La increíble fiebre del oro
IRIS
Corría el año 1848 cuando James Marshall, el capataz de un aserradero ubicado en Sutter’s Mill, Alta California (cerca de la actual Sacramento, en Estados Unidos) que pertenecía al suizo John Sutter, encontró una pepita brillante en el lecho de un canal de agua que estaba cavando. No tardó en concluir que se trataba de oro. Los esfuerzos por contener la novedad fueron en vano: los propios empleados de Sutter comenzaron a buscar el precioso metal y la noticia del hallazgo llegó pronto a la ciudad de San Francisco, para luego cruzar el país cuando el propio presidente James Polk, en su discurso a la Nación de ese año, confirmó que había oro en las colinas de California. Así se desató una desesperada carrera por llegar a la costa oeste para hacer fortuna en poco tiempo. No solo se trasladaron norteamericanos, sino también extranjeros: franceses, alemanes, ingleses, italianos, españoles, filipinos, africanos, chinos y hasta pobladores de América Latina dejaban sus trabajos y viviendas para unirse a la búsqueda del preciado elemento. Tanto fue así que, entre 1850 y 1860 la población del Estado se cuadruplicó, y volvió a duplicarse en los siguientes veinte años.
Se calcula que, durante los cinco años que duró “la fiebre del ORO”, como se la denominó, se extrajeron trescientas setenta toneladas de oro de las montañas, ríos y arroyos de California, con un valor comparable en la actualidad a nueve millones de dólares.
Sin embargo, el costo de esta aventura fue altísimo: para poder reclamar las tierras a explotar, se declaró la guerra a las tribus originarias que allí vivían, y que fueron diezmadas: para 1870 solo quedaban treinta mil indígenas de los ciento cincuenta mil existentes en 1845. El medio ambiente sufrió lo propio, ya que la búsqueda de dorado metal dio lugar a que grandes corporaciones practicaran la “minería hidráulica”, rompiendo las montañas con agua a presión. Así, se talaron bosques, se contaminaron lagos y ríos, y la fauna se vio notablemente reducida. Solo unos pocos se enriquecieron con esta “fiebre” y no fueron los mineros. Los encargados de actividades secundarias, como la venta de ropa, herramientas y pertrechos, así como los dueños de los barcos, hoteles y tabernas, amasaron verdaderas fortunas. El progreso había llegado a California para quedarse.
¿Sabés quién es Faustino ORO? Es un niño argentino que acaba de ejecutar una nueva jugada de ajedrez para la memoria.
Tras una destacada labor, ya que finalizó puntero e invicto en el Torneo de Maestros que se llevó a cabo en Barcelona. Con esto completó los requisitos reglamentarios para cumplir otro de sus sueños: la conquista del título de maestro internacional de ajedrez. Nunca antes en el historial de esta actividad algún ajedrecista alcanzó esta hazaña a tan temprana edad. Faustino, nacido el 14 de octubre de 2013, a los 10 años, 8 meses y 16 días consiguió la plusmarca. Vivía en el barrio porteño de San Cristóbal y desde hace unos meses reside en Badalona, España. El jugador hizo historia para el ajedrez mundial. No perder en 10 partidas consecutivas contra grandes maestros es bastante increíble para un niño de diez años. Desde Venezuela, el dirigente Uvencio Blanco, de la Comisión de Ajedrez y Educación de la FIDE, se sumó a la celebración y contó: “El maestro Faustino Oro es más que su talento, precocidad y devoción por el ajedrez. Es también, consecuencia de un proceso evolutivo de más de un siglo y medio del ajedrez argentino…”. Por supuesto que Uvencio conoce San Luis y todo su esfuerzo en el crecimiento del ajedrez.
El ORO olímpico. Una quimera. Dios lo bendiga al “Maligno”, a su bicicleta y a su coraje.
Y finalmente el ministro de Economía se llevó todo el ORO. No se sabe ni para qué, ni dónde, ni cuándo lo trae de vuelta, si alguna vez lo traen de vuelta.
José Augusto Torres, más conocido como “Maligno Torres”, ganó el Oro en BMX en los Juegos Olímpicos de París.