¿Es difícil ser mujer?
Por Lupe Bazán Duhalde
“¿En serio es difícil ser mujer?” Preguntó Horacio a su hija de 19 años, luego de la cena habitual de todos los miércoles. Quedó estupefacta. Casi como un acto reflejo respondió que sí, pero se tomó unos minutos para tratar de argumentar su pensamiento.
Zoe reconoció fácilmente las consecuencias que conlleva ser mujer en la actualidad; también reconoció la obvia diferencia entre ella y su padre, así como también comprendió que su padre dudaba del discurso feminista que tanto había escuchado en el último lustro, y por eso le preguntaba qué tan real era esa afirmación.
A través de la experiencia, la joven sabía muy bien que había cosas que no podía hacer. Al volver de la facultad en colectivo, luego de que el sol se escondiera, debía realizar un procedimiento al principio tedioso, pero que más tarde se convirtió en rutina: gas pimienta con forma de labial, manopla, rompevidrios y navaja (todos regalos de su madre cuando se fue a vivir sola, porque “la calle está complicada, y más para que andes sola”). Un mensaje avisando que salió, compartir la ubicación en tiempo real, auriculares y guardar el celular. Cuando caía en la cuenta de todo este proceso, lloraba. Lloraba porque no comprendía por qué tenía que cuidarse de salir a la calle de noche. Sola.
Lo cierto es que más allá de todas las precauciones y la tristeza de seguirlas al pie de la letra, Zoe era consciente que tenía privilegios desde su lugar de mujer. Tenía amigos (varones) que la acompañaban a su casa, una madre que sabía sus movimientos, y podía ir a la facultad, cuando solo uno de cada tres argentinos cuenta con formación universitaria. No podía comparar su vida con la de aquellas chicas que veía pidiendo comida.
Pero entonces, ¿quiénes son las mujeres? Las negras, las proletarias, las lesbianas, las mayores, las niñas o incluso los cuerpos feminizados, ¿son mujeres? Porque si pensamos a las mujeres como un producto de lo que el varón heterosexual-cis quiere (madres de sus hijos, heterosexuales, servidoras); ni las lesbianas, ni las niñas, ni los cuerpos feminizados, ni las adultas mayores son consideradas como tal.
¿Qué te convierte en una mujer?, ¿tu corporalidad?, ¿tu propia percepción?, ¿la manera en la que te presentas a la sociedad?, ¿tu orientación sexual?
Simone de Beauvoir, feminista francesa de la década del 50, afirmó que no se nace mujer, sino que se llega a serlo. Luego de 70 años, la frase de la filósofa autodefinida como “privilegiada” sigue en debate hasta nuestros días dentro del feminismo. También la idea de quién es la mujer sigue haciendo ruido en diferentes partes del mundo.

producto cultural que se ha construido socialmente sobre el cuerpo sexuado de las mujeres.
Sin embargo, no es el único conflicto dentro de un movimiento tan amplio como lo es el feminismo. Los conceptos controversiales de sexo y género, y la participación de los hombres en las manifestaciones son otros de los debates más comunes del feminismo. Un movimiento donde un gran grupo de mujeres denominadas antifeministas se sienten excluidas, porque “las feministas de hoy en día no me representan”.
No hay ningún beneficio en culpar a las mujeres antifeministas de su posición. El movimiento debe comprender que son víctimas del mismo sistema que buscan destruir. Un sistema patriarcal que las presiona a cumplir reglas sociales y estereotipos de belleza. Un sistema que las ubica en una situación de rivalidad con ellas mismas desde pequeñas.
Comparadas entre ellas siendo solo niñas, son sus propias tías, abuelas o amigas las que les preguntan en qué momento van a tener un “noviecito” (sí, varón). Al no cumplir con el patrón que la sociedad espera que logren son denigradas, excluidas, discriminadas.
Aquella adolescente que sale todos los fines de semana es vista como una cualquiera, una fácil, una puta. La chica que a los 35 no formó una familia convencional es egoísta por no pensar en “sentar cabeza”. La mujer que conoce nuevas personas luego de separarse es una “rapidita”. Y así. Presionadas a cumplir mandatos desde el comienzo hasta el fin de su existencia.
Es claro que hay diferencias entre las mujeres. Pero ser mujer va más allá de una orientación sexual, de la etnia y de una edad. Incluso va más allá de ser el producto que el grupo dominante de la sociedad quiere para sí mismo.
Sí, Horacio. Es difícil ser mujer. Pero ojalá logres entenderlo.
Magnifico artículo pero sobre todo la intensidad que transmite su autora. Se necesita cada día más gente así.