Ensayo preliminar sobre el oficio de la escritura
Pedro Bazán
Río Grande, San Luis. Noviembre 2023
El oficio de la escritura es la construcción de registros. Un registro estético del tiempo, y un registro estético, para los tiempos.
Jorge Luis Borges llama a ese registro, libro: una extensión de la memoria y de la imaginación.
He trabajado más de siete años en la construcción de un registro que ha de llamarse Principio de Identidad.
Por influencia del estudio disciplinar de la Filosofía, a mitad de ese camino, lógicamente, aparecieron los tres principios restantes: Principio de no Contradicción, Principio de Tercero Excluido y Principio de Razón Suficiente.
La filosofía, o Borges, me condujeron a imaginar que ante mí no tenía un libro, sino una obra, una labor.
Una tetralogía, de la que apenas estaba concluyendo el primer capítulo.
Ante la magnitud del hallazgo, ante la responsabilidad que implica acometer semejante labor; tuve que mirarme a los ojos en el espejo, y sin parpadear preguntarme:¿para qué sirve un escritor?
Parte de la respuesta son las dos líneas que dan inicio a este texto.
La construcción de un registro estético para los tiempos vale la consagración de una vida. La voz del escritor preservada a través de las generaciones, o el olvido piadoso. En todo caso, la palabra ya es registro.
Victor Hugo muestra la grandeza humana de su tiempo, para que sea posible descubrir la miseria. Basta leer a Dostoyevski para entender la vida y la muerte de San Petersburgo en el Siglo XIX.
Rodion Raskolnikov y Jean Valjean recorren escenarios diferentes, con la conciencia estrangulando sus actos, en un mundo de perros rabiosos, de abismos. Y redenciones.
El cuento ha sido escrito. Lleva las firmas de Poe, Kafka y London.
Los simbolistas desnudaron el anverso de la moneda: Baudelaire, Mallarmé, Verlaine y Rimbaud, destrozaron con hachas de versos el castillo de la Academia.
Shakespeare, Chaucer y Johnson, dos siglos y medio antes, legaron el idioma de las Islas Británicas a todo el planeta.
Y doscientos años antes que ellos, al idioma italiano le bastó con el genio de Dante.
En la génesis, Homero escribió los poemas primordiales, de una vez y para siempre. En tanto Hesíodo ordenó los dioses y nos legó un instructivo para la vida cotidiana.
El cinismo de Diógenes fue exaltado hasta la tragedia por Kennedy Toole. Y párrafos completos de Hermann Hesse, Alejandro Dumas, Günter Grass y José Saramago; aspiran merecidamente a la eternidad.
Esos geniales predecesores custodian la construcción de un registro estético para los tiempos.
En la tierra de Lafinur y Agüero, y en palabras de Bernardo de Chartres y Newton: “Si he visto más lejos, es poniéndome sobre los hombros de Gigantes”.
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El intelecto que construye un registro para los tiempos, debe sumergirse en la crudeza de la realidad. De lo contrario corre el riesgo de la abstracción ociosa.
El goce de la belleza estética que ofrecen los Gigantes de las letras, implica asimismo vivir el tiempo presente.
Hace unos 10.000 años la humanidad comenzó a domesticar las plantas. Con el nacimiento de la agricultura, surgieron las aldeas, la vida comunitaria, la domesticación de los primeros animales y las primeras ciudades.
Las primeras comunidades humanas vivían aisladas entre sí, circunscritas durante milenios a las regiones que ofrecieran las mejores condiciones para el cultivo.
En el origen de la filosofía, de acuerdo al filósofo alemán Karl Jaspers, lo humano, como lo conocemos hoy, nació en la Era Axial, un periodo que transcurre entre el 800 a. C. y el 200 a. C.
Jaspers definió este momento como la división más profunda en la historia del hombre, durante la cual apareció la misma línea de pensamiento en tres regiones del mundo: China, India y Occidente.
– El hombre se hace consciente de sí mismo y de sus limitaciones.
– Su anhelo es la salvación personal.
– Intenta obtener esa salvación a través de la actividad reflexiva.
– Por primera vez en la historia, los filósofos aparecen en público.
– Surgen los conflictos filosóficos, nacidos del afán de convencer a los demás. Todo acaba en la discusión, la fractura y, finalmente, en el caos.
– De este caos nacen todas las corrientes actuales de pensamiento.
– Las opiniones, modos de actuar y costumbres de los hombres son puestos en tela de juicio y, a la larga, cambian.
El pensamiento intelectual y el conocimiento científico tienen origen en la Era Axial.
Desde entonces la evolución del conocimiento humano ha sido paralela a la evolución de los pueblos y a su crecimiento incesante.
La irrupción de la escritura permitió registrar y transmitir los conocimientos. Mucho ha transcurrido desde aquellos primeros registros en arcilla y en piedras.
La era de la exploración mixturó los saberes de todas las regiones conocidas del planeta; la invención de la Imprenta de tipos móviles, de Gutenberg, democratizó el conocimiento y produjo un impacto semejante al que vivió la humanidad con la aparición de Internet en el Siglo XX.
La Revolución Francesa de 1789, nos legó la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano en 1793, que el mundo consagró como base y sustento de la sociedad.
Sus tres primeros artículos dicen:
Artículo 1: La finalidad de la sociedad es el bienestar común. El gobierno es instituido para garantizar al hombre la vigencia de sus derechos naturales e imprescriptibles.
Artículo 2: Estos derechos son la igualdad, la libertad, la seguridad, la propiedad.
Artículo 3: Todos los hombres son iguales por naturaleza y ante la ley.
Por su parte, la Revolución Industrial transformó profundamente la sociedad, desarrolló la economía a niveles excepcionales y consagró a la tecnología como motor del desarrollo.
En poco más de 60 años, desde finales del Siglo XIX a finales de la década del ’50 del Siglo XX, los humanos pasaron del caballo al espacio.
Hoy vivimos la Cuarta Revolución Industrial, definida por la fusión de las tecnologías y la desintegración de las fronteras entre lo físico, lo digital y lo biológico.
Nuestra evolución es asombrosa.
En este instante soy un humano en el oficio de la escritura, que avergonzado relata esta crónica:
“En los primeros días de la guerra entre Israel y Gaza murieron dos niños de cuatro años. Uno era israelí, el otro palestino.
Pero muchas de las publicaciones que vi en redes sociales no lamentaban sus muertes, sino, más bien, lo que intentaban era negar que se hubieran producido.
Omar Bilal Al Banna y Omer Siman-Tov vivían a unos 23 kilómetros de distancia, a ambos lados de la frontera entre Israel y la Franja de Gaza. No se conocían, pero a ambos les encantaba jugar al aire libre con sus hermanos”.
Así comienza una crónica de la BBC, del 26 de octubre de 2023, hace apenas unos días.
Me cuesta leerla sin que me broten lágrimas.
Es la realidad.
La nota está firmada por: Marianna Spring. Reportera especializada en desinformación.
Desconozco todo de Marianna Spring, pero su registro estético de este tiempo está expresado en vidas, con claridad, con amor.
Marianna conmueve con precisa lucidez, y desnuda las miserias humanas, mientras demuestra que (A es A).
Y como Dickens, su voz trasciende.
En aquella primera clase ya mencionada; El Libro, en la Universidad de Belgrano en 1978. Borges dice: “En todo Oriente existe aún el concepto de que un libro no debe revelar las cosas; un libro debe, simplemente, ayudarnos a descubrirlas”.
Marianna ayuda a descubrir que luego de miles años de evolución constante, en la segunda década del Siglo XXI, aún matamos niños de cuatro años.
Cuesta admitirlo. Hiere la inteligencia. Pero desde Omer y Omar, hacia abajo; toda aberración es posible.
Desde hace más de medio siglo sabemos que nuestra dependencia de los combustibles fósiles destruye el medioambiente del planeta. Y hace décadas sabemos que el calentamiento global es producto de causas antropológicas.
A raíz de ese registro preciso -comprobado por la ciencia-, nos reunimos en el lugar indicado, donde todas las naciones del mundo están representadas.
Y felizmente, acordamos todos, cuidar el planeta. Y vamos más allá e inspirados establecemos Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), comparables a aquella Declaración de 1793.
Pero no los cumplimos.
Porque Ustedes deben recordar, que en la segunda década del Siglo XXI, matamos niños, llamados Omar y Omer.
¿Cómo podemos cuidar el planeta si matamos a los niños Omer y Omar?
En la biblioteca humana, este registro de Marianna Spring es un capítulo de las atrocidades que aún cometemos en el Siglo XXI.
En el oficio de la escritura, la construcción de un registro puede ser cruel, dura, e inaceptable. Pero la palabra deber ser dicha.
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