Reportajes

Hilda Nélida Pedroza-06-11-2022

Soy Hilda Nélida Pedroza Aguilar. Tengo 83 años, nací en la capital de San Juan el 9 de junio de 1939, un terrible año.

Mis padres, Lucio y Herminia, eran muy pobres cuando se casaron. Cuando yo nací, vivían aun en la casa de mi abuela materna; flaquísima, larga, muy arrugada y con el hábito que jamás me abandonaría: no dormir de noche, lo que desesperaba a la familia y vecinos.

Fui una niña muy cuestionadora e incomprendida, con unos padres demasiado ocupados en labrarse un futuro para responder a mis continuas demandas. El cine fue mi refugio desde los 5 años. Con mi madre, gracias a la ayuda de un jovencito vecino, y con la camioneta con un proyector encima, íbamos a distintos clubes y escuelas a dar cine al aire libre. Veía seis veces la misma película y la actuaba para los peones que cargaban los carros. Con mi relato suplía el argumento y, a falta de escenografía, las pilas de bolsas se convertían en escalera de mármol. Nunca dejaron de gustarme las películas, son mi segunda pasión luego de la lectura.

Hice la primaria en varias escuelas por nuestras mudanzas. Me recibí de maestra en la Normal Mixta de Profesores Sarmiento, en San Juan. Comencé abogacía pero dejé después de 3 años.

Pensando en independizarme económicamente, comencé a trabajar como maestra y gané un cargo titular en la escuela Cirilo Sarmiento. La elegimos tres amigas sin saber dónde quedaba, solamente porque ahí había tres cargos. Por suerte, era un hermoso edificio con una población rural. Muchos papás trabajaban en la bodega Talacasto, de la firma Castro Hermanos, que nos ayudó a generar mejores herramientas de enseñanza; contábamos hasta con un proyector de diapositivas y una gran variedad de estas. También empezó a funcionar en la escuela, por nuestra gestión, un consultorio odontológico atendido por el doctor Lecich.

Trabajé allí 10 años hasta que me fui a vivir a Buenos Aires con mi marido y mis hijos. Aunque al comenzar no me había dado cuenta, la docencia era mi verdadera vocación, y la seguí ejerciendo con entusiasmo, aunque los magros sueldos me obligaban a realizar otros trabajos para incrementar los ingresos. También fui profesora en España, y en San Luis, hasta jubilarme, fui directora en la escuela de Los Puquios. Nuestros alumnos vivieron cosas inesperadas: ganamos concursos, viajamos a Merlo, a Santa Rosa del Conlara y a Buenos Aires, donde recorrimos la Casa Rosada, Caminito, El Tigre en catamarán, el subte, la Recoleta y el zoológico.

En mi vida hay cinco hechos que marcan etapas: mi casamiento, el nacimiento de mis hijos, irme a vivir sola a España, la llegada allí, dos años después de mi hija Adriana con mi nieta Laura, y nuestro regreso, radicándonos en San Luis, en Juana Koslay. Creo que he arribado al lugar que tanto había buscado. Llevo aquí veintiséis años y nunca había durado más de diez en ningún sitio.

Me siento cada día mejor, con nuevos proyectos y ganas de vivir. Recibo reconocimiento y sobre todo mucho afecto. Además, por nada cambiaría esta libertad, no hay ningún “tengo que”, salvo hacer ejercicios para mi salud.

En el Taller de Los Silenciosos Incurables, fueron madurando muchas de las anécdotas de mi vida publicadas en mi libro “Quién me quita lo bailado”. L@s que lo leen dicen que se identifican, emocionan y ríen conmigo. La próxima presentación será en el Centro Cultural José La Vía ni bien termine de solucionar unos temas de salud. Recordando cuánto disfruté actuando en Televisión Española creo que me atreveré a hacer un unipersonal el próximo año, con mucha improvisación; nunca aprendí algo de memoria, y menos ahora.

Como tengo bien alta mi autoestima, usaré para describirme un fragmento del hermoso poema que me escribió mi amiga Julieta Calderone y como ya es mío (perdón Juli) le puse los puntos y comas que ella, bellamente, ignora:

Cuando yo la vi ella cruzaba el parque con las raíces sueltas, me saludó y me di cuenta que era fresca, no como el hilo de agua cristalina de manantial, era fresca como cuando se es lo que se es. Vi que tenía vuelo y no era mariposa, paloma, libélula, cisne es una mujer hecha y derecha que a veces se tuerce.

Vivo sola pero en el mismo predio están, cada una de forma independiente, mi hija Adriana y mi nieta Laura. Mi casa es la que siempre deseé, pero no por lo arquitectónico o mobiliario, sino por su calidez y entorno, que le da un color especial a este momento de mi vida.

Hoy disfruto plenamente cuando estoy con amigos pero también me encanta estar sola. Aclaro que no es soledad porque puedo elegir con quién estar. Eso me hace libre.