La Aldea y el Mundo, San Luis

La impostora

Sentir que no se está a la altura de los logros obtenidos puede tratarse de un síndrome psicológico que frustra, bloquea y desvaloriza los méritos

Gabriela Pereyra

Y miras al cielo, y juntas tus manos para esa plegaria: “ojalá Papá, estés donde estés, puedas sentirte orgulloso de mí”. Y no sabes, y poco importa si ese cielo existe, o si alguien lo puso allí para los vacíos, las ausencias, las culpas, los temores, los castigos, los paraísos de la utilidad. Pero imploras, mientras te columpias en todas tus inseguridades, y sigues, porque no se espera menos de vos. Jamás se ha esperado menos.

Lo haces todo bien pero nunca alcanza. Nunca te alcanza. Deambula por tu mente y te importuna la perfección: susurra que no fue suficiente, que pudo estar mejor.

De pequeña tuviste que hacerte lugar, perseguir la aceptación. Poner brillo a las oscuridades de otros que lo volcaban todo en vos. Que mejor alumna, mejor compañera, mejor promedio, mejor carpeta, mejor catequista y por supuesto: la bandera. Y obvio, saber qué querías ser de grande y no dudar. Y no competías con tus hermanos porque alguien más se encargaba de destacar que lo poco hecho por ellos era impresionante al lado de lo mucho hecho por vos, y tantas veces escuchabas con dolorosa parquedad ante una nota que rozaba el 10 sin alcanzarlo: – ¿Qué nos pasó? Y con vergüenza te hacías chiquita sin que nadie lo notara, mientras justificabas el porqué de esas centésimas ausentes para “la perfección”.

Y creciste. Y en el mejor de tus días podías sentir el nubarrón encima tuyo con chubascos de fracaso. Y aunque nadie dudara que eras la mejor, vos sí dudabas, afirmabas que no estabas a la altura, que no merecías ese lugar.

Y tantas veces sentiste que tus grandes logros eran solo remiendos con golpes de suerte que se descoserían ni bien alguien descubriera los hilos mal hilvanados. No, no ha sido el inmenso esfuerzo el que te cosió esas ojeras de cientos de malas noches sin dormir. No, no has sido tú. Si además te toca ser buena madre y ni eso haces bien. Mucho menos vas a reclamar lo que te corresponde, acaso podrían descubrir que eres una impostora.

Y un día estás a punto de enviar otra plegaria, mirando al techo-cielo, pero un juguete de tu hijo te pone de rodillas en el suelo, y ves que la pata del sillón aprisiona un dibujo. De título tiene dos palabras: “Mamá Ogullo”, en el garabato del pequeño vislumbras una mujer gigante… Y te descubres, porque te lo mereces.

El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico que hace que aquellas personas que lo padecen sientan que nunca se encuentran a la altura de las circunstancias o que son incapaces de aceptar que merecen lo que han obtenido como fruto de su trabajo. La expresión fue creada en primer lugar por Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978.

Las dos autoras hicieron además una indagación mayor sobre el síndrome de la impostora, es decir, cómo afectaba el síndrome del impostor especialmente a las mujeres. Así, ese mismo año publicaron el artículo: El fenómeno del impostor en mujeres de alto rendimiento: dinámica e intervención terapéutica (‘Theimposterphenomenon in highachievingwomen: Dynamics and therapeuticintervention’).

En el libro entrevistaron a 150 mujeres de alto rendimiento que habían sido reconocidas formalmente por su excelencia profesional. Sin embargo, muchas de estas mujeres creían que su éxito se debía a la suerte o que sus logros eran exagerados. Estos sentimientos de impostor no solo afectaron a las mujeres de la década de 1970, están presentes, incluso hoy en día, en todo tipo de profesionales y personas de alto rendimiento.

El DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) es el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association, APA) y contiene descripciones, síntomas y otros criterios para diagnosticar trastornos mentales. Precisamente, el Síndrome del impostor no se encuentra descrito como un trastorno pero sin embargo, en algún momento de su vida, más del 70 por ciento de la población en el mundo lo ha padecido.

La psicóloga Patricia Girabel, especialista en terapia vincular psicoanalítica, asesoró sobre la problemática: “los y las pacientes que llegan no se pueden definir como síndrome del impostor, porque se confunde, porque puede ser falta de creencia en su capacidad y habilidades, pueden autoboicotearse como un mecanismo psicológico, o porque su valoración sobre sí mismos está muy disminuida, entonces decir: este es el síndrome del impostor es difícil, pero indirectamente se trabaja sobre eso”. “Creo que el paciente suele sentirse como un impostor, suelen escucharse frases como: van a decir que me hago la que compito, que estoy haciendo algo que no conozco, que ocupo un lugar que no corresponde. Por eso es importante la necesidad de desmenuzar de a poco de qué se tratan todas estas autovaloraciones”.

Girabel considera como buena estrategia que la persona pueda identificar que algo ocurre con ella. Preguntarse: ¿por qué me siento un impostor o una impostora? ¿Qué me pasa, por qué me siento así? Destaca que estas sensaciones suelen acontecer, por ejemplo, ante un desafío nuevo. “A veces se puede ver en las personas que no rinden su última materia, o no presentan su tesis, tras un recorrido larguísimo y de mucho esfuerzo, o en otras ocasiones no intentan algo si no hay alguien que los legitime con un: ‘tranquila…vos tenés estas capacidades’”, describe.

Si la persona no está en terapia es importante poder comentarlo con otra persona, poder escribir qué siente, ¿por qué no puede hacer esto? Hacer, por ejemplo, una lista con todo lo que me pasa cuando hago esto. “Porque si nos quedamos aislados en esto nos bloquea inmediatamente y empezamos a sentir frustración, y esa frustración nos lleva al enojo como toda frustración, y el enojo, cuando pasa de un cierto límite, y sobre todo hacia nosotros mismos nos bloquea, produce ansiedad, produce una insatisfacción que puede ocasionar síntomas físicos y psíquicos”, alerta la psicóloga.

Imposter syndrome.man standing for her present profile with fear shadow behind. Anxiety and lack of self confidence at work; the person fakes is someone else concept

La mirada puede variar según el marco teórico de abordaje desde el cual los y las terapeutas se apoyen. “Me ha pasado de utilizar el registro de estos pensamientos, pero también aparecen como inhibiciones, hay que ver si eso de no concretar algo no tiene que ver con responder a un mandato o una lealtad. Hay que descifrar qué es”, afirma Patricia.

El tratamiento desde la psicología vincular utiliza la escritura como registro en las terapias individuales o en las grupales. “En lo grupal es muy rico porque a veces un compañero le pone nombre a lo que nos pasa, y en lo individual uno va entretejiendo cosas que están anudadas de manera más profunda”.

El hincapié siempre debe estar puesto en cada caso individualmente, pero al acercar algunas características sociales se encuentra que los hombres presentan más dificultad en asumir que les está pasando algo en comparación con las mujeres que suelen mirarse más, indagar más adentro.

“Creo que hay fuertes factores culturales influyendo, no es casualidad que sea a las mujeres a quienes les cueste más acceder a lugares jerárquicos o de poder en comparación con los hombres, obviamente eso está inscripto en las mujeres socioculturalmente, por eso para analizar esto implica también deconstruir un mandato que está inconsciente, que no necesariamente lo transmitió nuestra familia, pero está allí. Está en nuestra sociedad, en el sistema patriarcal que aún no se derriba, no aparece lo nuevo, estamos en un tránsito de pelear con el sistema, desautorizarlo, pero todavía no ha aparecido uno nuevo.

Es importante ver a la persona como un todo. Hay personas más introvertidas, o sobreadaptadas, o muy autoexigentes, si algo que no salió como yo quería me voy por otro lado, si bien no es una enfermedad, puede ocasionar síntomas, miedo, inhibición, bloqueos… Por eso, es importante pedir ayuda”, concluye Patricia Girabel.

Por lo general, todas las personas que padecen el síndrome del impostor o de la impostora tienden a ser inseguras, por lo que se han caracterizado de forma orientativa algunos factores, pero como ya se dijo, siempre hay que mirar en la individualidad, sus vínculos y contextos para evitar análisis sesgados o miopes. Entre ellos se mencionan:

  • Dinámicas familiares disfuncionales en la infancia: cuando se somete a la persona a una gran exigencia para obtener buenas calificaciones o hay alguien cercano a quien se suele reconocer por sus logros, provoca que se generen comparaciones de manera constante.
  • Estereotipos de género: las mujeres suelen padecer en mayor medida estos trastornos a causa de las presiones que existen para conjugar la vida profesional con la exigencia social de ser madres.
  • Ser demasiado autoexigente: cuando una persona tiene expectativas excesivamente altas sobre sí misma y nunca llega a cubrirlas, esto le genera altos niveles de ansiedad y posibles bloqueos mentales.
  • Percepción distorsionada del éxito, el fracaso y la competencia: en general, estas personas tienden a hacer esfuerzos desmesurados por objetivos que después no compensan.

La doctora Valerie Young, pionera en el estudio de este trastorno, categorizó los comportamientos relativos al síndrome del impostor con mirada en aspectos de la personalidad. Es así que puede presentarse en personalidades muy perfeccionistas, o que se sientan superhumanas que no tienen límite de cuándo parar de trabajar, están las que se creen genios y genias naturales y por ende todo debe salirles en el primer intento y cuando no es así se frustran, las individualistas evitan pedir ayuda temerosas de que descubran que no fueron capaces de hacerlo solas, en cuanto a ser experto estas personas consideran que no han sido honestos y tienen miedo a que los descubran.