El Gran Juego
La intervención rusa en Kazajistán es parte de la histórica lucha por el control de Asia Central
Por Guillermo Genini
Aldea Contemporánea
La reciente intervención de tropas rusas en Kazajistán como parte de los mecanismos acordados dentro de la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) tuvo como objetivo mantener la seguridad de puntos clave en ese país centroasiático que fue escenario de unos disturbios sin precedentes desde su independencia en 1991. Esta intervención de Rusia en Asia Central marca una actualización de una histórica tendencia política y militar conocida como El Gran Juego. Repasemos su origen y significado.
Se conoce como El Gran Juego a la rivalidad que se estableció entre el Imperio Ruso y el Imperio Británico por el control del Asia Central durante el siglo XIX. En gran medida la actual situación de nacionales como Kazajistán, Uzbekistán, Afganistán, Turkmenistán y Kirguistán proviene de las proyecciones contemporáneas de esa rivalidad que se ha actualizado con nuevos protagonistas como China y Estados Unidos.
Rivalidades Imperiales
Esta rivalidad interimperialista enfrentó a dos Imperios con características diferentes. Mientras Gran Bretaña expandía sus colonias por todo el mundo mediante el dominio de nuevas y viejas vías de comunicación marítima buscando forjar desde las costas un imperio colonial planetario, Rusia representaba a un Imperio que pretendía expandir su territorio como un continuo partiendo desde Europa para alcanzar la hegemonía en gran parte de Asia.
Con estas lógicas diferentes, Asia Central representaba una zona apetecible para ambos Imperios pero que presentaba dificultades difíciles de superar. A comienzos del siglo XIX Asia Central era una extensa zona de límites imprecisos ubicada al este de Europa, al oeste de China y al norte de Persia y la India. Enmarcada en una geografía abrupta, continental, árida y feroz, la región centroasiática estaba en el centro de las antiguas rutas que conectaban China con Europa como la Ruta de la Seda, sirviendo de puente o zona intermediadora entre Oriente y Occidente.
Los numerosos pueblos que la habitaban (kazajos, tártaros, turcomanos, uzbecos, afganos) compartían un carácter comercial y guerrero donde predominaba el islamismo pero con una fuerte presencia de minorías cristianas y budistas. Si bien su economía se basaba en el pastoreo y la agricultura de regadío, muchos de estos pueblos aun mantenían costumbres nómadas o se dedicaban al comercio de caravanas. Sin embargo, este mundo de antiguas raíces estaba a punto de cambiar cuando las potencias occidentales, en aras de sus ambiciones expansionistas e imperialistas, pusieron sus ojos en ella.
El Imperio Ruso fue el primero en avanzar sobre Asia Central como un paso lógico para proteger su expansión sobre Siberia y dominar ricas regiones comerciales al oeste del Mar Caspio. Sin embargo, sus intentos durante el siglo XVIII habían obtenido escasos resultados. Cuando Rusia emergió como gran potencia europea tras la derrota de Napoleón Bonaparte, la política exterior rusa se puso como objetivo ganar influencia y dominar esas extensas y difíciles tierras.
Así, desde 1813 implementó un sistema de ocupación que combinaba presiones diplomáticas con expediciones militares. Ante esta situación algunos pueblos centroasiáticos asumieron que su incorporación al Imperio Ruso sería un mal menor pues evitaría las apetencias de otras sociedades más agresivas y disruptivas como los británicos. En esta perspectiva jugaba un rol central el pasado común entre los pueblos centroasiáticos y el ruso, pues por mas tres siglos los mongoles, y en menor medida los tártaros, habían dominado gran parte de Rusia.

Como nueva potencia hegemónica, la Rusia zarista pretendía aprovechar la decadencia de viejos imperios como el otomano, el persa y el mongol. Pero sólo en este último caso obtuvo resultados duraderos. Primeramente los rusos controlaron los kanatos alrededor del Mar Negro y del Mar Caspio, lo que permitió iniciar su influencia sobre Persia. Posteriormente conquistó el Turkmenistán Occidental, pero no pudieron dominar milenarias ciudades oasis como Samarcanda, Bujara y Jiva. En 1837 fracasó en su intento por alcanzar un acuerdo diplomático favorable con los afganos. Esta acción dejó al descubierto los objetivos rusos: alcanzar una salida directa al Océano Indico y competir con los británicos por la influencia en la India.
Por su parte el Imperio Británico consideraba que la conquista del interior de Asia era demasiada costosa e incierta por lo que se concentró a comienzos del siglo XIX a reforzar su dominio sobre la India eliminando a sus competidores franceses y holandeses. Pero miraba con desconfianza los avances rusos en el Mar Negro, Persia y Afganistán. Tras el fracaso ruso en Kabul, desde la India los británicos iniciaron la conquista de las aguerridas tribus afganas pero fracasó en su invasión (1838-1842).
El inicio
Con estos dos intentos fallidos por dominar a las tribus afganas la mayoría de los historiadores considera que se inició formalmente El Gran Juego. Desde entonces tanto Rusia como Gran Bretaña intentaron obstaculizar el avance de su rival por medios diplomáticos, económicos y militares. En estas prácticas participaron tanto espías como enviados oficiales de ambos Imperios con el fin de ganarse el apoyo de alguna facción o príncipe local o fomentaba rebeliones en zonas ocupadas por su rival.
A mediados del siglo XIX Rusia cambió de estrategia al comprobar que el envío de expediciones militares no aseguraba la ocupación de las lejanas tierras centroasiáticas. En su lugar comenzó a construir fortaleza para jalonar sus avances, como el de Verni en 1854 (actualmente Alma Ata, la ciudad más poblada de Kazajistán) y a enviar población rusa a poblar esas lejanas tierras. Desde entonces los logros imperialistas no dejaron de concretarse.
En 1842 la frontera rusa estaba al oeste del Mar de Aral; 30 años después llegaba a Afganistán. En 1865, Taskent se había anexado formalmente al Imperio Ruso, al igual que Samarcanda tres años después. En 1873 conquistaron el Kanato de Jiva y por medio de un tratado de paz con Amir Alim Khan, el gobernante de Bujará, lo anexaron como un Protectorado. El control ruso se extendió entonces hasta la orilla norte del río Amu Darya y la frontera con China.
Ante este notable avance ruso, el Imperio Británico invadió nuevamente Afganistán en 1878 y le impuso un Protectorado en 1880 dejando el gobierno interno en manos locales pero reservándose el manejo de su política exterior. De esta manera Afganistán se convirtió en un Estado Tapón entre el Imperio Ruso y el Británico, que logró proteger así sus extensas y valiosas posesiones en la India.
El Gran Juego concluyó a comienzos del siglo XX cuando rusos y británicos lograron una amplia alianza antialemana conocida como Triple Entente en 1907. Entre los acuerdos figuraba respetar las posesiones logradas hasta entonces: Afganistán y el Punjab (actualmente Pakistán) para los británicos y Asia Central para los rusos.
Simultáneamente el dominio colonial de la Rusia zarista se manifestaba de diferentes formas. Se favoreció la inmigración de rusos eslavos hacia tierras centroasiáticas y se impuso un fuerte proceso de rusificación de su población, idioma y educación. Se expandió el sistema ferroviario ruso para unir esas lejanas regiones con Moscú y San Petersburgo. Finalmente se crearon nuevas unidades territoriales forzando a asentarse a tribus tradicionalmente nómades. Una de estas de nuevas unidades político-administrativas fue Kazajistán, por predominar en ella la población kazaja, que se integró después de 1917 a la naciente Unión Soviética. Así, como continuidad histórica de El Gran Juego, los Estados centroasiáticos, entre ellos Kazajistán, han permanecido dentro de la órbita rusa hasta presente, pese a ser una república independiente desde 1991