Expresiones de la Aldea, San Luis

El dinero como sustitución

Por Cecilia Daract

Profesora en Letras

La palabra pasión proviene de ser pasivo, dominado por algo extraño al propio ser. La pasión revela algo del vacío de la propia existencia, quizás un exceso de condicionamiento dado por las estructuras del discurso de la época en que nos tocó nacer. El proceso de reconocimiento de quiénes somos realmente, y la aceptación consciente de la propia existencia individual, puede llevarnos a habitar en un presente continuo, sin condicionamientos pasados (proceso de perdón) y sin proyecciones futuras.

Esto es lo que describen los místicos, o el significado de la danza de Shiva, de origen hindú, representado como un ser que no es ni hombre ni mujer (no busca otra mitad, es andrógino) y que, con sus muchos brazos, danza al ritmo de las circunstancias que no maneja, pero de las cuales puede ser parte integrándose al movimiento en forma armoniosa, dejándose fluir y danzando al ritmo de los acontecimientos sin forzar. Para alcanzar esta habilidad se necesita primero de una intuición que permita vislumbrar esa otra posibilidad de existencia, por eso las imágenes, los relatos, los ritos de todas las grandes religiones, tratan de expresarla a través de los tiempos.

Intuir esa posibilidad es sólo el comienzo, después viene un camino hacia el interior para limpiar los condicionamientos sociales y biográficos que fueron borrando esa huella hacia nuestra plenitud.

La aparición del dinero intenta reemplazar el proceso de cambio interior que proviene del dolor de quedar sin el objeto de la pasión. En religión el sacrificio en su significado profundo es sustituir lo que estaba afuera por un nuevo poder interior que nace de la metamorfosis (es lo que intento estudiar en Ovidio) de la estructura interpretativa por medio de la cual entramos en contacto con el mundo y le otorgamos sentido (dirección en el tiempo) y forma.

Solo podemos prescindir del dinero si optamos por la libertad de la riqueza interior, de lo contrario es una dependencia cada vez mayor porque el tiempo nos quita las cualidades exteriores que nos posicionaban en el “mercado de los afectos” y cada vez hay más cosas que sustituir con dinero. Además, el tiempo que dedicamos a conseguirlo, nos va vaciando del contacto con nosotros mismos y somos cada vez más vulnerables al discurso mercantil de la época.

Un psicólogo norteamericano de los años 60, Alan Wats, dice que el norteamericano confunde dinero con riqueza y por eso vive soñando con un gozo (riqueza) que constantemente se posterga para el futuro porque vamos perdiendo las estrategias interiores que nos permiten gozar, vamos dejando de tener la mirada de niño.

El proceso de la pérdida de “registros” de nuestro propio mundo interno, nos transforman en una pieza mecánica del sistema que nos “vampiriza” a través del discurso general e institucionalizado, que sirve de “programador” de las mentes para ser esclavas del sistema. Ya no necesitan fuerzas de control externo, sino que el control se vuelve interno y el resultado está garantizado con muy bajo costo.

De este modo cada vez se aleja más la posibilidad de presentarnos ante el “otro” con nuestros “puros atributos” “hombres no más, el hombre que se siente el hermano del hombre” como dice Agüero. Lacán habla de la inexistencia del objeto del deseo, lo que aparece en el exterior y llama al deseo, es solo una proyección de un vacío interior. En el momento del abandono del objeto y con el dolor, volvemos al registro interior y aparece la posibilidad de ver lo que nos faltaba, de ver el origen del temor, de ver lo que el discurso religioso llama Dios (dichosos los que lloran porque verán a Dios) De todos modos, nadie busca concientemente sufrir y así huimos de lo que podría “calmarnos” para siempre, como el agua que ofrece Cristo a la Samaritana del Evangelio y que nos sigue ofreciendo en esa eternidad del mensaje. Pero seguimos huyendo hacia paraísos artificiales que nos lastiman, subiendo la piedra hacia la cima para que vuelva

Shiva Nataraja o Señor de la Danza, es la representación del dios hindú Shiva como el danzante divino.