La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

ESCLAVITUD MODERNA

La Kafala, un polémico sistema de trabajo islámico, sigue implementándose tras la cortina del Mundial de Catar

Por Guillermo Genini

Aldea Contemporánea

Las agencias de noticias internacionales  han comenzado a cubrir el Mundial de Fútbol de Catar y pronto la fiebre mundialista lo envolverá todo. Sin embargo, tras este enorme y extraordinario acontecimiento se esconde una realidad económica, legal y social que los países del Golfo Pérsico ocultan sistemáticamente: la kafala y sus consecuencias.

Si bien se trata de una institución que está presente en muchos países musulmanes de África y Asia, como Marruecos, Argelia, El Líbano o Jordania, la kafala se asocia principalmente a los Estados de la región del Golfo Pérsico. Entre ellos, y muy especialmente, se destaca Catar por su espectacular desarrollo y por las innumerables denuncias que en los foros internacionales sobre derechos humanos ha originado la explotación laboral vinculada a su aplicación.

Sin duda, su polémica existencia se debe a la particular relación que hasta hace pocos años existía entre la vigencia de la esclavitud en muchos países árabes, su escasa población nativa y la necesidad de trabajo que requieren estos nuevos Estados, cuyos ingresos petroleros los convirtieron en el centro de atracción para millones de inmigrantes. Para comprender esta compleja situación revisaremos su origen y situación actual. 

Etimología de un “contrato”

El término kafala significa literalmente “patrocinio” en idioma árabe. Legalmente se basa en un modelo de contrato de trabajo bajo patrocinio, en teoría temporal, que vincula a una persona extranjera o migrante, en una relación asimétrica y con frecuencia desproporcionada, a un empleador local sin la intervención del Estado.

Así, el kafeel o patrocinador tiene en sus manos el estatus legal de los trabajadores que contrata, dado que el sistema otorga a los patrocinadores la capacidad de controlar a los migrantes en muchos de los aspectos de su vida, más allá de la relación estrictamente laboral. 

Uno de los abusos más frecuentes que origina este sistema de trabajo es que al ingresar legalmente al país donde ha sido contratado, el trabajador inmigrante queda a merced de su empleador, quien le quita y retiene su pasaporte, por lo que queda inhabilitado a realizar cualquier trámite de reclamo o denuncia de abuso.

En el caso de las mujeres, que mayormente se emplean en domicilios particulares para realizar tareas de cuidado esta situación implica quedar a merced de sus empleadores que frecuentemente restringen su libertad y limitan sus movimientos, quedando virtualmente confinadas en la casa o residencia donde trabajan. 

Además, sin el permiso del kafeel el trabajador no puede cambiar de trabajo ni regresar a su país de origen. Una amenaza común que pesa sobre los trabajadores sometidos a la kafala es que de no obedecer los pedidos de sus empleadores, los permisos legales de residencia se verían cancelados o no renovados y pasarían, como ocurre en Arabia Saudita, a ser empleados ilegales o fugitivos conocidos como huroob, y quedar expuestos a ser deportados o encarcelados. A ello se agrega la disminución de la paga acordada, la falta de cuidados médicos ante accidentes laborales o la realización de extensas y exhaustivas jornadas de trabajo.

Un origen en viejas costumbres

El origen de este sistema se encuentra entrelazado con la cultura musulmana profundamente influenciada por el Islam. En la jurisprudencia islámica la kafala estaba vinculada inicialmente a la adopción, y la crianza de niños huérfanos. Así surgió como la institución pensada para brindar protección a los menores en el mundo musulmán sobre los cuales no se tenía vínculo biológico o familiar.

Según esta costumbre, una familia podía proteger o patrocinar a un menor desamparado asumiendo el compromiso de educarlo y mantenerlo. A cambio de ello, el menor podía contribuir solidariamente con su trabajo al sostenimiento de la familia que lo acogía. También se usaba como una costumbre que demostraba hospitalidad de los nómades quienes podían recibir y patrocinar a un visitante o invitado para asegurar su supervivencia asumiendo la responsabilidad económica sobre ellos.

Una particular situación histórica y demográfica transformó a la kafala islámica en un sistema de trabajo abusivo. Hasta comienzos del siglo XX la pequeña población de las extensas tierras habitadas por los árabes estaba de acuerdo con la escasez de recursos con que disponían.

En su mayoría, las tribus árabes que habitaban la Península Arábiga, el Golfo Pérsico y las regiones cercanas adaptaron su modo de vida nómade debido a la aridez del paisaje. Los inmensos desiertos de arena y piedra impedían el sostenimiento de una población numerosa. Así, el modo de vida de los árabes se identificaba con los beduinos, población nómade de pastores de cabras y camellos que deambulaban por grandes distancias para aprovechar los escasos pastos y aguas disponibles. 

Esta sociedad era esclavista, pues allí donde era posible el sostenimiento de una población más numerosa, como en los oasis, la costa y los puertos, la necesidad de trabajo era cubierta por esclavos provenientes principalmente de África y otras regiones Asia, que eran capturados y vendidos por traficantes árabes en grandes centros negreros de Yemen y Omán. 

Pese a que el Islam permitía la práctica de la esclavitud, la presencia de esclavos entre los árabes estaba limitada por su capacidad económica y su compra y uso era signo de un estatus social y económico elevado. Su número aumentó en el siglo XIX en el Golfo Pérsico cuando el comercio de perlas y dátiles para el mercado mundial hizo necesario el uso de una mayor cantidad de trabajo que los árabes no estaban dispuestos a realizar. 

El sistema KAFALA esclaviza a cientos de miles de trabajadoras en el Líbano.

De esta forma, por mucho tiempo se mantuvo un cierto equilibrio entre población nativa, esclavitud y recursos naturales. Sin embargo, la relación entre el trabajo esclavo y la población árabe cada vez se vio más influenciada por los cambios económicos producidos a escala mundial. Por ejemplo, con la Crisis Económica de 1930 el mercado de perlas decayó y muchos amos se vieron obligados a liberar a sus esclavos. Pero el cambio mayor se produjo como consecuencia del descubrimiento de petróleo en Arabia y el Golfo Pérsico a mediados del siglo XX que creó rápidamente una nueva situación. 

Si bien se continuó con la práctica esclavista como una institución tradicional y aceptada por el islam, la necesidad de contar con una inmensa cantidad de trabajadores que se ocupara de construir y mantener la enorme infraestructura necesaria para la explotación petrolera y la presión de las empresas internacionales que se negaban a utilizar el trabajo de los esclavos, llevó a la búsqueda de una nueva solución. 

Una nueva etapa

La institución islámica original de la kafala gradualmente se amplió en la segunda mitad del  siglo XX mostrándose como una alternativa para la emigración y la obtención de trabajadores a medida que simultáneamente se abolía formalmente la esclavitud en la región (Catar abolió la esclavitud en 1952, Arabia Saudita en 1962 y Omán, principal centro negrero del Golfo Pérsico, recién en 1970).

Este sistema era considerado aceptable ante el desafío que representaba el ingreso a una región muy poco poblada de una masa de trabajadores que ponía en peligro la frágil demografía de los países árabes. 

Se consideraba que para asegurar el crecimiento económico que comenzó en las décadas de 1960 y 1970 era indispensable la presencia de trabajadores extranjeros, en su mayoría provenientes de Pakistán, India, Bangladesh, Sudán y otros países africanos y asiáticos, quienes construyeron la enorme infraestructura de pozos petroleros, oleoductos, gasoductos, carreteras, puertos y estadios que transformaron rápidamente el paisaje industrial y doméstico de la región.

Pero para evitar la pérdida de su identidad cultural y conservar su estilo de vida, los Estados árabes negaron a los trabajadores migrantes la obtención de la nacionalidad por residencia y nacimiento. Es por ello que los ciudadanos árabes de Catar, Emiratos Árabes y otras naciones constituyen solo una pequeña porción de la población total actual pero poseen plenitud de derechos frente a las grandes masas de trabajadores extranjeros que no pueden alcanzar la nacionalización.

Esclavitud moderna

A medida que se abolía la esclavitud varios estados del Golfo Pérsico adoptaron la kafala tradicional para transformarla en un sistema de trabajo que asegurara el ingreso de trabajadores extranjeros bajo el patrocinio de empleadores privados (que eran autorizados por el Estado a utilizar su trabajo y controlar su estatus de residencia), negándoles a su vez la oportunidad de adquirir derechos ciudadanos. De esta forma el kafeel o patrocinador gestionaba la visa y el ingreso del trabajador, en su inmensa mayoría de baja calificación o sin especialización, que eran utilizados en la construcción, tareas de cuidado o de mantenimiento, obteniendo su residencia legal sobre la cual el Estado se desentendía de esta relación, por lo tanto el trabajador quedaba vinculado legalmente a lo dispuesto por su empleador. 

De hecho la mayoría de las denuncias internacionales se basan en que estas condiciones, verdadera “privatización” del vínculo migratorio y laboral, son el origen de la mayoría de los abusos que se cometen en los países árabes. Muchos trabajadores eran atraídos por tentadores contratos que ofrecían pagas atractivas, cobertura de residencia, comida, salud y educación pero frecuentemente estas condiciones laborales no se cumplían.

En todo caso, esta relación evitaba que los Estados árabes se hicieran cargo de los gastos o problemas que origina la gran población migrante residente en ellos, con predominio masculino entre 20 y 50 años. Se calcula que en Emiratos Árabes Unidos, la población árabe local constituye el 32% del total, en Kuwait el 35%, en Bahréin el 46%, en Omán el 60% y en Arabia Saudita el 70%, representando solo el 20 % en Catar. 

En el caso de Catar el Mundial de Fútbol 2022 requirió, según la FIFA, una inversión mayor a los 1.000 millones de dólares para construir estadios, hoteles, sistemas de transportes y otras obras relacionadas con su realización. Esto implicó la incorporación adicional de medio millón de trabajadores desde que se le adjudicó en una polémica votación en 2010 la realización de la 22°edición de la Copa Mundial. Organismos de defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Right Watch denunciaron la explotación derivada de la aplicación del sistema de la kafala, incluyendo la muerte de más de 500 trabajadores en accidentes laborales. Según una reciente investigación del diario británico The Guardian, 6500 personas murieron desde 2010 hasta este año en la construcción de los edificios, estadios e infraestructura necesaria para este encuentro deportivo.

Estas críticas obligaron al gobierno de Catar a modificar el sistema en 2016 permitiendo que los trabajadores pudieran cambiar de trabajo cumplido el tiempo del contrato firmado o salir del país sin la necesidad de presentar el “Certificado de No Objeción” dado por el empleador. Además se implementó un sistema de pago por cuenta bancaria que debía estar de acuerdo con el contrato acordado, el salario mínimo para las empleadas domésticas y se mejoraron las coberturas por accidentes de trabajo y prestaciones de salud.

Pese a estas mejoras, algunas de las cuales no se cumplen cabalmente, el sistema de la kafala sigue vigente en Catar y otras naciones árabes, lo que extiende un manto de sombra sobre el espectacular crecimiento de estos Estados que se pretende ocultar.