Expresiones de la Aldea, Notas Centrales

BITÁCORA DE PANDEMIA


Hojear sin juzgar el cuaderno de bitácora de viaje en esta pandemia en el que diferentes y distantes personas escriben reflexiones y sentires de esta historia

La Opinión/ La Voz del Sud

Nos asomamos al cuaderno de viaje en pandemia de la Licenciada en Comunicación Social Silvia Pereyra:

Lo vivido a partir del 20 de marzo de 2020, en lo personal, y que entiendo a la gran mayoría de los que habitamos esta aldea global nos pasó, me afectó en todas las dimensiones de mi diario vivir, marcando un cambio de manera importante en los comportamientos dentro de la familia, en los ámbitos laborales y sociales.

De repente nos enfrentarnos al desafío de cambiar nuestras conductas, tales como salir según la terminación de DNI, par o impar, conocer si somos esenciales o no en la actividad que desarrollamos, si somos contrato estrecho o no, si debes hacer aislamiento, entender cuáles eran los negocios de cercanía, pasar de dar clases en modo presencial a virtual, sin tener incorporado en la tarea docente esta modalidad de dictado, el uso de tapabocas, respetar los aforos, utilizar plataformas digitales para el dictado de clases, u otros recursos como Meet o Zoom para desarrollar o participar en reuniones, sacar “permiso para trasladarnos” algo increíble en una sociedad libre, la llegada de las vacunas, que si es la rusa, la china, la yanqui, o cual fuera, y con la sensación de no saber qué efectos nos haría, incrementar el hábito frecuente de lavado de manos de manera ineludible, el uso de alcohol en gel o sanitizantes. Cuidar con mayor vehemencia a nuestros adultos mayores o a personas de riesgo, con quienes diariamente tratamos por distintas circunstancias.

La sensación de pedir permiso para todo fue lo que más me afectó, como también el no poder encontrarnos con familiares que tenemos fuera de la provincia, en mi caso tuve en mis brazos recién nacido a mi primer nieto, sin pensar ni saber en ese momento, que a los dos días de nacido se declararía la pandemia, y mucho menos que lo volvería a ver con casi diez meses cumplidos.

Hechos que en este tiempo me han dejado una gran huella:

La pérdida con menos de una semana de diferencia, de los padres de una persona muy querida, por COVID, no pudiendo despedirlo porque también se encontraba en terapia transitando la enfermedad.

El regreso al país de un compañero de trabajo de mi esposo, que debió hacer cuarentena, esperar varias horas en unos de los  límites de ingreso a nuestra provincia la autorización, ser trasladado en una burbuja, pasando por todo esto por varios estados emocionales.

Que mi hija menor terminara el último año de la secundaria encerrada en su habitación y frente a su notebook, sin saber si podía tener acto de egreso, volver al aula con sus compañeros por última vez, y menos aún disfrutar de la merecida fiesta de recepción, inimaginable para una niña de diecisiete años pasar por esta vivencia, menos aún comenzar los estudios universitarios virtualmente.

Que tuviera el box, en el que normalmente desarrollo mi actividad docente, montado en el living de mi casa, y que el aula fuera la pantalla de mi notebook, habiéndome costado de esta experiencia, no poder visualizar la cara de mis alumnos, algo muy importante para mí en el proceso de enseñanza aprendizaje.

Frente a un mural, un trabajador de la salud toma una muestra de hisopado a un hombre afuera de la Clínica Ajwa en Shah Alam, Malasia, diciembre de 2020. Crédito: Lim Huey Teng / Reuters

Atreverme, a pesar de estar en pleno pico de la pandemia, a integrarme a un proyecto solidario, que elaboraba y entregaba viandas a familias de barrios periféricos de nuestra ciudad, buscando donaciones, pelando verduras y hasta lavando ollas, en definitiva, hacer lo que fuera necesario para cumplir con nuestro propósito, tender una mano en tiempos difíciles.

Como creyente no puedo dejar de dar gracias a Dios, por no haber tenido que vivir el contagio de COVID en el seno de mi familia primaria, y que habiendo sido contacto estrecho no fuimos contagiados, como también reconocer y agradecer a quienes crearon las vacunas, ya que esto nos aportó cierta “tranquilidad”, más aún como se manejó en nuestra provincia, la administración de las mismas.

Esto nos marca sin lugar a dudas a futuro, nos debe dejar un gran aprendizaje por todo lo acontecido, y por sobre todas las cosas, una gran enseñanza: el ser empático con toda la sociedad, cuidarnos unos a otros y, no crearnos grandes expectativas futuras, que al no poder alcanzarlas nos ocasionarán importantes frustraciones y estados de angustia, como vulgarmente se expresa, vivir el día a día, y con la disposición a ser personas de bien.