Expresiones de la Aldea, San Luis, Tertulias de la Aldea

La Dársena

Por Sebastián Reynoso

El calor espantoso de aquella siesta no daba tregua, evidentemente el año 1995 se mostraba como uno de los veranos más calurosos, tanto que al sol solo le festejaban las chicharras con su cántico tan particular, los pedales de aquellas bicicletas que eran montadas por niños traviesos evitaban el contacto de los pies con la tierra que quemaba, el guadal era polvo caliente, un calor insoportable el de aquella tarde.

Aunque cuando se es niño eso mucho no importa, solo interesa pasarla bien y divertirse, esos caminos de la dársena con sus sombras tan pronunciadas, llenos de árboles, aquellas especies tan características de la zona, esos álamos carolinos generaban la sensación de reparo y su sombra aliviaba ambos costados del canal, entre sus hojas plateadas se podía oír algún que otro pájaro que reposaba y cada tanto cantaba para comunicarse con los de su especie.

El canal de la dársena con sus aguas frescas se presentaba como una invitación a bañarse todas las tardes calurosas de aquel verano, en esos piletones de piedras y cemento que terminaban dando vueltas y vueltas, cual si fuese igual a un lavarropas, aunque parecía peligroso, era todo diversión para los grandes y las infancias.

Las bicicletas amontonadas, una encima de la otra sin el miedo a que ninguna persona se las pudiera llevar sin permiso, claramente era otros tiempos, la tranquilidad era una bandera que todos llevaban con orgullo, algo que se fue perdiendo con el tiempo y el crecimiento de la población, y con ello la inseguridad.

Cansados de bañarse en el canal, lo que seguía después era recorrer los terrenos de la zona en búsqueda de árboles frutales, más de alguna vez había que trepar una tapia para asomarse y estirar el brazo dentro de lo que sería la propiedad privada, y así lograr con algo de esfuerzo lo que en su momento era nuestra golosina, las peras, las naranjas, los damascos, los duraznos, y lo que fuese, todo venía bien en ese momento.

Cuántos recuerdos nos quedan de ese canal, que por cierto era un canal de riego que venía del Río Quinto, y recorriéndolo del dique Vulpiani hacia la ciudad podía encontrarse a un costado, en la gramilla, zapatillas y pantalones hechos unos bollos, que acusaban que dentro del canal había gente bañándose. 

A pesar de lo angosto, muchas familias numerosas solían disfrutar en aquellas tardes de verano de sus aguas frescas. Qué balneario mi balneario, infancia, pueblo, costumbres e identidades reflejadas en un espacio.