Especiales, La Aldea y el Mundo

Rebelión Ilustrada

Por Oscar Pedro Rivero Vives

En los días pasados y también hoy ocupa un lugar de relevancia el conflicto entre el Gobierno y las universidades públicas y seguramente continuará en los próximos meses. Es claro que la figura presidencial está pagando un alto costo en imagen pública por su persistencia en evitar incrementos presupuestarios a las casas de altos estudios.
El problema tiene múltiples aristas. Por un lado, prevalece la idea básica del Gobierno que la batalla contra la inflación exige restringir el presupuesto por encima de toda protesta social, a los efectos de alcanzar un equilibrio fiscal que garantice pronto la disminución de la inflación, aspecto éste que se valora como la expresión de todos los males económicos y cuya reducción es la pista para alcanzar el éxito macroeconómico. El argumento es remanido y está cuestionado desde múltiples perspectivas teóricas alternativas a la ortodoxia oficial, pero, reconozcamos, tiene un consenso social en las élites económicas de los grandes inversores en Argentina.
El asunto es que el camino que tales políticas van abriendo es de alta conflictividad social. Cuando los actores perjudicados actúan de manera aislada y las protestas son atomizadas, el efecto de las demandas sectoriales puede diluirse en el vasto espectro de sucesos sociales y a la par pueden ser abordados desde la lógica estatal según intereses contradictorios, que cada sector manifiesta, al punto de lograr hacer desaparecer la capacidad reactiva de muchos de los damnificados. A tales acciones públicas podría calificarlas en el corto plazo según la lógica del gobierno como exitosas, en tanto habilitan nuevas etapas en el proceso, dando tiempo para la ejecución del plan.
Sin embargo, todo gobierno se enfrenta a la posibilidad de lo que Laclau llama “lógica de la equivalencia” que consiste en la posibilidad de un enlace de las demandas sociales en un punto compartido. Con ello la denominada “lógica de la diferencia” (demandas diferenciadas) da lugar a una “cadena equivalencial”.
En ese punto se tornaría más masiva la protesta y la fuerza de la misma podría doblegar, sin duda al plan gubernamental y cambiar el curso que sus promotores se propusieron. Para que esa cadena equivalencial tenga éxito debe haber una materia compartida o común a todas las demandas aisladas.
Estamos en condiciones de afirmar en base a los hechos acontecidos hasta ahora, que efectivamente la “educación pública”, en Argentina, es un eslabón nuclear de esa posible cadena. Recientemente Peter Turchin, un zoólogo publicó un libro “Final de la Partida” en la que analiza casos comparados de crisis en el mundo a raíz de coordinar a Red mundial que cuenta con una base de datos sobre crisis políticas, sociales y económicas, entre otras.
En esa obra destaca aspectos de las crisis y analiza lo que llama “motores de inestabilidad” que no son sino los que preanuncian a aquellas, entre los que menciona, entre otros: el hartazgo de las masas y diferentes clases de demandas masivas. Una es la que dispara “la crisis de los titulados”. Al respecto profundiza su realidad en EE.UU. y en otros países del mundo. En todos los casos advierte: “Cuando observamos (…) descubrimos que las cosas no les van tan bien (…)
Hoy en día un posgrado no ofrece una protección perfecta, ni siquiera razonablemente eficaz, contra la precariedad”. Nuestra conclusión es ¡cuidado con este conflicto! que en la “sociedad del conocimiento” emerge un nuevo sujeto rebelde: “la clase ilustrada”.