenía televisor, por esa época eran muy pocas las casas que tenían y sólo era en blanco y negro.

Toda mi vida académica, primaria, secundaria y universitaria, la desarrollé en Medellín. La primaria y la secundaria en establecimientos públicos y en la Universidad Pontificia Bolivariana. En Colombia no hay universidades públicas. Todxs deben pasar por unas pruebas de conocimiento y quienes vienen de estratos socio-económicos más bajos tienen menos posibilidad de ingresar a la universidad debido a la calidad de educación recibida.

Desde muy pequeña me gustaba observar la cotidianidad, preguntar sobre ella. Explorar mucho lo que las otras personas hacían y sentían. Me encantaba observar las fiestas vecinales, cuáles eran los roles de las personas que la integraban. Es decir, el mundo de los vínculos. Este recuerdo lo traigo porque me ayuda a explicarme el haber elegido la carrera de Comunicación Social. Estudiar Comunicación me daría herramientas para visibilizar las situaciones de desigualdad e injusticia que se observa en las comunidades.

Como profesional me desempeñé en las organizaciones del tercer sector. Desde muy joven estuve articulada a los procesos comunitarios y de reivindicación de derechos, particularmente el derecho a la paz y a una vida libre de violencia para las mujeres, en el contexto de conflicto armado en Colombia. Estuve inserta en movimientos sociales, en organizaciones de base, luego en organizaciones no gubernamentales y en organizaciones de cooperación internacional.

La responsabilidad del rol de comunicadora en las organizaciones, o ser coordinadora programática al interior de equipos interdisciplinarios o asistente de dirección de una organización de cooperación, entre otros cargos desempeñados, me permitieron comprender y dimensionar cada tarea.

Puedo visualizar varios momentos bisagras, en mi vida profesional, haber conocido y acompañar procesos sociales en otros países diferentes al colombiano me permitió salir de la mirada más “ombligo céntrica” del conflicto de mi país , y reconocer otros rostros del modelo capitalista, tan avasallador con la vida y los cuerpos de las mujeres y de las comunidades. La discriminación, la contaminación de las aguas, la inequidad en la distribución de los recursos, etc. También son “balas” que matan, ya no sólo por la vía de las armas.

Otro momento fue llegar a la universidad pública de Argentina. Reconocer en la universidad un territorio lleno de matices, de posibles desarrollos y de múltiples desafíos en relación, no sólo con el dictado de una asignatura, sino de llevar más allá tu acción para contribuir a las pequeñas transformaciones.

En mi vida personal, un momento bisagra fue la maternidad. ¡Ya no era contribuir afuera! Era hacerme consciente de que cada decisión involucraba y afectaba a un ser humano que gesté y parí. Poner en diálogo permanente el compromiso con un afuera, que era mi propia comunidad, con el compromiso de mi maternidad, que para ese entonces ya sabía que lo privado era público, fue todo un desafío y aprendizaje.

Creo que dos cosas me pueden llevar al enojo, la falta de gratitud por el esfuerzo del otrx y la falta de compromiso cuando se asume una responsabilidad.De música, me encantan los tambores. De lecturas, análisis político y lo que refiera a mujeres.Me gusta el jardín, entrar en contacto con la tierra y sobre todo con plantas que tengan flores.

Algunas marcas que reconozco aprendidas de mi vieja son la alegría y la diligencia. De mi viejo, la responsabilidad y el compromiso con el trabajo.De ambos, la honestidad, la búsqueda permanente por la coherencia entre lo que se dice y se hace y el valor de la palabra comprometida. La amistad ocupa un lugar primordial, la amistad nos salva, las/os amigos son nuestras redes de afecto y contención, nadie puede solx con su vida, todos los cuerpos necesitamos de otros cuerpos para vivir.

Con San Luis ha sido un encuentro con otras maneras de hacer, de estar. Aquí aprendí qué era vivir las cuatro estaciones y con ellas su diversidad de sabores, colores y hasta modos de relacionamiento.