Las palabras del presidente y las cifras de la realidad
Por Alejandro Olmos Gaona
En esta mitad del año que ya ha pasado, no debe sorprender a nadie que todo el discurso del presidente Milei no tenga nada que ver con las realidades económicas que se observan cada día. Aunque los funcionarios de su gobierno traten por todos los medios de disimular las cifras que se conocen, minimicen las protestas que se van viendo en todos los sectores y que los propios “mercados” a los que es tan afecto el presidente están como siempre. Todo ocurre tratando de protegerse de la falta de un plan consistente que puede empeorar cada día más la situación económica del país.
Con la sanción de la Ley Bases, escuálido residuo del mamotreto enviado al Congreso en su momento, que fracasó ante los cuestionamientos que se hicieron en la Cámara de Diputados, el presidente tiene ahora los instrumentos necesarios para llevar adelante su plan para destruir al Estado, ya que esta norma junto con el DNU le van a permitir gobernar sin los límites que el orden constitucional impone, cuando funciona el Poder Legislativo, que en este caso ha delegado muchas de sus facultades al presidente, para que este decida lo que le parezca a su leal saber y entender.
Las facultades delegadas que se le han otorgado le van a permitir a Milei reestructurar organismos públicos, desfinanciarlos y en su caso desguazarlos, como era su idea primigenia en instituciones prestigiosas como el Conicet, emitir deuda pública sin control, avalar proyectos de inversión, producto de capitales que pueden provenir del lavado de activos o del narcotráfico, y poner en ejecución una serie de acciones, que reduzcan al Estado a su más mínima expresión, como aquella frase que popularizó la dictadura militar “achicar al Estado es agrandar al país” y conocemos de sobra cuáles fueron los resultados.
En estos momentos, donde se pone en evidencia la inexistencia de un plan económico, los discursos ya no convencen, sino que las cifras se imponen y muestran con toda evidencia la precariedad de lo que se viene instrumentando desde diciembre. El ajuste fiscal se obtuvo a través de una descomunal devaluación, que llevó a un salto de la inflación sin antecedentes, la licuación de sueldos y jubilaciones, la postergación de pagos, la paralización de la obra pública y la quita de transferencias a las provincias. Pero esas medidas ya no van a resultar suficientes en el futuro, además de la inviabilidad de seguir manteniéndolas.
Párrafo aparte merece el descomunal aumento de la deuda pública. Enero fue de 10.662 millones de dólares, en febrero: 5.269 millones, en marzo 16.521 millones, en abril: 11.019, y al 30 de mayo: 21.306 millones de dólares, con lo cual el aumento en los últimos cinco meses ha sido de 64.770 millones, estando el 41% de la deuda en moneda local y el 59% en moneda extranjera. En este caso cabe notar que ni en el gobierno, ni en la mayor parte de los medios se hace la menor referencia a la preocupante suba del endeudamiento, y solo la referencias que se hacen están limitadas a la disminución de la inflación y a los superávits financieros de los últimos cuatro meses, que ya vimos cómo se obtuvieron.
La invisibilización del aumento de la deuda pública es una parte sustancial de otros ocultamientos, encubiertos por el discurso libertario, donde no se hace la menor referencia a la emisión monetaria, que sigue aumentando, aunque Milei tiene un proyecto para penalizar a los funcionarios que lo hagan, pero ahora se lo permite. Y nuevamente las cifras cantan: cuando se fue Alberto Fernández la base monetaria era de 10 billones de pesos y al 4 de julio es de 24.2 billones. Los pasivos remunerados del Banco Central son pagados con emisión monetaria, a lo que se suma que la institución monetaria también compra dólares con emisión, por los cual, nuevamente las cifras contradicen los reiterados discursos exitistas.
Otro de los datos significativos que deben tenerse en cuenta y que muestran lo que está ocurriendo con el empleo, es la baja de 330.000 cuentas sueldo, lo que significa una caída enorme del empleo registrado, en esta especie de congeladora económica, que ha dado como resultado una recesión que ya no resulta disimulable, y que los datos de caída del consumo, y otras variables, muestran cada día más a través de las propias estadísticas oficiales.
Más allá de toda consideración económica, si no se incentiva la producción, si el país no genera recursos genuinos y se sigue con las puras especulaciones financieras, se seguirán fugando dólares, y acumulándose fuera del sistema, generando nuevas dificultades en la economía. Pareciera que no se advierte, que es necesario y urgente un plan de reactivación económica, que no solo no está a la vista sino que no hay proyectos que lo contemplen especialmente. No creo equivocarme al suponer que este gobierno será una de las tantas frustraciones que hemos vivido en las últimas décadas, de continuar con las políticas equivocadas que se están poniendo de manifiesto.
Ante un panorama complicado, y sin alternativas a la vista, en su delirio mesiánico el presidente Milei prefiere mirar para otro lado y viajar al exterior proclamando su credo anarcocapitalista, mientras miente sobre las cifras de la economía, supone que es el creador de una nueva teoría económica que lo va a llevar al premio Nobel y recibe desconocidos premios que inflan su ego, en visitas privadas pagadas por fondo públicos. Muchas de sus expresiones hacen dudar de su equilibrio mental y sus iras podrían ser comprensibles en un ciudadano común que camina por las redes por falta de otra ocupación. Pero de ninguna manera es aceptable que el presidente de la Nación se comporte como un enajenado que vive en una particular realidad que solo él conoce, especialmente por la crisis que se está viviendo, y que no de no revertirse puede llevar al país a un colapso de imprevisibles consecuencias.