La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

UN CAMBIO PARA COLOMBIA

El triunfo de Gustavo Petro marca un antes y un después en la historia colombiana. La ruptura con el pasado y los desafíos del próximo presidente

Agustina Bordigoni

Por primera vez en la historia colombiana el país tendrá un presidente de izquierda y una vicepresidenta mujer, afrodescendiente y lideresa social. Por primera vez, también, un exguerrillero llega a una escala tan alta del poder.

Nada de esto es casualidad. El país que eligió a Gustavo Petro y Francia Márquez no es el mismo que el de hace algunos años, en los que también Petro se presentó como candidato a presidente. “La tercera es la vencida”, suele decirse cuando se habla de sus intentos para llegar al lugar que ocupará a partir del 7 de agosto. Y realmente lo fue: con el 50,44% de los votos se convirtió en el mandatario electo de Colombia en la segunda vuelta electoral, el 19 de junio, y consiguió una cifra récord de votantes, la mayor cantidad que un aspirante logra desde 1998. En la última elección, la de 2018, perdió en segunda vuelta contra el actual presidente, Iván Duque. En aquel momento la decisión del electorado pasaba, en gran parte, por la postura de los candidatos frente al conflicto armado con las guerrillas y al proceso de paz, iniciado en 2016.

En 2022 la agenda electoral cambió. Los temas sociales, culturales y medioambientales ganaron terreno en un contexto en el que si bien la paz no es una realidad consolidada, sí lo es con respecto a las décadas en las que las FARC y otras guerrillas dominaban el país y centraban todos los esfuerzos gubernamentales por combatirlas. Hoy, sobre todo los jóvenes, desconocen esa realidad no tan lejana. O no la vivieron, lo que es -a los fines prácticos- lo mismo.

Un nuevo país

Gustavo Petro fue parte de esas guerrillas a las que los sucesivos gobiernos se enfrentaron. A los 17 años se unió al Movimiento 19 de abril (M-19) que había sido creado siete años antes, en 1970, luego de las elecciones presidenciales en las que el conservador Misael Pastrana resultó vencedor. Los seguidores del derrotado Gustavo Rojas Pinilla (que gobernó el país de manera dictatorial de 1953 a 1957) formaron la guerrilla acusando al reciente gobierno electo de fraude.

El acto más sangriento en el que participó el grupo armado fue la toma del Palacio de Justicia, en 1985, en el que murieron 101 personas, y que salió nuevamente a debate con la candidatura de Petro, que en ese momento no participó del ataque porque estaba preso. El M-19 se disolvió en 1990, tras firmar un acuerdo con el gobierno, y formó un partido político –del que el actual presidente electo formó parte– y que luego también desapareció.

El verdadero paso hacia el final del conflicto lo dio el país durante la presidencia de Juan Manuel Santos, con la firma del acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2016, luego de extensas negociaciones que se llevaron adelante con los auspicios de Cuba, Noruega y Naciones Unidas. La guerrilla más importante del país se desmovilizó y aunque surgieron disidencias y otros grupos, la realidad en Colombia no fue la misma que durante los años más duros de lucha.

Es solamente entendiendo este nuevo contexto que se puede entender el triunfo de Petro en un país históricamente gobernado por conservadores, con una postura mucho más dura frente a la guerrilla que cualquier líder de izquierda y, por supuesto, que cualquier exguerrillero.

La nueva realidad permitió a los colombianos preocuparse de otras cosas, por las que la violencia no les daba lugar a ocuparse antes: la pobreza (que es del 39%), el cuidado del medio ambiente, la desigualdad, los derechos de las minorías, la reparación a las víctimas del conflicto, la restitución de tierras, y el efectivo cumplimiento de los acuerdos de paz.

Un mismo país

“La paz es que la sociedad colombiana tenga oportunidades. Que alguien como yo pueda ser presidente o alguien como Francia pueda ser vicepresidenta. La paz es que dejemos de matarnos los unos a los otros. Desde el gobierno comenzará la paz integral de Colombia”, dijo Gustavo Petro luego de conocerse el resultado de las elecciones.

Si algo surgió como conclusión de este proceso, que requirió dos vueltas electorales, es que el país está divido, polarizado, y que la población ya no quiere más de lo mismo. Las dos propuestas eran disruptivas pero muy opuestas. La de Petro, de izquierda, la de su contrincante en segunda vuelta, Rodolfo Hernández, de derecha y “outsider” de la política al estilo de Trump o Bolsonaro. 

Por eso resulta tan importante la paz, la negociación. Petro deberá pactar con otros partidos para llevar adelante su plan de gobierno, ya que no cuenta con mayoría en el Congreso, y deberá gobernar para un mismo país, aunque el 47% de los votantes muy probablemente haya votado no por Hernández sino más bien en su contra.

Pero la paz es importante no solamente entre los partidos, sino también para la población en general. Para los líderes sociales sobre todo: en lo que va del año fueron asesinados 86.

Francia Márquez, vicepresidenta electa, sabe de esto. Desde los 15 años ejerce ese papel de lideresa en la defensa de los derechos de las mujeres y de su comunidad. En 2018 ganó el premio Goldman por su lucha a favor del medio ambiente y parte su familia está exiliada por las constantes amenazas

Por eso mismo su figura genera expectativas, sobre todo entre quienes pasaron por situaciones similares. Arnobis Zapata Martínez es un líder social campesino que ha tenido que enfrentar innumerables peligros por su tarea. Sufrió varias amenazas de muerte, su casa fue baleada y dos de sus hermanos fueron asesinados. Su vida transcurre entre constantes desplazamientos de una región a otra y las comunicaciones con él son difíciles, en parte porque sufre temor a las represalias por lo que diga, y en parte porque no es fácil encontrar señal telefónica en las zonas por donde se mueve. Aun así, se toma el tiempo para responder las preguntas de La Opinión y La Voz del Sud, y afirma que este resultado “logró demostrar que la gente tiene una gran disconformidad con los sectores políticos tradicionales que siempre gobernaron el país, y el hecho de que Francia Márquez esté en ese lugar manda un mensaje de verdadero cambio político. Significa que personas que nunca llegaron a la política, como los líderes sociales, ahora pueden llegar a la política”.

Líderes sociales, ciudadanos de centro, derecha o izquierda se sienten cada vez más descreídos respecto de las instituciones y eso es algo que los une, más allá de las claras diferencias. Ese será el principal desafío, el primero en saltar para poder poner un pie en el resto.

Diferentes realidades

El país que recibirá Petro en agosto está unido por el rechazo a la clase política, pero dividido por las desigualdades. Colombia es uno de los países más desiguales del mundo, en donde el 1,5% de la población concentra el 52% de las tierras. Frente a esto Petro propone una reforma agraria que suponga la erradicación de las tierras improductivas, algo que planea hacer fomentando su uso, ya sea por incentivo o por castigo: los dueños podrán decidir entre utilizarlas, venderlas al Estado o pagar impuestos por su inutilización.

Los derechos de las minorías, incluidas las étnicas, pero también la comunidad LGTBI, y las mujeres, también sufren diferentes tipos de vulneraciones. En el caso de las mujeres, por ejemplo, los salarios y las pensiones son sustancialmente menores, en términos generales, que las de los hombres. A esto el gobierno propone combatirlo con un Ministerio de la igualdad, orientado a ocuparse de este tipo de problemas.

El próximo gobierno tendrá también el enorme desafío de dejar por fin atrás los años de conflicto armado y que todavía plantea algunos problemas, como los nuevos grupos criminales o las disidencias de las FARC. También prometió iniciar negociaciones para un posible acuerdo con otras guerrillas, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN). A su vez deberá reformular las instituciones que quedaron obsoletas: la policía y el ejército, acostumbradas a tratar con grupos guerrilleros más que con civiles.

Fue ese uno de los principales reclamos de quienes salieron a las calles en 2019 y 2021, y que fueron reprimidos con violencia. Las instituciones deben adaptarse a la idea de que ahora tratan con civiles más que con criminales, y la criminalización de las protestas nunca puede ser la respuesta.

Colombia cambió, y lo demostraron las últimas elecciones, en donde la guerra interna ya no fue el principal tema de debate y ningún candidato de las antiguas fuerzas que lo gobernaron llegaron siquiera a segunda vuelta.

Ahora deberían venir otros cambios. Igual de necesarios y urgentes.