Por Isabella Boasso Alemanno

Calle extensa, calle amplia, calle equívoca. De la calle Illia y de sus características, de la calle donde buscás todo o nada, calle de amistad y de amor.

Donde mujeres relajadas y otras no tanto se abren al paso del gentío. Todos los miércoles a la misma hora donde encontrás a las mismas caminantes salir del trabajo, con sus mismos trajes, su mismo maletín, mismo fastidio y mismo andar.

Avenida de tantos árboles donde en el mismo banco bajo la misma copa se sienta a descansar luego de un largo caminar la misma niña, con ojos llorosos y cansancio. La misma niña…

La calle del olvido, tristeza, baile y bares. Calle de risas y encuentros donde por las noches las jóvenes parejas inexpertas se funden en un lazo huyendo de su alrededor.

De la diagonal con su boulevard ancho, la de veredas cuasi perfectas, de calzadas siempre transitadas.

Calle de noches, de luces y de bocinas, de música y bullicio. Calle de mañanas, de trabajadores, de diarios y cafés en mano, de veredas baldeadas, de silencio y calma.