El reposo del guerrero
Con casi tres décadas de carrera artística ininterrumpida, Abel Pintos decidió tomarse un descanso. El cantautor lo anticipó en su última visita a San Luis y aseguró que lo hace de manera voluntaria.
Por Polaco Altavilla
Para cuando el pequeño Abel Federico Pintos sacó su disco debut, “Para Cantar He Nacido”, en 1997, tenía 13 años pero llevaba varias actuaciones encima, ya sea en escenarios pequeños (llámese actos escolares o fiestas familiares) y se animaba a cantar en peñas con folcloristas mayores.
Todo cambió cuando a sus 7 años, en un homenaje escolar a José de San Martín, la providencia quiso que un intuitivo Raúl Lavié lo escuchara y quedara prendado del innato talento del bahiense.
Con los años, editó una veintena de discos (entre álbumes de estudio y en vivo, con singles y EPs), recorrió todas las ciudades de la república y varias latitudes del mundo, cosechó galardones, elogios y premios, también es un férreo defensor de su intimidad, y como un embajador del buen gusto y el decoro cuenta con ¿el respaldo? ¿el placer? ¿la suerte? de que la prensa lo quiera y cuide su vida privada.
Al tener una agitada agenda, y como el tiempo pasa para todos, el joven intérprete decidió hacer un impasse.
“Estoy en un año bastante particular, cerca de cumplir los 30 años en la música y hay ciertas edades en las cosas que hacemos y en la edad que cumplimos, en las que uno hace balances y hay una necesidad de revisión… no siempre, pero me pasa eso”, explicó esa tarde en La Caja de los Trebejos.
“Los últimos años fueron movilizantes para mí, formé una familia con Mora y Guillermina y luego llegó Agustín, en el medio estuvo la pandemia, donde hubo que replantear y cambiar todo forzadamente. Después de esos cuatro años de demasiado movimiento, tengo otra vez la oportunidad de parar un poco la pelota y analizar qué me pasa: si sigo, siento que es en piloto automático y siempre fui genuino”, resaltó el artista.
Recientemente, Pintos celebró su primer aniversario de bodas junto a Mora Calabrese con un posteo de dos fotografías inéditas de ambos, en sus redes sociales. “Siento que si el público me acompaña se merece todo mi respeto porque lo recibo de ellos, y mi forma de respetar a ese público es ofrecerlo desde el lugar más genuino posible y para eso necesito parar un poco”, dijo y dejó una pausa, sin que nadie lo interrumpiera continuó con su relato. “Estaré de gira un tiempo y luego no tengo muy en claro qué voy a hacer el resto del año, porque de nada me sirve qué quiero hacer si no sé tampoco cómo quiero hacerlo: me interesa bastante más recorrer el camino que adónde voy a terminar llegando”.
San Luis, cariño mutuo
Hace pocas semanas, Abel se presentó en un festival multigénero realizado en Potrero de los Funes, que tuvo en su grilla a grupos folclóricos, la cantante melódica pop Paula Negri, a Luis Soloa y El Grupo Pasión, y un cierre electrónico con un Dj invitado.
“Recuerdo lo atractivo del lugar y su gente… pero aquí no estuve nunca en vivo”, reconoció Abel, asiduo visitante de la provincia, sea la ciudad, Merlo o la Calle Angosta. “Puedo decir que el cariño del público de San Luis siempre ha sido muy generoso conmigo, y lo puedo decir porque pude experimentar al pueblo, independientemente de la región con el público turista que viene de otros lugares también y tiene otro carácter.
Para mí, las personas de los distintos lugares tienen distintos caracteres, no creo que haya mejores o peores públicos sino que a cada lugar que llegás, incluso cuando hay pocos kilómetros de distancia entre uno y otro, el carácter del público varía por cosas tan insignificantes como dormir la siesta.
No es lo mismo dar un concierto donde se toman el tiempo de dormir la siesta que en una ciudad donde la gente sigue de largo ¿hay otra energía? no lo sé. La idiosincrasia de los lugares, las formas que tienen de experimentar el arte, la cultura, todo hace a eso. Las sociedades tienen un carácter, la sumatoria del carácter de cada quien, entonces siempre que vine, disfruté mucho del carácter de todo San Luis, porque visité bastante la provincia en estos años y siempre fui muy bien recibido, cuando comencé y hasta el día de hoy”.
Y vas a oír mi canción…
Abel, nacido en Bahía Blanca el 11 de mayo de 1984, es un cantante, compositor y productor de folclore y pop latino, que comenzó su carrera interpretando repertorios de autores reconocidos como Horacio Banegas, de Peteco y Carlos Carabajal, entre otros, pero pronto empezó a picarle el gusto por cantar lo que él componía… Aunque eso nació del interés de otra persona allegada al cantante.
“Empezar a escribir mis canciones fue bastante sincrónico y sin premeditarlo”, recordó Pintos, quien trabajaba con el productor Hugo Casas, “según mi punto de vista: un buen repertorista”, y “me insistió durante la preproducción de mi cuarto disco, no escribía canciones pero me insistía en la idea, entonces se dio naturalmente, pero verdadera y sinceramente sin ponerme a ello, sabés?”, confesó el cantante, y comenzó a sonreír, tal vez recordando que en Sentidos, Abel compuso 11 de las 13 canciones (6 propias, 3 compartidas con su hermano Ariel, una con Teresa Parodi, y otra con Eduardo Vaillant), editadas con una chacarera de Elpidio Herrera, y un tema que sería insignia en su carrera: Alelí, de Víctor Heredia.
“Al margen del valiosísimo consejo de Hugo, ni siquiera pretendía escribir, mi ídola es Mercedes Sosa, imagináte, y ella no escribió una sola canción en su vida, y tuvo más de 50 años de trayectoria. Entonces entendía que podía hacer una carrera parecida, ni siquiera estaba en mis ambiciones y de golpe me encontré escribiendo mi primer canción y eso fue como quitarle un tapón a algo. Empezaron a venir canciones y las escribía de golpe”.
“Cuando le presenté unas 20 canciones a Hugo, no me preocupaba en absoluto la calidad del texto ni nada, eran mías y sabía que quería cantarlas, cueste lo que cueste. Cuando Hugo advirtió que había algunas para trabajarlas y valdría la pena grabarlas ¡probó un poco de su propio veneno!”, expresó con una sonrisa.
“Tanto me insistió en escribir y grabarlas que cuando le caí con esas, me dijo ‘mirá, éstas mejor no’ y le dije: no, ahora las grabamos’ y las grabé casi todas”, sostuvo con una mirada, complacido. “Ahí comencé y no paré de escribir”.
Aunque Abel sea un prolífico compositor y las pruebas están editadas en sus discos, el tema de atraer a las musas es otro cantar.
“Estoy muy de acuerdo con Andrés Calamaro en que la musa no es una sola sino una serpiente de muchas cabezas”, ponderó el muchacho, citando al Salmón. “No sé muy bien cómo tentar a la musa, ni siquiera hago cerveza, como dice la canción”, continuó con el chiste, citando las líneas de Carnaval de Brasil.
“En todo caso la literatura me dio muchas herramientas, y sobre todo provocó en mí un nivel preciso de ambición. Me pone ambicioso la literatura, leo un libro me gusta y de repente quiero ser escritor”, y antes que le pregunten “¿para cuándo?”, dijo que no lo sabría, “porque ese envión pasa rápidamente, cuando me choco contra la pared de lo que es escribir un libro, que no es moco de pavo”.
“Ese grado de ambición me ayudó a entender nuestro lenguaje de distintas maneras y de investigarlo más allá de la primera impresión que dan las palabras”, dijo Abel y contó que le fue útil el consejo de Víctor Heredia. “Me dijo: ‘empezá a leer mucho porque va a llegar un momento donde vas a tener mucho para decir y pocas palabras para decirlas y te vas a empezar a repetir’, y en el afán de no repetirte, el leer tiene sentido y ayuda, te da muchas herramientas”.
Cuando Sony Music estuvo a cargo de Casa de la Música, Abel y su banda grabaron el Cd ReEvolución donde convivieron con técnicos y músicos locales, y también con la comunidad villamercedina adyacente. “Me atrajo la idea de tomar distancia para llegar a un lugar e instalarnos y vivir, creo que tres meses en 2008”, comentó Pintos, quien destacó que tenía una rutina diaria de ir al gimnasio, inclusive. “Tengo recuerdos hermosísimos de esos tiempos y me siento muy agradecido de la gente porque supo acompañar muy bien ese momento. Uno de los temores de la compañía discográfica era que el público no nos diera la libertad que necesitábamos para trabajar, que fueran a visitarnos demasiado al estudio y la verdad es que estuvieron el día que llegamos, nos dieron la bienvenida y a los dos o tres días ya éramos parte de la ciudad y del paisaje y nos trataban de esa manera, como un vecino más, eso fue muy favorable para nosotros y también para el proceso de inspiración”.
Abel quedó mirando la nada al terminar la frase, tal vez con ese recuerdo de tranquilidad en su cabeza, la misma que le decreta ahora querer descansar para volver recargado a sus actividades.
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