Expresiones de la Aldea

DESAPRENDER

Por Rocío Cabanes

Profesora en Ciencias Políticas

Un hecho que no es aislado es cómo molesta que una mujer ocupe un lugar de poder. Cuando me refiero a poder hablo desde un lugar político, económico, empresarial, gubernamental, entre otros.

Cuántas veces hemos escuchado frases como: ¿y cómo hizo para lograr ese puesto?¿Con quién estará saliendo?, solo para ilustrar algunas inquisiciones. Porque cuando somos mujeres parece que necesitamos demostrar que el puesto de trabajo que tenemos y el lugar que ocupamos lo hemos ganado; como si no existiera capacidad intelectual suficiente para lograrlo.

Y no es aislado, es muy común que suceda, lo que da indicio a que es una idea colectiva. Cuando un pensamiento logra instaurarse socialmente es porque existen varias instituciones que lo sostienen.

El rol que ocupamos en el mundo está cambiando, los espacios de poder, las libertades, etc.

Entonces: ¿por qué sigue incomodando la mujer empoderada?

En una conversación surgida hace unos días, antes del 8M, me hicieron dos preguntas que fueron algo así:-¿vos también sos feminista?, entonces ¿odiás a los hombres?, no me digas que andás marchando también.

Rápidamente intenté esclarecer sus dudas y le expliqué que sí, soy feminista, es un estilo de vida que apoyo con todo mi ser.

Muchas veces se cree que el feminismo es lo opuesto al machismo, y me parece importante aclararlo: no son equiparables. El machismo se trata del dominio del varón sobre la mujer, es la supremacía del hombre, en todos los órdenes de la vida y, a grandes rasgos, el feminismo busca la equidad de derechos.

Por otro lado, con respecto a mi participación en marchas como la del 8M, que busca la ampliación de derechos femeninos, la visibilización de disidencias, justicia y tanto más, mi respuesta inmediata fue un ¡SI!, por dos cuestiones principales: 

En primer lugar porque sé que todas las conquistas logradas por mujeres: poder votar a partir de 1951, estudiar, “solo carreras de cuidado” desde 1880, decidir sobre la maternidad desde el 2020, no se han logrado desde el silencio.

Y en segundo lugar porque cuando llego a las marchas con una de mis amigas o mi hermana, de repente no hay peligro, estoy segura, es lo que más disfruto, que por un par de horas somos intocables.

Lo triste es cuando la marcha termina, cuando todo se dispersa y esa unión que parece hacernos inviolables, se rompe.

Cuando vuelvo a la realidad, y otra vez siento las miradas, esas que tanto esquivo pero que tanto penetran, listas para brindarme un adjetivo calificativo de las partes de mi cuerpo que a esos ojos son “provocativos”, y otra vez, viajando en el colectivo, estoy en alerta, porque ningún lugar es del todo seguro, porque siempre está el que tiene las manos demasiado largas, o el que con poco equilibrio necesita frenar con mi cuerpo; y como esos tantos otros ejemplos cotidianos.

Y el hecho me vuelve a golpear, y qué enojada estoy por el lugar que ocupo, por lo vulneradas que somos constantemente, mis hermanas, mis amigas y compañeras.

Yo también aprendí que andar sola es peligroso, tal como le explicaron a los varones, sus padres también se lo dijeron: acompañá a tu hermana que “la calle está peligrosa”, a su hermana le decían “hija tomate un taxi a la vuelta, no vuelvas sola”, y así “nos acostumbramos” a una batería de consejos de supervivencia antes de salir a un aparente mundo hostil.

Así y más fue como fuimos nutriendo la idea de que las mujeres no pueden andar solas, ni vestirse como quieren, ni caminar a la noche por la calle, y si así y todo lo hacen, ellas conocían cuáles eran las consecuencias, estaban “advertidas” del peligro.

No es casual que incomode la mujer empoderada, es muy difícil desaprender. Partimos de una sociedad desigual, y ¿cómo puede ser que una mujer, de esas que no pueden salir solas a la calle insegura, nos gobierne o administre?.

Insisto entonces cuando digo que todos somos responsables, cuando se vulnera el derecho de una mujer, cuando se le exige el triple al cumplir las mismas funciones que un varón. 

Como dije al inicio, esto que nos pasa a las mujeres, no es consecuencia del acto de un puñado de personas, el problema es colectivo, todos somos partes del problema y aunque sueñe cliché, también somos parte de la solución.

Participación de las mujeres en el acto multitudinario en Plaza de Mayo, donde se anuncia la Ley 13.010 de 1947 que otorga el voto femenino.