Reportajes

Martín Rolando Alcaraz-09-10-2022

Soy Martín Rolando Alcaraz, nací el 19 de abril de 1976 en Quilmes, Buenos Aires. Cuando tenía cinco años nos vinimos a San Luis, vinimos a Villa de la Quebrada porque mis abuelos vivían ahí y después nos mudamos a Aristóbulo del Valle y Maipú, allí pasé toda mi infancia. Tuve una linda infancia, escuela pública en la primaria, colegio Lafinur en la secundaria.

Hice karate en el Club Deportivo Pringles hasta los veinticinco años, no terminé la secundaria, me puse a trabajar en el taller de chapa y pintura de mi viejo, que aún lo tiene con sus setenta y pico. Después seguí trabajando en fábricas, en lubricentros, siempre buscando algo para hacer. En el tema de la música, soy hijo de padre puntano y madre santiagueña, viví y escuché música folclórica de toda la vida, siempre había mucha gente en mi casa, éramos veinte personas los fines de semana, a veces muchas más, se escuchaba chacarera, gato, zamba, chamamé sobre todo, que a ella le encantaba. El folclore siempre estuvo cerca de mí, no tengo una noción certera de cuando comencé, una materia pendiente era aprender a bailarlo.

A los 36 años recién fui padre por primera vez, cuando cumplió seis años salió un taller de folclore y se animó, me encontré con la profesora Alejandra Témoli, y a su mamá Bety, mi maestra de la escuela San Martín, arranqué a bailar folclore el 29 de julio de 2019 y eso me hizo muy feliz. Hace años que ya venía golpeando el bombo, desde 2002, sin saber nada de música, simplemente siguiendo compases de oído. Hace solo poco más de un año Ezequiel Alcaraz, mi sobrino, me invitó a reemplazar por un tiempo a Quique de “Paula y sus Amigos”. Acepté ensayar con ellos, me integraron al grupo, nos agarró la pandemia, estábamos haciéndolo vía online, si se podía nos juntábamos en lugares abiertos.

Así arranqué de a poco, con la posibilidad de hacer streaming, una audición para la Casa de la Música, hasta hoy seguimos juntos. Con mi familia, mi señora, mi hijo y yo, hacemos folclore y bailamos así, así lo vivimos en casa. Cuando cumplí los diez años mi mamá me regaló una guitarra criolla marca “Trovador”, nunca aprendí a tocar, es algo que no va conmigo, el bombo parece más fácil, pero se necesita escuchar mucho folclore para poder hacer música.

Para sacar un tema más o menos uno sabe los ritmos de los distintos géneros, de las zambas, chacareras, cuecas, además uno le va poniendo colores, lo va adornando, hasta que sale lo mejor posible. Admiro a “Palito” Acuña bombisto de  Horacio Guaraní y tocó mucho tiempo con “Yuyo” González.

El bombo recibe el nombre de legüero porque se escucha a muchas leguas, era un medio de comunicación para los nativos, según la rapidez de los golpes era la comunicación, lo usaban para hacer música, para sus momentos de juntada, de felicidad o tristeza.

Se pueden hacer varios ritmos, se puede hacer rock sin ningún problema, nada más que a su estilo. Durante el tiempo que no se podía hacer juntadas fue bastante duro,  hacíamos lugar en el comedor, aprovechábamos para bailar y hacer música. Nos sirvió para bien o mal y hacer otras cosas, la sobrellevábamos, tuve varios trabajos, incluso de vendedor ambulante. Trabajé en una empresa de cartelería durante 15 años.

Actualmente trabajo de manera independiente, hago de todo: un poco de soldadura, pintura, me doy maña para todo, hago desde carteles luminosos o iluminados, hasta lo que el cliente pida. En este momento estoy bastante parado, en casa trabajamos los dos con mi señora y los gastos se pueden solventar de alguna manera.

Mi sueño es ver a mi hijo crecido el día de mañana y que pueda tener una vida un poco mejor de la que tuve yo, no me quejo de la vida que tengo, pero quisiera que la suya sea mejor. Me gustaría también compartir escenario con grandes músicos, me conformo con darle un abrazo a Pascual Toledo, alguien así, algo que me haga bien.

Con Paula, Ezequiel, Cristian, “Quique”, con ellos he pasado grandes momentos, no pensaría compartirlo con otras personas y mi familia obviamente, con mi hijo que con sus diez años toca bastante bien el bombo, nadie le ha enseñado nada, son cosas que él ha ido sacando, aprendiendo, también baila folclore, hace malambo, le gusta vestir botas y bombacha, no tiene problemas.

Aplaudo a los medios que como ustedes hacen que nuestras tradiciones sigan vivas, porque me he encontrado personas en la calle que cuando nos ven de alpargatas y bombacha, preguntan por qué nos disfrazamos de gaucho, sin pensar que lastiman. Los medios pueden ayudar a que los músicos, bailarines, ritmos y costumbres, no se pierdan. No dejen nunca este camino, por nosotros, y por los que vienen.