Expresiones de la Aldea, Notas Centrales, San Luis

¡FACUNDO NO MUERE SOLO!

Por José Villegas

El 16 de febrero de 1835, Facundo vuelve del Norte con la misión cumplida: pacificar salteños y tucumanos. “El Tigre de los Llanos” ya ha resuelto que, en caso que a Rosas se le ocurra permitir redactar una Constitución y llamar a elecciones, este renqueño, republicano federal, que ahora y siempre lo acompaña, será su candidato a Presidente. 

El 6 de febrero de 1835 se firma el tratado de paz entre las provincias de Tucumán, Salta y Santiago del Estero, dejando resuelto el conflicto. ¿Quién es el redactor del documento?: José Santos Ortiz. Ya reconocemos aquella pluma que ajustaba ideas del tucumano Alejandro Heredia (filántropo y estadista asesinado posteriormente, como él); el gobernador santiagueño Felipe Ibarra y el delegado del gobierno salteño Coronel Moldes, bajo la atenta mirada de Facundo. El “Tratado del Norte”, será entonces  firmado por  las tres provincias, a las que luego se sumarán La Rioja y Catamarca.

Y se cruza Barranca Yaco. José Santos Ortiz ya le ha hablado de la conspiración del gobernador Reynafé y sus hermanos pero, Facundo no escucha, no cree. Esto es entonces, la crónica de una muerte anunciada.

“Haga alto esa galera”, ordena el sicario, y Quiroga que asoma su rostro por la ventanilla preguntando quién se atreve, cae hacia atrás con un disparo en sus ojos. Pero el drama recién empieza: “…Santos Pérez, enardecido por la sangre, se apea de su caballo, trepa a la galera, atraviesa a Ortiz con su espada y Basilio Márquez da el golpe de gracia. Hiere a Quiroga en el cuello para ultimarlo, si aún se movía, y al infortunado Ortiz lo degüella”.

Un año después, el puntano Santos Funes, sobreviviente de la masacre, confesará en San Juan que, luego del crimen, salió de su escondite y volvió al escenario para encontrar “… allí a todos muertos, entre estos el señor General Quiroga, Don José Santos Ortiz, y Flores, en pelota, y que habiéndose bajado del caballo, el declarante entró en la galera y encontró solo los almohadones, las pistoleras del Sor General, una olla de fierro, y el baúl de D. José Santos deschapado y vacío…”

Facundo estaba muerto, y muerto con él, aquel transportador de sueños, José Santos Ortiz: puntano renqueño, ex gobernador de San Luis, intelectual y  progresista, valiente hombre de acción y de ideas libertarias, amigo de curas y juristas, de gauchos pobres y aristócratas. La posibilidad de una República Federal y Democrática en aquellos días, había muerto con él.