DE CORONEL VALLEJOS
Manuel Puig nació en General Villegas, provincia de Buenos Aires, el 28 de diciembre de 1932. Con el tiempo se convirtió en uno de los escritores contemporáneos más importantes del país y de la región, aunque nunca estuvo dentro del círculo literario prestigioso de la época. Había un resentimiento mutuo entre autores como Borges, Cortázar y Vargas Llosa –a quienes se consideraba parte del establishment literario– y Manuel Puig, a quien el propio Vargas Llosa había definido como exponente de la “literatura light”.
Algunos entendieron también que, esa forma literaria, por el uso de un lenguaje más coloquial y fácil de entender, acercaba los libros al público en general. Sea como sea, Puig ganó su lugar dentro de la literatura hispanoamericana.
La carrera de Manuel Puig como escritor no estuvo tan ligada a la literatura como al cine, lugar desde donde empezó a dar los primeros pasos como novelista. Trabajando en diferentes filmaciones como asistente de director (actividad que realizó fundamentalmente en Roma), e intentando escribir un guion, terminó por escribir su primera novela.
El 22 de julio de 1990, después de 17 años en el exilio en México, Manuel Puig falleció y escapó hacia otra realidad paralela. Una que no conocemos, pero del que tal vez decida volver, por fin, a su tierra natal, para construir nuevos mundos alternativos.
Su relación con el cine no fue, sin embargo, casual: “yo rechacé totalmente la realidad que me tocó vivir”, cuenta Manuel Puig en una entrevista. Su infancia en General Villegas, el pueblo que lo vio nacer, fue la típica de un pueblo en el que no existían las montañas ni el mar, pero sobre todo que se caracterizaba, según el autor, por la «vigencia total del machismo, en donde estaba aceptado que debían existir fuertes y débiles y lo que daba prestigio era la prepotencia. La escuela de todo este sistema de explotación estaba en la pareja misma. En los hogares había un señor muy nervioso que mandaba y una señora que, o se hacía la sorda, o acataba las órdenes. Y yo rechacé todo eso. Me pareció que era demasiado desagradable. Traté de ignorar esa realidad y en cambio tomé al cine como la realidad, mi realidad”.
Las obras literarias de Puig se convirtieron entonces, también, en esa realidad paralela que el autor buscaba.
En libros como “La traición de Rita Hayworth” (1968), “Boquitas pintadas” (1969), Puig logró escapar de ese contexto hostil a través de sus personaje, pero también tuvo que huir de la Argentina. En 1973, cuando “El beso de la mujer araña” (finalmente publicado en 1976) estaba en proceso, la familia recibió un llamado que le advertía que lo iban a matar. Puig huyó para nunca más volver.
Lejos de General Villegas, pero cerca de Coronel Vallejos (su pueblo en la ficción), Puig continuó escribiendo otras obras como Pubis angelical (1979), Maldición eterna a quien lea estas páginas (1980), Sangre de amor correspondido (1982) y Cae la noche tropical (1988).
El 22 de julio de 1990, después de 17 años en el exilio en México, Manuel Puig falleció y escapó hacia otra realidad paralela. Una que no conocemos, pero del que tal vez decida volver, por fin, a su tierra natal, para construir nuevos mundos alternativos.
La traición de Rita Hayworth, de Manuel Puig (1968)
Fragmento
—¿Es tan feo Coronel Vallejos como dice Mita?
—No, Violeta. A mí me gustó bastante, ¿no es cierto mamá que no es tan feo? Cuando recién llegué al bajar del tren fue una impresión muy fea, porque no hay casas de altos, y parece todo muy chato Es una zona de mucha sequía, así que no se ven muchos árboles. En la estación hay unos cuantos coches con caballos en vez de taxis, y a dos cuadras y media está el centro del pueblo. Hay unos pocos árboles, que se ve que crecen a duras penas, pero lo que no se ve es césped, por ninguna parte. Mita plantó pastito inglés ya dos veces, calculando especialmente el mes de abril, y sin embargo no le creció.
—Pero a fuerza de regar tanto los canteros del patio tiene lindas plantas en una especie de patio chico adonde da la cocina, el comedorcito diario y la puerta del jol.
—¿Entonces no es tan feo?
—Cuando recién llegué me pareció feo Vallejos, pero la vida es muy tranquila. Mita tiene una sirvienta que le cocina y le limpia la casa, y la niñera para que le tenga el nene mientras ella está en el hospital. La adoran todos los pobres de Coronel Vallejos porque Mita no les mezquina algodón ni agua oxigenada, ni vendas.
—¿Es un lindo hospital nuevo?
—El farmacéutico que estaba a cargo del laboratorio antes de Mita mezquinaba todo como si todo fuera de él y no del hospital en realidad.
—Vi la última película de Carlos Palau.
—Mita la va a ver cuando la den en Vallejos.
—¿Cuánto tiempo estuvo de novia con Carlos Palau?
—Nunca nos imaginamos que Carlos Palau llegara a triunfar.
—Nunca estuvo de novia con Carlos Palau, él la sacaba a bailar pero yo siempre aguantaba hasta el final del baile para volver con las chicas a casa.
—Él tiraba de las sogas detrás del escenario en el teatrico de la Municipalidad.
—Es el único galán bueno que tiene el cine argentino.
—El marido de Mita es idéntico a Carlos Palau, siempre lo dije.
—Más o menos, tanto como idéntico no.
—Parte de la familia de los Palau todavía vive en el mismo conventillo.
—Pero nunca creí que Mita se acostumbrara a vivir en un pueblo.
—Lo que los pollos se comen primero es las sobras de la comida, primero que el maíz.
—Abuelito ¿cuál es el pollo que vas a matar para el domingo?
—Hoy voy a matar uno para el padre de Violeta, no le digas a la abuela que se enoja.
—Violeta volvió a la cocina con mamá y abuela, ahora no te ven.
—Voy a matar este pollo para el padre de Violeta y se lo mando de sorpresa.
—Abuelito ¿ganas más vos con los pollos o el padre de Violeta remendando muchos zapatos?
—Clara, delante de tu mamá no te podía contar de la oficina. Es un hombre que cuanto más lo tratas más va gustando. Se me declaró.
—¿Cómo podes decir que se te declaró? Eso es cuando un muchacho quiere ponerse de novio, un hombre casado no puede declarársete, lo que te hace es una proposición, Violeta. No me empieces a cambiar las cosas porque entonces es mejor que no me cuentes nada.