El asesinato de Ivanowski (segunda entrega)
Por Walther Alberto Medaglia
Los festejos del 24 de setiembre tenían prevista, según Juan Wenceslao Gez, una parada militar durante la fiesta religiosa, para luego proceder al desfile por las calles. Lo hicieron por orden: el Regimiento Cuatro de Caballería a la orden del teniente coronel José de Lafuente, en primer lugar, luego lo hace el Regimiento Tres de Caballería de la Guardia Nacional, cuyo jefe es el comandante Carlos Panelo, y por último, marcha el Tres de Infantería a cargo del teniente coronel Joaquín Montaña. Culminado los actos se saludan Ivanowski y Arredondo y dialogan amablemente, posteriormente Arredondo invita al compañero de armas a su casa donde le tendía una trampa, la intención era reducirlo sin hacerle daño, pero este no aceptó y se retiró a su domicilio.
A la noche llega el mensaje, mediante telegrama, del mismo presidente Sarmiento para Ivanowski comunicando el estallido de la revolución, la orden de aprehender a Arredondo y depurar los regimientos a su cargo de sospechosos. El receptor del despacho es un telegrafista de apellido Ceballos quien se lo entrega a Arredondo y éste contesta haciéndose pasar por Ivanowski. Se evalúa la situación, no hay más tiempo para dilaciones, Arredondo y sus compinches se quedan hasta últimas horas de la noche preparando el golpe del día siguiente.
Temprano a la mañana se presenta Arredondo ante el Regimiento Tres de Montaña y Cuatro de Lafuente, instando se pongan bajo sus órdenes, requerimiento que es aceptado por ambos. A posteriori comisiona al teniente Crisólogo Frías para que vaya con una partida y tome preso a Ivanowski, quien cumple la misión, Gez describe el episodio de la siguiente manera: “Este fue sorprendido en su alojamiento e intimado se rindiera en nombre del general Arredondo, advirtiéndole que todas las tropas estaban sublevadas. Ivanowski al oír estas palabras, se lanzó como un león enfurecido contra el Teniente Frías, al cual refieren arrancó de las manos el revólver que llevaba y con el mismo, hizo dos disparos a su insolente subalterno y audaz agresor. Entonces la partida hizo fuego sobre Ivanowski, ultimándolo a balazos” (Gez 1916). El historiador aporta los siguientes datos sobre el muerto: que su verdadero nombre es Carlos Reichert, que era alemán y no polaco como se dice, que usó el nombre de un soldado muerto llamado Teófilo Ivanowski para ingresar al ejército, y que realizó una escalada de ascensos vertiginosa principalmente en la Guerra del Paraguay.
Otro historiador, Hilario Orlandini en sus memorias registradas en su libro “Vida Militar” afirma que Arredondo había sido separado del mando de Jefe de Fronteras por razones políticas, mientras Ivanowski está al frente del Regimiento Cuatro, Arredondo solicita a Sarmiento que lo deje en la villa por razones de salud, el presidente ingenuamente lo autoriza. Después del Te Deum del 24 de setiembre, Ivanowski hace desfilar los regimientos por el frente de la casa de Arredondo. Este hecho coincide con la versión del telegrafista Ceballos que recibe el mensaje del presidente, le participa a Arredondo y éste lo contesta en nombre de Ivanowski. Refiriéndose al asesinato señala: “Para llevar adelante el propósito revolucionario, era menester arrestar al General Ivanowski lo que resolviose efectuar en el propio domicilio del jefe y a quien encontraron con la puerta abierta y descansando en su dormitorio a la hora de la siesta, pero este triste episodio terminó teñido en sangre perdiendo trágicamente su vida que se suma a la larga lista de los mártires que en todos los tiempos han caído en el cumplimiento de su deber” (Libro del Centenario 1957).
Domingo Faustino Sarmiento, retratado por su nieta Eugenia Belín. Museo Histórico Sarmiento, Buenos Aires. (c. 1884).
Con este testimonio Orlandini nos aporta poco, solamente toma el valor de un testigo casi directo de los acontecimientos, por encontrarse prestando servicio en el Regimiento Cuatro en esas circunstancias. Toma verdadera dimensión su relato cuando, después del suceso, Frías le cuenta su versión:
“En el acto de conocer tan infausto suceso, que conmovió tan hondamente a todos los oficiales del cuerpo, monté a caballos, y de un galope, me fui al cuartel del Regimiento 4 a hablar con el Teniente Frías, oficial encargado de desempeñar la Comisión de constituir en arresto en su propio domicilio, al General Ivanowski.
He aquí la relación, que dicho oficial me hizo en la puerta del cuartel del Regimiento 4, al lado de un viejo cañón de grueso calibre, dejado allí por el ejército de los Andes y conservado por el Regimiento como un recuerdo histórico de la guerra de la Independencia.
Para desempeñar mi comisión, el Comandante de la Fuente –me dijo- me hizo entrega de cuatro sargentos, del Regimiento 4, que él mismo los eligió de entre los más viejos servidores y de su mayor confianza.
Con estos sargentos me dirigí a casa del General Ivanowsky, cuya puerta de calle encontré abierta como era habitual hallarla.
Al entrar a su dormitorio encontré al General durmiendo la siesta. Dejé entonces en la pieza contigua a los sargentos que me acompañaban, cerré la puerta y quedé solo en el dormitorio del General.
Moví a este suavemente y al despertarse le dije: “General, de orden del General Arredondo queda usía arrestado en su alojamiento. Ha estallado una revolución en Buenos Aires y él secunda el movimiento con las fuerzas todas de la Frontera”.
El General al oír esta orden, levantóse rápidamente, diciéndome: , y tomando con suma ligereza su revólver del cajón de la mesa de noche, disparóme un tiro, que felizmente pude desviar tomándole rápidamente el brazo.
La lucha se trabó en seguida a brazo partido. Yo me tenía confianza, soy hombre alto y fuerte, pero en seguida conocí la superioridad, la fuerza hercúlea del General y me habría vencido a no intervenir los sargentos que se hallaban en la pieza contigua.
El General sospechando que yo no habría ido solo, arrastróme hasta la puerta de la pieza donde estaban los sargentos y empujando con la espalda evitó que éstos la abrieran.
Medio dominado, ya no sólo por la fuerza física sino por la moral que ejercía en mi la lucha así, cuerpo a cuerpo, con un General, traté de hacer un último, esfuerzo para arrancar al General de la puerta y dar paso a los sargentos.
Ignacio Hamilton Fotheringham (Southampton 1842 – Río Cuarto 1925) fue un militar argentino de origen británico que participó en la Guerra del Paraguay, la guerras civiles argentinas y la Conquista del Desierto. Fue gobernador del Gran Chaco y primer gobernador de Formosa.
Estos, como si hubieran adivinado mi intención, empujaron la puerta hasta conseguir abrir una rendija por donde dos de éstos, sin decirme nada, ni esperar órdenes mías, introdujeron sus carabinas y apuntando al cuerpo del General hicieron fuego, y junto con la detonación, cayó el General atravesado por dos balazos que recibió en el costado derecho de su cuerpo.
Esto es lo que ha pasado y aquí me tiene bastante afligido, porque no sé lo que dirá el general Arredondo cuando sepa cómo he desempeñado la comisión y la forma excesiva y fatal como lo he terminado, en cuyo exceso, no creo tenga yo la responsabilidad personal” (Orlandini 1917)
Ya tenemos la versión del principal involucrado, ahora vamos al que ordena el piquete, veamos las declaraciones de Arredondo sobre lo acontecido aquel día: “…en carta que publica La Prensa el 28 de febrero de 1875, explica a su manera las circunstancias en que se produjera el hacho fatal. En síntesis dice que Frías, encargado del arresto de Ivanowski, encontró en éste una brutal resistencia, que puso en peligro la vida de aquel, a tal extremo que dos balas del revólver que el Coronel –no le llama General- tenía en la mano, tocaron aunque levemente, un brazo de Frías, y en esa crítica situación uno de los soldados encargados de garantir la orden de arresto, hizo fuego, con el resultado conocido. Así de simple” (Mellano 1974). El grado de general lo obtiene Ivanowski después de su actuación en el motín de Mendoza a fines de 1873, imposible que Arredondo no estuviese anoticiado.
El general Ignacio Fotheringhan, otro contemporáneo, en su libro “La vida de un soldado” admite conocer a Ivanowski, confiesa que éste, entre sus numerosas virtudes, tenía un único y notorio defecto, era alcohólico. Precisamente el 23 a la noche se había excedido en copas y adquirido una gran borrachera. Arredondo manda a sus dos jefes leales, el teniente coronel Benjamín Sastre y el mayor Martín Viñales, que invitaran a Ivanowski a almorzar, con la intención de reducirlo y encerrarlo en el sótano de la casa de Sastre, sin el propósito de matarlo.
(continúa la próxima semana)