Cementerio
Por José Villegas
La familia de los mineros ingleses Mellor tiene su cementerio propio, en el medio de la nada, en el paisaje abrumador de la Cañada Honda, a pocas leguas de las otras esquilmadas minas, las de La Carolina, donde los cóndores se distienden sabedores que no hay casi peligro de acecho humano.
La tumba principal, en la que yace sepultada Marian Mellor, posee una lápida de mármol, pero no de ónix, sino del exótico y blanco mármol de carrara, que viajó miles y miles de kilómetros en barco desde Londres, a donde a su vez había llegado desde Italia, para luego ser embarcado hacia el puerto de Buenos Aires. Una vez llegada la preciosa carga, será trasladada en carretas hasta este confín del mundo.
Randolph, su incondicional e inconsolable compañero, hizo traer esta lápida ya tallada desde su Inglaterra natal, en 1892.
En la misma puede apreciarse la dedicatoria de su esposo e hijos a:
The Beloved Wife of Randolph Mellor who died in 31 March 1892. Aged 32 years.
Esto es un testimonio más de la “fiebre del oro” que aún perduraba en el San Luis de fines de Siglo XIX, y que atraía a los “buscadores” de la América del Norte y de diversos países de Europa.
Los lugareños, habitantes de aquellos paisajes donde el cielo se toca con la tierra, hacedores de la tradición oral de generación en generación, han contado siempre y de forma inequívoca que la bella, pálida y dulce Marian, intentando dar forma a una huerta en el pedregoso terreno, fue mordida por una serpiente, de esas que hacen “ruido con la cola”, y que se mimetizan con el color del paisaje.