La Aldea y el Mundo, Notas Centrales, San Luis

Mediar Ciencia

Hacer pública la comunicación científica se presenta como una necesidad y un derecho a compartir: desafíos y propuestas

Por Eliana Cabrera

En tiempos remotos, el conocimiento se adquiría gradualmente y se compartía en las formas de socialización más primarias del ser humano, motivado por el interés en conocer el mundo para satisfacer sus necesidades básicas. La progresiva organización racional del conocimiento y su institucionalización comienzan a generar distancias entre la ciencia y su comunicación, “(…) adquiere el nombre de ‘publicación’ y luego es empujada al vacío de una sociedad mediatizada” (Mazzaro, 2010). Considerando que el conocimiento es el requisito más básico para tener poder, con todo lo que eso implica, ¿cómo disminuir la brecha entre el conocimiento científico y sociedad? ¿Existe realmente una distancia entre ambos espacios? ¿Cómo facilitar su acceso y una construcción del conocimiento más igualitaria?

En el spot publicitario sobre un evento en el cual se ofrece aprender sobre ciencia en un bar, se observa a un grupo de personas realizando tareas en un laboratorio: bata blanca, gafas, guantes, tubos de ensayo y líquidos extraños. “Vení a tomar algo y escuchar lo que los científicos tienen para contarte”, proponen.

¿No es la imagen más común que se tiene acerca del trabajo científico? Sin embargo, comunicar la ciencia desde ese imaginario no sería lo más adecuado.

Para Miguel Alcibar (2015), “se la ha querido reducir a un mero mecanismo de transmisión lineal de conocimientos genuinos, desde un dominio de autoridad (el científico), que selecciona y difunde contenidos estratégicos, hasta otro lego (el público), que recibe la información científica de manera indiferenciada y pasiva”.

Sarah Tinker (2013) realiza una revisión crítica de una suerte de “modelos” de comunicación de la ciencia, según sus siglas en inglés: PAST, PEST y CUSP. El primero, Modelo de apreciación pública de la ciencia y la tecnología, hace referencia al caso descripto anteriormente: concibe al público “no científico” como un mero depositario de información por parte de un especialista que posee cierta autoridad legitimada por poseer el conocimiento (el único válido). El foco no está colocado en su comprensión ni el aumento de la cultura científica, sino en su apreciación “refleja únicamente las expectativas e intereses de una élite cientificista y tecnocrática”.

Otro de los modelos propuestos, entendiendo esta clasificación como compartimentos no estancos, es el Modelo de compromiso público con la ciencia y la tecnología. Este modelo trasciende la noción de “déficit” porque concibe la comunicación como un diálogo entre ciencia y público. Se asume la importancia de la interacción con una sociedad activa, pero, sin embargo, la ciencia sigue sosteniéndose como una entidad fija hacia la cual el público debe esforzarse en acercarse.

El modelo superador sería el Modelo de comprensión crítica de la ciencia en público, “reconoce que la comunicación no se puede reducir a un simple proceso lineal de difusión de información y, por consiguiente, subraya su carácter multidimensional y contextual”.

Sugiere que la ciencia no está aislada de otras instituciones sociales, que las formas de conocimiento científicas y las no-científicas tienen valor. Se trata de “informar y educar al público y, por otra, explorar y criticar a la ciencia, como institución social que es”. De esta forma, la sociedad estaría más cerca de una apropiación social del conocimiento científico.

¿Cómo construir puentes entre lo que la comunidad científica estudia y cómo se lo hace público?

Agostina Mileo, también conocida por su alter ego, “la Barbie Científica”, en exclusiva para La Opinión y La Voz del Sud, asegura que “hay que empezar por lo primero, no podemos pensar estrategias para lugares que no existen. Hace ya dos años que estamos en pandemia y no hay programación de ciencia en los canales de noticias. En un momento en el que literalmente el estado de los desarrollos científicos, la política sanitaria y el financiamiento de las instituciones de investigación eran información de vida o muerte, no vimos un crecimiento congruente en la presencia de periodistas y comunicadores especializados en los medios con más llegada”. Lo que sí fue común en los medios fue la circulación de información falsa, opinología y personas comunicando información para la cual no estaban preparadas, o al menos no para interpretar fuentes primarias.

Agostina Mileo, conocida como la ‘Barbie científica’.

Entonces, ¿quién está habilitado para comunicar acerca de las ciencias?

“Saber hacer algo no es saber comunicarlo”, sostiene Agostina. “Una forma para que la comunidad científica pueda transmitir información al público no especializado es la que mencioné antes, que personas especializadas en comunicación pública de la ciencia medien entre sus producciones y otros formatos (haciendo entrevistas, artículos, videos, documentales y un largo etcétera). Pero también dentro de la comunidad misma se debe reconocer esta especialización.

Para Agostina no basta con tener carisma, ni una habilidad innata para comunicarse, “termina pasando que personas no especializadas en comunicación que saben mucho de un área hablan de otras áreas, de imbricaciones entre ciencia y política que conocen de primera mano, pero no sitúan en la investigación y varias cosas más que son un problema metodológico y, muchas veces, un desperdicio de recursos, porque las piezas de comunicación se terminan llevando a cabo ‘por instinto’ y los formatos quedan viejos. Comunicación pública de la ciencia que no está hecha con base en investigación de comunicación pública de la ciencia”.

Por último, la comunicadora afirma que

“no hay que reducir comunicación científica a comunicación mediática. Hay investigaciones que son pertinentes, por ejemplo, para el ámbito de la enseñanza, y la comunicación debería estar dirigida a docentes. Capacitar funcionarios, armar materiales educativos, contactarse con organizaciones de base cuyos reclamos puedan ser apoyados por investigaciones, armar actividades lúdicas en el espacio público, son todos actos de comunicación científica”.

Agostina Mileo

“Para mí sería bueno que quienes investigan en el sistema público pudieran acceder a una consultoría con profesionales especializados del ámbito para evaluar para qué tipo de acciones de comunicación es pertinente su trabajo”. Situar y contextualizar las prácticas de comunicación de la ciencia sería la clave para construir conocimiento válido y útil según la comunidad que lo está necesitando.

Al reflexionar sobre comunicación científica, brecha de género y qué se puede aportar para la igualdad de oportunidades, Agostina Mileo hace referencia a un aspecto que se repite una y otra vez: se cuentan mujeres y se resaltan los estereotipos de género, “y no es que esté mal, pero eso ya lo sabemos”, propone. “Creo que el problema central es que este tipo de cosas se siguen comunicando desde lo que llamamos perspectiva de género y no desde una perspectiva feminista. Lo primero es hacer un diagnóstico, agregar mujeres e identidades y revolver. Lo segundo es más trabajo.

A esta altura hay décadas de investigación en el ámbito de la epistemología feminista, que estudia justamente la relación entre la producción de conocimiento y el género. Se trata de situarse en alguna de las perspectivas que debaten, conocer a fondo estas discusiones y darlas a conocer”.

De nuevo, hace hincapié en la especialización, “No toda mujer por autopercibirse feminista y ser comunicadora científica es especialista en ciencia y feminismos, y está bien. Yo no soy especialista en comunicación de la física, puedo llegar a dar una noticia, entender el sentido general de un paper y revisar los ajustes estadísticos para chequear que los gráficos se ajusten a las conclusiones, pero no mucho más. O sea que puedo decir qué dice un estudio con cierta seguridad, pero no ponerlo en contexto, que es lo más importante.”.

Una propuesta: Femiciencia

El equipo de Femiciencia se presenta como “un proyecto que surge en enero de 2021 de la mano de mujeres que, atravesadas por la coyuntura y con pleno conocimiento del desbalance de género en ciencias a nivel mundial, decidimos aportar un granito más a la (de)construcción y (re)construcción de una ciencia con perspectiva de género”. Su trabajo se materializa en un newsletter mensual y gratuito, aunque reciben colaboraciones a través de la plataforma Cafecito. Además, en su cuenta de Instagram @femiciencia realizan entrevistas y comparten análisis y más información sobre ciencia y género; incluso han redactado algunos aportes en Wikipedia, como es el caso del artículo biográfico de la doctora Fran Bubani, la primera investigadora visiblemente trans en la carrera de investigación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

En sus entregas han explorado variedad de disciplinas: astronomía, filosofía, ciencias políticas, ingeniería mecánica, educación ambiental, entre otras. Su objetivo es visibilizar a las femeneidades científicas que han realizado y realizan aportes a la ciencia pero que fueron y son silenciadas; visibilizar sus investigaciones, conocer sus historias de vida y “dar a conocer que las mujeres hemos existido en la historia de la ciencia desde siempre”, sostienen.