Reportajes

Rodolfo Altamirano,08-01-2023

Mi nombre es Rodolfo Altamirano, nací el 10 de junio de 1972 en Rivadavia, Mendoza. Hace once años que estoy en San Luis. Viví en varios lugares de Mendoza, mi papá era trabajador de la viña y mi mamá ama de casa. Mis afectos son mi hija Aleida, mis padres, mis hermanos y mi pareja. La familia elegida son aquellos que vienen a la escuela de arte y con quienes formamos una comunidad. Hice los estudios de primaria y secundaria prácticamente trabajando en la viña hasta los diecinueve.

Luego quise estudiar para sacerdote, de hecho tengo un hermano que es sacerdote en La Toma, es uno de mis tres hermanos. Quería ser misionero y es un poco la impronta que tengo, la idea de abrir puertas, corazones, mentes y dejarlos libres. Luego estudié el profesorado de Filosofía en Mendoza.

Mi actividad era la docencia, y también tenía una ONG llamada Edrec que trabajaba con pueblos en peligro de extinción. Además di cursos de capacitación, es que siempre he sido muy independiente, muy liberal y con la idea de crear espacios. A partir de la caída del presidente De La Rúa, mi familia comenzó a emigrar a San Luis, finalmente yo también me vine para cambiar de aire.

Estuve dando clases aquí hasta 2015 y en un momento determinado me alejé del sistema educativo y recordé que desde niño siempre he dibujado, casi hasta los quince años. Era algo que tenía guardado y me dije por qué no enseñar. Tenía un bloqueo muy profundo, que no me permitía enseñar filosofía, lo que me llevó a crear la Escuela de Arte Miguel Ángel. Actualmente también doy talleres de filosofía privados, producto de mis propias investigaciones, digamos que estoy dentro de la corriente de Heidegger y Nietzsche, del existencialismo. Cada investigación la transformé en discursos o talleres, son tres investigaciones relacionadas a la moral: “La Triada del Mal”, revierte los pecados capitales en virtudes capitales; “Aforismo de Nietzsche” y “De inmoralidad a la amoralidad”.

En cuanto a la escuela de arte, han pasado alrededor de cuatrocientas personas hasta la actualidad. El arte que trato de reflejar es el renacentista, que es la vuelta al humanismo y sus valores, un humanismo ateo en respuesta a la teología de aquel momento. Yo creo en Cristo, pero en ese sentido soy arreligioso.

Desde 1830 con Nietzsche, expresando que la moral era el gran problema de la civilización, como un defecto que lo destruye. Mis reflexiones tienen que ver con eso, cómo es que las instituciones conservadoras, mediante el pecado y la moral, mantienen al hombre de rodillas para solventar un poder político. A Dios no le hacen falta ni el pecado ni la moral, para gobernar. El orgullo y la soberbia no son pecados, sino virtudes del hombre noble (La Tríada del Mal). Desde los chicos hasta los más viejos vienen a un curso de arte desestructurado totalmente, un espacio absolutamente anárquico, donde cada uno se encuentra a sí mismo, algo que fui descubriendo con el tiempo.

Mi idea era dar un curso de dibujo y pintura, comencé en la Casa de las Culturas dando un taller, que se transformó en una escuela de arte donde cada uno se descubre como artista, donde se liberan y nos damos cuenta de que el arte es terapéutico, al igual que la filosofía.

Por ahí la filosofía parece algo aburrido y difícil, pero pasa que también necesita de una liberación hacia la enseñanza y la pedagogía, porque a veces las cosas no se dicen con todas las letras, como que la moral es el peor pecado de la religión, por ejemplo, en donde el hombre está atado a las leyes y no se encuentra a sí mismo como artífice de su vida, sin que necesite la moral. Uno necesita el mandamiento “no matarás”, para no matar; pero si uno se diera cuenta que es más importante que la ley, no mataría a nadie, pero por amor no lo haría.

La prohibición no nos deja ver quiénes somos. En estos años he logrado fundir el arte y la filosofía de manera muy sustancial, y día a día se confirma en quienes vienen a esta comunidad de arte. Yo no enseño técnicas, además para mí no existen las edades, se dan cuenta que nadie tiene que enseñarles nada porque está todo adentro, es la mayéutica de Sócrates.

Si bien a veces uno instala algunas técnicas, en realidad es solo el treinta por ciento del curso. La evolución es inmediata cuando se empiezan a liberar, liberar de que hay un profesor, de que hay un programa, o un horario.

Si tuviera que definir en un concepto a la escuela, sería la liberación, una evolución que lleva a la libertad interior, que se expresa en la felicidad de encontrarse. Me considero un “Estoico” (escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en Atenas), cuando decidí cambiar de vida sabía que el precio era alto, con la cuota de cada alumno me sostengo y pago mis gastos, pero he ganado en felicidad haciendo lo que quiero y lo que siento, se lo aconsejo a todo el mundo.

Lo que yo recibo del otro lado no tiene precio. Si cada uno de nosotros se decidiera a vivir como nos gusta y por lo que sentimos, este mundo cambiaría en varios aspectos.