La Aldea y el Mundo, Notas Centrales, San Luis

Una escritora por el viento

Un nuevo aniversario de su nacimiento sirve para recordar a Liliana Bodoc, su ineludible obra literaria y su capacidad de contagiar entusiasmo

Por Eliana Cabrera

A Liliana Bodoc, como al viento en nuestra provincia, la encontramos por todos lados. No solo su obra literaria sigue latente, sino que gracias a la vertiginosa internet también podemos escuchar su voz narrando o exponiendo en congresos su auténtico y profundo amor por la palabra poética.

Participó en series documentales y hasta una charla TED. A todos los espacios los llenó de entusiasmo y daba la sensación de que nunca iba a terminar sus discursos: siempre podía defender con más fervor y convicción el lugar que podría ocupar la literatura en nuestras vidas, si lo permitimos. Dejaba la puerta abierta a la inquietud y la curiosidad.

No fue su tarea decir qué es la literatura sino invitar a todos a descubrirla, pero con cuidado: porque algo tan simple y tan complejo como la palabra poética, para Liliana, puede atravesarnos y transformarnos completamente.

Nicol Salas, Profesora Universitaria en Letras, relata cómo fue su primer encuentro con Liliana Bodoc, cómo la escritora la impactó con sus palabras y su calidez más allá de los libros. “Cuando era estudiante del secundario, mi profesora de lengua y literatura, Claudia Zivoder, me invitó a participar de la presentación de uno de los libros de Liliana Bodoc en el Colegio Nacional. Entonces fuimos y yo llevaba su libro fotocopiado porque en ese tiempo no podía comprarme uno. Recuerdo que dijo cosas muy bonitas, hablaba de la literatura con tanto amor que yo, con 14 años, empecé a amarla también. Al final de la presentación nos acercamos para saludarla. Yo quería su autógrafo pero me daba mucha vergüenza mostrarle mis fotocopias así que saqué un cuaderno.

Ella me preguntó si tenía el libro, y yo, avergonzada, le dije que no todavía, que lo había leído en fotocopias. Ella muy dulce y humilde como siempre me las pidió y escribió la frase: ‘La literatura comienza con tu sonrisa’. Esa frase, sumada el gesto tan lindo que tuvo esa tarde, me han acompañado durante toda mi carrera.

Hoy me desempeño como profesora en una escuela secundaria y leemos con mucho amor las historias de Lili. Además, cuando cursaba la carrera tuve la oportunidad de escucharla más cerquita y de decirle lo importante que había sido ese gesto para mí. ¡Nos sacamos una foto y nos dimos un abrazo muy fuerte!”.

Liliana Bodoc no solo fue una escritora reconocida sino también una persona entrañable, de actitudes amables y palabras precisas. Convidar la literatura e invitar a probarla como si fuera un manjar quizás fue su más grande afición.

Luis Vilchez, poeta y gestor cultural que dirige la Revista Cultural Latinoamericana (Guturalmente hablando) “El Viento”, cuenta que conoció a Liliana a través de un amigo y escritor mendocino, Alejandro Frías, quien le contó que una amiga había venido a vivir a El Trapiche y quería que conociera la revista. Más tarde, nacería una gran amistad con el compañero de Liliana Bodoc, Jorge, y también con ella se encontrarían varias veces en lecturas y ferias del libro. “Sentimos que apreciaba mucho el trabajo que hacíamos con la revista cultural El viento y con las ediciones Libros de la calle”, comenta Luis, quien la considera una de las escritoras fundamentales de la literatura argentina.

“En tiempos de incertidumbre y desesperanza es imprescindible gestar proyectos colectivos, desde donde planificar la esperanza junto a otras, a otros y otres, como diría Paulo Freire, y ella admiraba eso, el proyecto colectivo de la revista El Viento”. También recuerda:

“ella decía que el odio no suele debilitarse en las caídas sino al contrario, y aseguraba, tenemos que vencer el miedo de vivir en esta humanidad tan deshumanizada, y para eso una de las formas de vencer el miedo y el odio es leer la obra de Liliana Bodoc, que tiene mucha historia, mucha cosmovisión, mucha poesía”.

Para el poeta puntano, tanto Liliana como su hija Romina, su hijo Galileo y su compañero de vida «son seres de luz para, me animo a decir, la literatura puntana, porque si bien ella nació en Rosario y vivió parte de su vida en Mendoza, me atrevo a decir que ella se consideraba una trapichera. Porque viajando y trashumando encontró este lugar y dijo “es mi lugar en el mundo”. Es por eso que cuando publican material que les manda Jorge Bodoc, su compañero, para publicar en El Viento, siempre colocan “del Trapiche”. Liliana Bodoc, del Trapiche.

Precisamente, en una entrevista realizada hace unos años para La Opinión y La Voz del Sud, la misma escritora decía: “Hace nueve años que vinimos a vivir a San Luis. Más específicamente a El Trapiche, un lugar que aprendimos a querer cuando, con nuestros hijos muy chicos, vacacionábamos año a año en el pueblo. Lo recuerdo muy bien… Llegábamos en tren a la ciudad, tomábamos un licuado de banana y leche en un bar que estaba, y aún está, en una esquina de la plaza. Y después, el colectivo que nos llevaba al río, a las cabañas de Catita Consani, a la maravilla”.

Romina Bodoc y su hermano, Galileo, decidieron retomar la tarea de escribir un final para el tercer volumen de la saga Tiempo de dragones, que quedó inconclusa luego de la abrupta muerte de su madre. Su legado literario no se detiene, se hace eco a través de su hija e hijo. ¿En qué palabras o relatos resuena y vibra su voz? Romina afirma que «la voz de Liliana resuena de manera ubicua en toda su literatura. Porque cada una de sus obras condensa y despliega una parte de sí misma, una dimensión de su modo de comprometerse con el mundo. Ella está en cada palabra escrita y detrás de cada silencio. En cada punto, personaje y giro de la trama. Desde Simi Titi, a Memorias Impuras. Desde Presagios de carnaval hasta Tiempo de Dragones. Algo de sí misma se revela en cada decisión ética y estética que impulsa su narrativa. Porque para Liliana, el hecho literario es, antes que ninguna otra cosa, un arte y, como tal, tiene el deber de transformar y transformarnos”.

Romina arriesga y sugiere que, entre todas sus obras, donde más encuentra la voz de Liliana es en La Saga de Los Confines. “Porque ahí se revela y se origina su modo característico e indistinguible de ejercer el lenguaje. Diego López, amigo y pensador sanjuanino, describió brillantemente el corazón de su obra: el pulso que atraviesa y late detrás de su producción literaria. La presencia de lo épico, lo fantástico y lo latinoamericano. Allí radica la esencia, el alma y el impulso de su voz. Me gustaría agregar lo poético, porque desde ahí Liliana amasaba la materia prima del lenguaje y de la realidad de modos inéditos. Porque la poesía, nos decía, atraviesa lo explícito y accede a lo connotado. Porque la poesía desobedece, esquiva y, por lo tanto, debilita la clave más profunda de la deshumanización”.

Recordar a Liliana Bodoc es más que hacer una lista de sus libros. Por su naturaleza gentil, quienes la conocieron y se sintieron movilizados por ella, llevan un poco de su esencia consigo. Además, para Romina, “más que un conjunto de obras, es una práctica, un modo de volcarse hacia el mundo. Es en torno a esta mirada expandida sobre su vida y trayectoria como creo que es mejor tenerla presente y recordarla”.

Para ella, Liliana “Nos invita no solo a contemplar su obra como un objeto cerrado y concluido sino a ‘ejercer el oficio de poetas’. No sólo a admirar su colosal imaginario, sino a ensayar otros modos de comprometer la ficción y la realidad, de instalarnos en la cooperación entre ambos dominios. Nos convida a mirar el recorrido de una artista, pero más profundamente a seguir sus pasos. A llegar con las palabras a cuestas hasta las escuelas más alejadas, a las soledades más recónditas. A sumergirnos en la grieta de un poema para derribar muros conceptuales y sensibles.

A devolverle a la oralidad su destronado sitio en la producción del saber. A batallar en los confines del lenguaje para hacerlo en los confines del mundo. Para, atreviéndonos a desobedecer, arrojarnos el derecho y el deber de cantar bellamente, de imaginar y, finalmente, de hacer de nuestras vidas una insinuación, un gesto, un acto creativo”.

Dónde está Liliana, desde la voz poética de Romina

Liliana está dónde Vieja Kush amasa y reparte los panes. Allí donde Wilkilen, la inocente, pinta las líneas de la vida en las palmas de la Sombra para devolverle su propósito de podadora.
También detrás y delante de la gran batalla del Odio Eterno contra el amor, sosteniendo con su práctica, su ideología, y su corazón la línea de ese eterno enfrentamiento.
La voz de Liliana viaja de norte a sur de los Confines pregonando sus dotes de artista con Cucub. Se demora en la brillante lengua de Asila fraguando la estrategia contra la traición.
También en la imprudencia de una princesa enamorada que atravesó un continente en guerra por amor. En el generoso vientre de Kuy Kuyen, y de las mujeres husihuilkes, sostenedoras del hogar, los zapallos y los hijos. Y, antes aún, su voz se revela en la sabiduría de Kupuka que sabía que un hombre no es más ni es menos que un junco. Que la única magia capaz de enfrentar a la ferocidad nace de la alianza de la criaturas. Es su voz en su estado más primigenio y esencial la que despliega el imaginario de un mundo que puede seguir existiendo solo si no se olvida que es un inmenso tejido. ¡Ay de quienes se olviden que somos una red! Dice Liliana mientras trenza y destrenza el cabello oscuro de un continente que lucha para permanecer en la memoria. Como el carozo de una ciruela que podrá volver a ser un fruto que chorrea su dulzor en los labios.

Liliana Bodoc fue y será una brisa inquieta, un viento escurridizo de los que se meten en cualquier recoveco que encuentran. Atraviesa con sus palabras a cualquiera que la lea y la conozca. Como en su cuento “amigos por el viento”, a su paso desordenó y arrasó, sin más herramienta que lo poético. Recordar y compartir su trabajo con la palabra es dejar la ventana abierta para que corra el aire.