La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

TERRITORIOS EN PELIGRO

A veces, contar con importantes recursos naturales no es una ventaja. Las industrias extractivas causaron graves consecuencias en África

Por Guillermo Genini

El capitalismo mundial presenta una de sus caras más voraces y destructivas con el extractivismo. Esta actividad implica algunas características comunes más allá del lugar en que se asienta esta práctica económica, política y social. Se trata de un método de explotación que consiste en extraer recursos naturales que se encuentran en territorios específicos con destino al mercado mundial, y que generan poco o nulo desarrollo en la sociedad receptora. Por el contrario, deja como resultado una huella ecológica o un espacio deteriorado de larga duración. Los proyectos extractivistas por lo general están impulsados por empresas o capitales internacionales que reciben el apoyo de los gobiernos locales que pocas veces tienen en cuenta los daños o pasivos ambientales que genera esa exploración, que no cesa hasta haber agotado los recursos naturales deseados. 

Los especialistas que critican la práctica del extractivismo señalan que la presencia de recursos naturales tales como bosques, selvas, petróleo, minerales o tierras fértiles no representan por sí mismas una bendición para territorios o sociedades pobres. Si éstas no hacen posible su aprovechamiento con prácticas sustentables y respetuosas con el ambiente, pueden caer en una dinámica destructiva de esos recursos por medio de su explotación rápida y desenfrenada.

No es de extrañar que el extractivismo se encuentre como el motivo principal de la mayoría de los conflictos socio- ecológicos que se presentan en los distintos países del mundo, en especial en el Tercer Mundo. En África se producen muchos de estos conflictos socio-ecológicos pues las estructuras gubernamentales son débiles frente al capital internacional y sus tentadoras iniciativas que prometen un rápido crecimiento económico.

Terribles consecuencias

En este contexto, desde el siglo XX, y con mayor intensidad durante las últimas décadas, las tierras africanas han sido atacadas por un conjunto de prácticas extractivistas  que han puesto en peligro sus bosques y selvas. De hecho, la eliminación de las cubiertas vegetaciones naturales ha propiciado tanto la extensión de los desiertos como la disminución de la fertilidad de la tierra por medio de una combinación de ciclos de plantación excesivos, pastoreo intensivo, tala forestal indiscriminada y aplicación de productos químicos sin mayores controles. A ello deben sumarse otros efectos nocivos en el medio ambiente africano como la contaminación de la tierra, agua y aire, la erosión del suelo, la pérdida de la biodiversidad y el deterioro de la calidad de vida de las comunidades locales.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, 2008), la degradación de la tierra es una grave preocupación en 32 países africanos y el 65% de las tierras agrícolas del continente han sufrido daños. 

Un caso en particular ha llamado la atención de los organismos internacionales y de varias ONG defensoras del medio ambiente: el cultivo del cacao. Este cultivo tropical se ha extendido desde comienzos del siglo XX por el cinturón selvático de los países del Golfo de Guinea, en particular Costa de Marfil, Ghana, Nigeria y Camerún. En conjunto estos países africanos producen el 70 % del cacao que se industrializa actualmente en el mundo. Pese a ello, la relación con las grandes compañías que producen chocolate a escala global dista de ser equitativa. A lo largo de varios años, se han denunciado prácticas abusivas donde se combina trabajo esclavo con explotación infantil y graves perjuicios al medio ambiente. Por su parte, estos conglomerados internacionales entre los que se destacan Mars, Barry Callebaut, Nestlé, Hershey, Cargill, Ferrero, Bloomer Chocolate y Touton, aseguran que apoyan prácticas laborales y agrícolas controladas y sustentables. Sin embargo, los resultados de las evaluaciones e inspecciones independientes han demostrado un grave y continuo deterioro ambiental y humano local.

“Heredar el polvo”, la exposición del fotógrafo y activista Nick Brandt, es una reflexión sobre la voracidad con la que el hombre está destruyendo la naturaleza.

Recientemente, el informe de la iniciativa “Sweet Nothings” ha mostrado que el cultivo del cacao sigue provocando la destrucción de áreas protegidas, la deforestación, la pérdida del hábitat de chimpancés, elefantes y otras especies locales, y la explotación económica y el deterioro en la salud de la población, pese al compromiso de la industria del chocolate por cambiar las prácticas extractivistas. Los Estados más afectados son Costa de Marfil y Ghana.  El primero perdió por año desde 2019 más de 20.000 hectáreas de bosque tropical dentro y fuera de zonas protegidas y parques nacionales, y el segundo más de 40.000 hectáreas. 

Los principales productores

El caso de Costa de Marfil es emblemático. Ubicado en la región tropical de África Occidental, con una población de más de 26 millones de habitantes, seis millones se dedican a la producción del cacao. Produce dos millones de toneladas anuales de cacao por lo que es el mayor productor mundial de esta materia prima. Pese a ello, gran parte de su población vive por debajo de la línea de la pobreza y no se avizora una mejora sustancial.

Con una superficie 322.463 km² ha perdido en los últimos 40 años el 80% de las selvas y bosques tropicales que poseía a causa de la extensión del cultivo del cacao.

Las autoridades gubernamentales son incapaces de cambiar las prácticas destructivas y las invasiones a tierras protegidas que realizan los campesinos en su afán de lograr mayores ingresos. Particularmente dañino es el uso de pesticidas, herbicidas y otros productos químicos que se utilizan para eliminar la vegetación natural y suplantarla por plantaciones de cacao. Nadie dice conocer el origen de esos productos pero se comercializan y aplican en forma habitual con grave perjuicio para el medioambiente y la propia población campesina. A su vez las grandes empresas internacionales afirman que controlan el origen y la trazabilidad de los sacos de granos de cacao que compran pero en la práctica adquieren a empresas subsidiarias o tercerizadas cacao de dudosa procedencia.

Las campañas internacionales que bregan por un comercio justo y una producción sustentable del cacao no han logrado mayores resultados. No se han mejorado los ingresos de los campesinos pese a que las principales empresas que compran cacao se comprometieron desde 2019 a pagar una “Prima ética” para beneficio de los productores. Tampoco se cumplieron las promesas de detener las plantaciones dentro de las áreas protegidas destinadas a proteger la biodiversidad. Según han revelado las imágenes satelitales desde 2017 el ritmo de la deforestación en Costa de Marfil se ha acelerado al igual que los impactos medioambientales que suponen un abrupto quiebre de los ciclos de reproducción de la vida tradicional, dejando a las comunidades sin sus tierras ya sea por el proceso de privatización o contaminación, lo que implica de hecho un cambio en la forma de producir sus propios alimentos. 

Promesas incumplidas

Las perspectivas frente a este panorama son inciertas. Si bien las principales empresas que industrializan chocolate y los grandes comerciantes de cacao afirman que están dispuestos a desempeñar un papel activo en la restauración de los bosques degradados y la biodiversidad en Ghana y Costa de Marfil, los hechos demuestran la continuidad de las prácticas extractivas. Los intentos de promover la obtención de cacao por medio de la agrosilvicultura, práctica respetuosa de la biodiversidad y carente de uso de productos químicos, son acotados y de difícil implementación. 

Por su parte, los gobiernos nacionales y locales carecen de los recursos necesarios para controlar la cada vez más menguada superficie de las áreas naturales que sufren el embate de la deforestación ilegal. Finalmente, las agencias internacionales sostienen que el pasaje del monocultivo del cacao a sistemas agrícolas diversificados solo será eficaz cuando los gobiernos de los países industrializados se comprometan a introducir una legislación que exija a las empresas compradoras realizar controles exhaustivos sobre la adquisición de cacao producido con trabajo esclavo o proveniente de tierras deforestadas.

El artista británico captura en sus imágenes la devastación de la fauna y la flora del continente africano. Hace cinco años Nick Brandt fue
co-fundador de Big Life Foundation [https://biglife.org],