Reportajes

Julieta Baraldini-05-06-2022

Soy Julieta Baraldini, nací el 4 de mayo de 1978 en San Rafael, Mendoza. Volvimos al poco tiempo a Buenos Aires. Tengo recuerdos de un barrio típico de clase media, donde todos los chicos salíamos a la vereda a jugar, donde la plaza era el lugar de encuentro y lleno de juegos. Tenía mucha actividad con la danza, que fue mi primera profesión. Una niñez muy diferente a la de hoy, mi tiempo estaba distribuido entre lo artístico y el deporte, haciendo natación, logrando un nivel muy alto.

No recuerdo estar aburrida. Me dediqué a la danza hasta los 35 años, viajé mucho, tuve una escuela de danza, me subía al escenario todos los fines de semana. Mi gran pasión, que era todo lo terapéutico, comenzó a mezclarse con el ambiente artístico, y de repente a la escuela de danza que tenía en Mendoza comenzaron a llegar bailarines con problemas en las rodillas, contracturas, muchos se sentían emocionalmente inhibidos, y no sabían cómo manejarse.

Naturalmente me fui yendo al aspecto terapéutico del cuerpo y del movimiento, mis clases terminaban siendo espacios donde hablábamos más de lo que nos pasaba en el cuerpo que de técnica y procesos creativos. Ya estaba en la biodanza, bioenergía, estuve mucho tiempo en la Escuela Metafísica de Buenos Aires, un conocimiento que tenía a flor de piel, pero que no lo había llevado a la profesión, porque para mí la profesión era la danza. Me di cuenta de que era mejor terapeuta que bailarina.

A los 35 años, cuando nació mi segundo hijo, me di cuenta de que no quería volver a pisar el escenario, que se había terminado mi labor con la danza. Al parir mi segundo hijo me parí a mí misma, en mi segundo modo de ser, de estar y de vivir, nunca más volví a la danza como bailarina, pero sí llevé ese conocimiento en relación al cuerpo, a mi profesión.

Cada persona tiene una danza especial, su manera de caminar, de hablar, gesticular, la manera en la que vive sigue siendo una danza, la danza de la vida, una coreografía que va cambiando de personajes, música y escenarios. Me desligué de lo técnico y de los escenarios, pero la danza sigue siendo parte de mi vida unida al proceso creativo, al artístico, y a la observación. La vida es como una obra musical, a veces una composición alegre, a veces una composición triste, o trágica, es como un tango, un paso le sigue al otro.

Llegué en 2011 y volví en 2014, ya hace ocho años que estoy definitivamente, en esta provincia que adoptó a mi hijo Francesco, que llegó con un mes y tiene hasta la tonada. Me siento de acá también, donde viven mis amigos, yo vivo con mis dos hijos, y con mis padres que están en Buenos Aires tengo buen vínculo y están bien los dos.

La biodescodificación es una disciplina que por ahora no es científica, que decodifica los trastornos, síntomas y enfermedades que tenemos en nuestro cuerpo a través de las emociones, consideramos que una emoción que no puede ser aceptada o comprendida termina provocando un impacto en el cuerpo, y el cuerpo gestiona esa emoción a través de un síntoma o una enfermedad.

Lo óptimo sería poder expresar nuestras emociones y aceptarlas, pero no siempre es posible, porque mucho del contenido emocional es inconsciente, y por ello no nos damos cuenta que nos angustiamos, nos enojamos, o nos deprimimos, el cuerpo es esa interfaz entre lo consciente y lo inconsciente, el síntoma es la posibilidad de resolverlo. La psicología es muy psicoanalítica, la medicina está muy ligada al tecnicismo y la farmacología, y el espacio de la emoción, el estado anímico, que para nosotros define la salud de la persona, no se ha incorporado. Las constelaciones familiares o configuraciones son un modo fenomenológico que no podemos todavía terminar de explicar, sería la imagen que nos da una familia, algo pendiente, traumático, un secreto o algo que quiere salir a la luz.

Cuando hablamos de imágenes son emociones que nos transmite una constelación, es un paradigma nuevo. Comenzamos a hablar de tabúes o secretos familiares, cosas que pasaron y que pensábamos que se iban a curar solas, o que si nadie sabía era mejor. Nosotros decimos que todo trauma tiene que ser mirado con amor, somos personas haciendo lo que podemos dentro de una familia, no existen los buenos y los malos. Es una manera muy diferente de ver a la sociedad. Los drogadictos, los locos, los malos, los pobres, los indigentes, lo que no queremos ver, son el resultado de un desorden sistémico global, nadie está ahí de casualidad, todos hacemos algo para que haya un excluido.

Sigo estudiando, amo el conocimiento, amo la música y la danza, en un punto soy una persona triste. Pareciera que socialmente nos piden que seamos felices al cien por cien. Rechazo esa idea, creo que la tristeza es parte de la vida y sin ese aspecto no podría estar en contacto con la tristeza del otro. Lejos de querer sacármela, la atesoro, porque me permite estar de una manera muy empática con el otro.