El ejemplo de los Juegos Olímpicos
San Luis y el espejo que ya no mira
Los Juegos Olímpicos dejan siempre una mirada global para observar puertas adentro.
Por un lado, promueven la actividad física y un estilo de vida saludable; al mismo tiempo permiten que diversas empresas comercialicen sus productos, entre ellas las que elaboran alimentos (algunos poco saludables).
Debe servir la experiencia de los Juegos Olímpicos para una mayor actividad física y mejores condiciones de salud, y es en ese punto donde es clave que los gobiernos nacionales, provinciales y municipales diseñen de forma conjunta programas de actividad física a largo plazo, acompañados de una alimentación más saludable, adecuada y sostenible.
Los programas deben tener una mirada de inclusión, asegurando que todas las comunidades, independientemente de su nivel socioeconómico, tengan acceso a oportunidades para la actividad física y con aspiraciones a llevar bien alto el deporte argentino.
Es esencial entonces que estos programas continúen mucho después de la conclusión de los Juegos Olímpicos París 2024, en los que Argentina tuvo una pobre cosecha de medallas: una de oro de la mano de José “Maligno” Torres representante de BMX Free Style, una de plata en vela Nacra 17 (Mateo Majdalani y Eugenia Bosco) y una de bronce, con las siempre temibles Las Leonas.
“La única medalla de oro la trajo un deporte amateur”, remarcó con una mezcla de sorpresa e indignación “Coco” Brugorello, entrenador (softbol) y dirigente deportivo puntano.
La política del retroceso
Mientras el Estado nacional en Argentina poco hace por el deporte, en San Luis la mesa estaba servida para consolidar estructuras, sostener programas y potenciar deportistas en la elite, mientras que a la par, el deporte social e inclusivo caminaban sólidos.
Muy a pesar de muchos esto cambió, hubo un profundo retroceso en poco tiempo y los resultados que están a la vista indican que la decisión no fue para bien.
Domina un propósito monetarista
San Luis tiene infraestructura de primer nivel mundial, reconocida por autoridades de todo el planeta.
Empero, dejó de posar su mirada en espejos como los Juegos Olímpicos u otros encuentros ecuménicos. La provincia dejó de soñar, desplazó el anhelo de ser protagonistas, de tener al deporte como imán para el turismo y de nuevas inversiones.
Ahora todo es muy chiquito y con una mirada monetarista.
El nuevo gobierno provincial busca comercializar cada espacio deportivo que es del Estado (sea Villa Deportiva, pista de atletismo “Pedro Presti” o Ave Fénix, por citar algunos). Ese es su afán y, lejos está el de potenciar al deporte y a los deportistas.
La bandera que enarbola la Secretaría de Deportes es la de recaudar. Ese es su fin principal y primordial.
¿Por qué no aprovechar esta infraestructura y trabajar de manera conjunta con todos los actores del deporte y la salud pública para lograr mejores resultados en la salud colectiva y en los resultados de las actividades deportivas?
Construir instalaciones olímpicas puede resultar relativamente fácil; crear una cultura sostenible de actividad física es mucho más difícil.
San Luis tenía ambas. Ahora solamente se queda con la infraestructura, que ya estaba.
Destruyó el espacio social y de contención por el que fue ideada y construida la Villa Deportiva. Ahora pasó a ser un quiosco.
En ese espacio día a día crece la desidia y el abandono.
Por su parte, el óxido se expande en las columnas levantadas de los estadios inconclusos y “los dueños de lo ajeno” se apropian, con un trabajo de hormiga, los materiales dispersos en el predio.
Genera negocios con el autódromo provincial “Rosendo Hernández” y destruyó el autódromo internacional de Potrero de los Funes.
Piensa que apoyar la proyección de deportistas puntanos para que lleguen a un juego olímpico es solamente pagar dos viajes en avión a una judoca o tomar un café y sacarse varias fotos con un representante del handball.
San Luis no puede hablar de política deportiva. Lo que ahora tiene es una política de recaudación deportiva.